Nos admira ver a Lourdes limpio, cremoso
Fueron cerca de cinco años de trabajos que salvaron del deterioro en
que se encontraba esta joya del neogótico nuestro. Y el mismo tiempo de polémica
por los más de 3.000 millones de pesos invertidos, por la presencia del párroco
metido a ingeniero y otras críticas más, al parecer todas infundadas.
Para comenzar es importante señalar que este templo de grandes
dimensiones es
Notas
de tinte, en el esplendor de sus detalles
Lorenzo Madrigal. El Espectador, Feb 3 /2014 (1)
La remodelación integral que hace poco terminó discretamente en la
iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, o iglesia de Chapinero, como dicen
sencillamente muchos bogotanos, anima a dedicar unos apuntes a este templo
considerado por expertos como la única construcción verdaderamente de estilo
gótico en Bogotá.
La portada con arcos ojivales recuperó su esplendor. La verja fue instalada para proteger el templo del vandalismo |
el más grande de la ciudad después de la Catedral y su larga
construcción comenzó a finales del siglo XIX, cuando la zona de Chapinero se
empezaba a perfilar como una de los primeros destinos de los bogotanos que
abandonaron el centro histórico. (2)
La iglesia vista desde su parte posterior. Ca 1940 |
En ese lugar un zapatero español, Antón Hero de Cepeda, fabricaba sus
famosos zapatos llamados chapines en el siglo XVII.
Según distintos historiadores, antes de Lourdes hubo uno una finca de
esa zona bogotana una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción, dependiente
del templo capitalino de Las Nieves. Esto era en proximidades de la actual
carrera Séptima con calle 60, donde también quedaba la casucha del “chapin
Hero”, o el que hacía “chapines”.
Don Primo Groot de Vargas Machuca, quien fuera corregidor de Zipaquirá
y administrador de la mina de sal de Nemocón,
y su esposa Francisca de Urquinaona y Pardo donaron en 1812 el terreno
para la construcción de una ermita en Chapinero.
El hecho es que la capilla bogotana empezó a construirse en 1875, si bien los planos cambiaron en 1917,
año de grandes sucesos mundiales.
En su interior la iglesia bogotana reproduce detalles de la original de
Francia, construida en la región en la que la fe sitúa la aparición de la
Virgen a Bernardette Soubirous en 1858 y que sufrió el año pasado los
devastadores efectos de las lluvias. Incluso se dice que Vicente Arbeláez, el
obispo que sacó adelante el proyecto de la capilla, tenía en su poder planos del templo francés.
Julián Lombana, quien dirigió la construcción y de quien una placa
instalada en la entrada principal de la iglesia asegura que no quiso cobrar
emolumento alguno, no era arquitecto, pero aprendió el oficio del antillano Thomas
Reed, el diseñador del Capitolio Nacional y del Museo Nacional, que antes panóptico.
Se atribuyen a Lombana el Colegio y la capilla de María Auxiliadora (en
la zona del actual Centro Internacional), y el edificio de la Alcaldía, en la
calle 10 abajo de la carrera Octava.
De la lectura histórica se sabe que la obra ordenada por el arzobispo
Vicente Arbeláez en 1875 tuvo muchos
tropiezos en sus comienzos, como temblores que hicieron caer una de las torres.
En el proceso de construcción apareció el
concreto armado que cambió las condiciones iniciales.
Y la iglesia tardó más de tres décadas en construirse, sin llegar a ser
una réplica en Bogotá de la eterna catedral de Gaudí en Barcelona, hasta su terminación
definitiva en los años 60.
Arturo Jaramillo Concha fue el autor del proyecto, con la colaboración
de Giovanni Buscaglione. Y la construcción terminó en 1954.
Sin embargo los vitrales del artista alemán Walter Wolff con escenas
evangélicas, tardaría hasta el trágico 1948, la instalación del órgano alemán por
la casa Oskar Binder hasta 1950 y la
casa cural hasta 1964. El lugar se llamaba entonces plaza de Argentina y las
calles circundantes tenían tráfico de vehículos.
Para el 2009, Lourdes se encontraba en un avanzado estado de deterioro
y se anunció la restauración más a fondo de su historia, con un plazo estimado
en dos años.
Cabe anotar que los alrededores de la iglesia, el Chapinero apacible de comienzos del siglo XX, un siglo más tarde era un vecindario peligroso, escogido como zona de bares de mala muerte, y la plaza escenario de artistas callejeros, prestidigitadores y cuentachistes vespertinos, vándalos de aerosol y practicantes de saltos en monopatín por el atrio y las escalinatas de piedra.
Es decir, la iglesia no era y aún no es, de uso exclusivo de fieles, pues hay más de un visitante peligroso en el área, pese a su uso universitario actual.
Cabe anotar que los alrededores de la iglesia, el Chapinero apacible de comienzos del siglo XX, un siglo más tarde era un vecindario peligroso, escogido como zona de bares de mala muerte, y la plaza escenario de artistas callejeros, prestidigitadores y cuentachistes vespertinos, vándalos de aerosol y practicantes de saltos en monopatín por el atrio y las escalinatas de piedra.
Es decir, la iglesia no era y aún no es, de uso exclusivo de fieles, pues hay más de un visitante peligroso en el área, pese a su uso universitario actual.
El proyecto de restauración estuvo a cargo de los arquitectos Max Ojeda
Gómez (director) y German González Páez (interventor) y el ingeniero Fernando
Pachón, asesorados por el abogado Germán Oviedo Moreno.
Las obras incluyeron la reparación de la cubierta, el reforzamiento
estructural de toda la construcción, la recuperación de vitrales. La reconstrucción
pisos y redes eléctrica, la eliminación del muro de cerramiento sobre la calle
63 y la reubicación de la gruta de la Virgen de Nuestra Señora de Lourdes, ubicada
en el costado norte, sobre una calle peatonal.
Para la restauración fue necesario instalar una estructura metálica y
una cubierta provisionales.
| ||
En marzo de 2014 se dio al servicio de nuevo el templo y se cerró un
período de críticas que incluyeron publicaciones escandalosas y que fustigaron
sin piedad no solo al párroco, sino a la propia Iglesia, remontándose a la
época del medioevo.
La sección investigativa del periódico El Tiempo aseguró haber descubierto
que el párroco Adolfo Vera era quien dirigía las obras y lo acusó de incurrir
en fallos que restaban valor histórico al
templo, todo con ironías como que el
cura había cometido unos “pecados”.
El sacerdote se defendió aduciendo que era ingeniero civil.
Por supuesto los investigadores no deben saber que quien levantó la
iglesia de San Ignacio, una de las más importantes construidas en la antigua
Bogotá, fue el cura italiano Juan Bautista Coluccini.
La calle 63, antes estacionamiento, y ahora zona peatonal utilizada para ferias artesanales |
O que el templo del Carmen, más reciente en las historia, es obra del
hermano salesiano Giovanni Buscaglione, que además era arquitecto.
Y mucho menos que fray Domingo de Petrés, español, hizo la catedral y
la iglesia de la Concepción, y como si fuera poco el Observatorio Astronómico,
todo eso en la capital colombiana.
Busto del arzobispo Arbeláez, en el parque posterior al templo |
Pero qué importa. Lo que verdaderamente nos satisface es que la iglesia
recuperó su esplendor y reabrió sus puertas a los fieles, que soportaron estos
años de incomodidades.
Como dato curioso, cuando buscábamos información para estos datos
supimos por Wikipedia las coordenadas de este templo de Bogotá:
4°38′58″N 74°3′45″O
__________
(1) http://www.elespectador.com/opinion/lourdes-y-patrimonio-columna-472418
(2)
www.arquibogota.org.co/?idcategoria=2191
Consultado el 17 de julio de 2014.
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