viernes, 18 de julio de 2014

Lourdes: Un milagro en grande que se hizo en silencio

Nos admira ver a Lourdes limpio, cremoso
                                                                                 de tinte, en el esplendor de sus detalles




                                                                      Lorenzo Madrigal. El Espectador, Feb 3 /2014 (1)


La remodelación integral que hace poco terminó discretamente en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, o iglesia de Chapinero, como dicen sencillamente muchos bogotanos, anima a dedicar unos apuntes a este templo considerado por expertos como la única construcción verdaderamente de estilo gótico en Bogotá.

La portada con arcos ojivales recuperó su esplendor.
La verja fue instalada para proteger el templo del vandalismo

 Fueron cerca de cinco años de trabajos que salvaron del deterioro en que se encontraba esta joya del neogótico nuestro. Y el mismo tiempo de polémica por los más de 3.000 millones de pesos invertidos, por la presencia del párroco metido a ingeniero y otras críticas más, al parecer todas infundadas.

 Para comenzar es importante señalar que este templo de grandes dimensiones es

el más grande de la ciudad después de la Catedral y su larga construcción comenzó a finales del siglo XIX, cuando la zona de Chapinero se empezaba a perfilar como una de los primeros destinos de los bogotanos que abandonaron el centro histórico. (2)

La iglesia vista desde su parte posterior. Ca 1940

En ese lugar un zapatero español, Antón Hero de Cepeda, fabricaba sus famosos zapatos llamados chapines en el siglo XVII. 

Según distintos historiadores, antes de Lourdes hubo uno una finca de esa zona bogotana una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción, dependiente del templo capitalino de Las Nieves. Esto era en proximidades de la actual carrera Séptima con calle 60, donde también quedaba la casucha del “chapin Hero”, o el que hacía “chapines”.

Don Primo Groot de Vargas Machuca, quien fuera corregidor de Zipaquirá y administrador de la mina de sal de Nemocón,  y su esposa Francisca de Urquinaona y Pardo donaron en 1812 el terreno para la construcción de una ermita en Chapinero.

El hecho es que la capilla bogotana empezó a construirse en  1875, si bien los planos cambiaron en 1917, año de grandes sucesos mundiales.

En su interior la iglesia bogotana reproduce detalles de la original de Francia, construida en la región en la que la fe sitúa la aparición de la Virgen a Bernardette Soubirous en 1858 y que sufrió el año pasado los devastadores efectos de las lluvias. Incluso se dice que Vicente Arbeláez, el obispo que sacó adelante el proyecto de la capilla,  tenía en su poder planos del templo francés.

Julián Lombana, quien dirigió la construcción y de quien una placa instalada en la entrada principal de la iglesia asegura que no quiso cobrar emolumento alguno, no era arquitecto, pero aprendió el oficio del antillano Thomas Reed, el diseñador del Capitolio Nacional y del Museo Nacional, que antes panóptico.

Se atribuyen a Lombana el Colegio y la capilla de María Auxiliadora (en la zona del actual Centro Internacional), y el edificio de la Alcaldía, en la calle 10 abajo de la carrera Octava.

De la lectura histórica se sabe que la obra ordenada por el arzobispo Vicente Arbeláez en 1875  tuvo muchos tropiezos en sus comienzos, como temblores que hicieron caer una de las torres.  En el proceso de construcción apareció el concreto armado que cambió las condiciones iniciales.
 
Y la iglesia tardó más de tres décadas en construirse, sin llegar a ser una réplica en Bogotá de la eterna catedral de Gaudí en Barcelona, hasta su terminación definitiva en los años 60.

Arturo Jaramillo Concha fue el autor del proyecto, con la colaboración de Giovanni Buscaglione. Y la construcción terminó en 1954.

Sin embargo los vitrales del artista alemán Walter Wolff con escenas evangélicas, tardaría hasta el trágico 1948, la instalación del órgano alemán por  la casa Oskar Binder hasta 1950 y la casa cural hasta 1964. El lugar se llamaba entonces plaza de Argentina y las calles circundantes tenían tráfico de vehículos.

Para el 2009, Lourdes se encontraba en un avanzado estado de deterioro y se anunció la restauración más a fondo de su historia, con un plazo estimado en dos años.

Cabe anotar que los alrededores de la iglesia, el Chapinero apacible de comienzos del  siglo XX, un siglo más tarde era un vecindario peligroso, escogido como zona de bares de mala muerte, y la plaza escenario de artistas callejeros, prestidigitadores y cuentachistes vespertinos, vándalos de aerosol y practicantes de saltos en monopatín por el atrio y las escalinatas de piedra.

Es decir, la iglesia no era y aún no es, de uso exclusivo de fieles, pues hay más de un visitante peligroso en el área, pese a su uso universitario actual.  

El proyecto de restauración estuvo a cargo de los arquitectos Max Ojeda Gómez (director) y German González Páez (interventor) y el ingeniero Fernando Pachón, asesorados por el abogado Germán Oviedo Moreno.

Las obras incluyeron la reparación de la cubierta, el reforzamiento estructural de toda la construcción, la recuperación de vitrales. La reconstrucción pisos y redes eléctrica, la eliminación del muro de cerramiento sobre la calle 63 y la reubicación de la gruta de la Virgen de Nuestra Señora de Lourdes, ubicada en el costado norte, sobre una calle peatonal.



Para la restauración fue necesario instalar una estructura metálica y una cubierta provisionales.



La iglesia de Lourdes a comienzos de 2014, en medio de las obras
 

En marzo de 2014 se dio al servicio de nuevo el templo y se cerró un período de críticas que incluyeron publicaciones escandalosas y que fustigaron sin piedad no solo al párroco, sino a la propia Iglesia, remontándose a la época del medioevo.

La sección investigativa del periódico El Tiempo aseguró haber descubierto que el párroco Adolfo Vera era quien dirigía las obras y lo acusó de incurrir en fallos que restaban  valor histórico al templo, todo con ironías  como que el cura había cometido unos “pecados”.

El sacerdote se defendió aduciendo que era ingeniero civil.

Por supuesto los investigadores no deben saber que quien levantó la iglesia de San Ignacio, una de las más importantes construidas en la antigua Bogotá, fue el cura italiano Juan Bautista Coluccini.


La calle 63, antes estacionamiento, y ahora zona
peatonal utilizada para ferias artesanales

O que el templo del Carmen, más reciente en las historia, es obra del hermano salesiano Giovanni Buscaglione, que además era arquitecto.

Y mucho menos que fray Domingo de Petrés, español, hizo la catedral y la iglesia de la Concepción, y como si fuera poco el Observatorio Astronómico, todo eso en la capital colombiana.

 
Busto del arzobispo Arbeláez, en el parque posterior al templo 
Pero qué importa. Lo que verdaderamente nos satisface es que la iglesia recuperó su esplendor y reabrió sus puertas a los fieles, que soportaron estos años de incomodidades.

Como dato curioso, cuando buscábamos información para estos datos supimos por Wikipedia las coordenadas de este templo de Bogotá:

4°38′58″N 74°3′45″O
 

__________

 Notas

(1)  http://www.elespectador.com/opinion/lourdes-y-patrimonio-columna-472418
(2)  www.arquibogota.org.co/?idcategoria=2191
Consultado el 17 de julio de 2014.

 

 

 
 

 
 
 
 
 

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