jueves, 22 de diciembre de 2016

La casa del arquitecto

En el comienzo el lugar de refugio fue la caverna. La casa ha sido desde siempre elemento esencial de la vida del ser humano, que selecciona lugar y materiales para guarecerse y encontrar abrigo para el descanso y la reunión familiar. Con el tiempo, diseñar ese lugar adquirió cada vez más detalle y surgió el experto.



Casa del arquitectro Gabriel Serrano en la 7a. con 83. Hoy en su lugar
hay una estación de servicio. Lucía una obra del brasileño Cándido Portinari

 
Al constructor también le correspondía edificar su propio refugio, tarea que en la edad moderna llevó a los maestros del oficio a hacer sus casas como verdaderos estados del arte, algo que muchos consideran el compromiso más serio de su vida profesional.

A menudo las casas de los arquitectos destacados son al mismo tiempo talleres y estudios de diseño, que ocupan lugar privilegiado en su portafolio de obras.

No es de extrañar, por ejemplo, que una de las obras más estudiadas del mexicano Luis Barragán sea precisamente su casa-estudio construida en 1948 y habitada por él hasta su muerte en 1988. (1)

El caso de Colombia, al que dedicaremos estas líneas, no es la excepción.

“El hecho de construir para sí mismo da lugar a una arquitectura más libre, pero no por ello en estos casos el arquitecto baja la guardia sino que, todo lo contrario, propone una obra ejemplar que se convierte en punto de referencia obligada en su trayectoria profesional”, afirma Anna Martínez Durán en su tesis presentada en la Universidad Politécnica de Cataluña (2008), cuyo nombre es precisamente ‘La casa del arquitecto’. (2)

“La casa sigue siendo el lugar al que escapar, desde el cual observar y ordenar el mundo”, sostiene.

Y añade que “en las palabras y en las obras de los maestros encontramos grandes lecciones, pero ha de ser en las casas donde habitaron donde este ejemplo se nos muestre, sin intermediarios, de una forma más clara e intensa”.





 
 
 

Y es que “en el proyecto de su casa propia el arquitecto propone con ilusión y esfuerzo nuevos modos. No sólo diferentes formas de construir, sino también nuevas maneras de afrontar la existencia, y convencido de ello asume, junto a su familia, todo el riesgo personal y profesional”.

Carmen Espegel, afirma que “cuando los arquitectos edifican la casa propia, y más si son mujeres, no solo pretendían levantar una vivienda sino primordialmente construirse a sí mismos”. (3)

Si las casas reflejan la personalidad de sus dueños, entonces los hogares de los arquitectos son como autobiografías. La ubicación, la distribución, el estilo, la iluminación, las obras de arte, el mobiliario: cada detalle añade color a la historia. 


Casa de Guillermo Bermúdez
Tomado de
http://dearq.uniandes.edu.co
 

La Historia Extensa de la Arquitectura en Colombia hablaba en 2011 de “ejemplos paradigmáticos de los ideales arquitectónicos, que son las ca­sas propias de los arquitectos”. (4)

Y citaba las casas de Francis­co Pizano (1951), Bruno Violi (1954), Rafael Obregón (1949), Gabriel Largacha (1949), Gabriel Serrano y Jaime Nieto Cano (1950),  Guillermo Bermúdez (1953-58) y Rafael Obregón (1955).



Casa del arquitecto Gabriel
Largacha en la década de 1940


La importancia de la propia casa en la trayectoria del arquitecto fue abordada en 1960 por la Revista Proa, con el análisis de las viviendas de Carlos Arbeláez, José Prieto Hurtado, Carlos Martínez, Roberto Rodríguez Silva, Samuel Vieco y Enrique Triana Uribe, aparte de las casas de importantes profesionales de otros países. (5)

“Los arquitectos viven dentro de un ambiente muy especial, hacen sus propios espacios interiores, los equilibran, los forman a su manera. Sus casas son diferentes a las del abogado, la del economista o la del hombre de negocios, tienen un factor común no tanto formal como espiritual”, era el editorial de la publicación.
 

 


Casa del arquitecto. Fue demolida en los 80

 

 

 



 
 

 

En el proceso de crear su propia casa, el arquitecto queda “despojado de los prejuicios generalmente arbitrarios de algunos clientes y con una conciencia clara del programa a seguir” con lo cual puede “lograr para sí una solución que exprese, en correcto lenguaje arquitectónico su manera de ser, pensar y sentir, es el reflejo de una ambición y la expresión de un estilo, su propio estilo”.

Proa consideraba entonces que para el arquitecto “tal vez el compromiso más serio de su vida profesional es el planeamiento y desarrollo de su propia vivienda, ya que en este problema no intervienen dominantes exteriores a sí, ni caprichos impuestos, sino que su mente creadora va paralela a sus necesidades y posibilidades, y va modelando todos y cada uno de los detalles después de larga depuración de numerosos esquemas e hipótesis, para llegar a una solución que lo llene completamente. Quizás es de las únicas oportunidades en que puede ser sincero consigo mismo en el verdadero sentido de la palabra. Por lo tanto el resultado será lógicamente satisfactorio”.

De esas casas paradigmáticas, la mayoría infortunadamente fue destruida.





Esta casa de Montoya Valenzuela está
escondida a un lado de la Universidad Nacional 
 
 
 

Las casas de Gabriel Serrano y Gabriel Largacha, situadas a pocos metros entre sí, desaparecieron en la década de 1980. La de Serrano, donde hoy hay una estación de servicio, tenía en la fachada una obra de Candido Portinari, que se salvó y se exhibe en el patio interior del edifico de la Sociedad Colombiana de Arquitectos.



Germán Samper dibujó su casa y la expuso entre
muchos bocetos en el Museo de Bogotá en 2016


La de José María Montoya Valenzuela aún existe en los alrededores de la Universidad Nacional de Colombia, en buen estado de conservación.

La de Jorge Gaitán Cortés fue felizmente conservada por su familia y es un hotel, en tanto que la Bermúdez Umaña subsiste entre restaurantes a los lados e incluso es ahora uno.


Fernando Martínez Sanabria vivió en una obra suya, el Edificio Ogliastri, demolido prematuramente hace años y acaso a la espera de una torre de oficinas.

Ignoramos la suerte corrida por las casas de Francisco Pizano de Brigard (1951) y Rafael Obregón (1955).





Edificio Ogliastri, donde vivió Fernando
Martínez Sanabria hasta su muerte (*)
 
 
 
 

La residencia de Bruno Violi (1954), en la 87 con 9ª, sobrevive como sede del Club Colombo-Libanés.

La casa de Germán Samper Gnecco en Santa Ana sigue en pie y sigue siendo su casa, en las estribaciones de Santa Ana, donde también pueden admirarse dos  bellos ejemplos de arquitectura y también de conservación, las casas de Jorge Rueda Gutiérrez y Roberto Rodríguez Silva.
 
 

 

 


Casa de Jorge Rueda Gutiérrez en Santa Ana



 
 

 

En fin, la vivienda del arquitecto “dice más de su diseñador que lo que podría posiblemente cualquier otro edificio”. (6)


 

Notas

 
(1)  http://www.archdaily.co/co/02-101641/clasicos-de-arquitectura-casa-estudio-luis-barragan-luis-barragan, consultado el 8 de noviembre de 2016.
(2)  Martínez Durán, Anna. La casa del arquitecto. Martínez Duran, Anna.           Universitat Politècnica de Catalunya.        http://www.tdx.cat/handle/10803/53596.
(3)  Espegel, Carmen. Heroínas del espacio: mujeres arquitectos en el movimiento moderno. Buenos Aires. Nobuko, 2007
(4)  http://blogs.virtual.unal.edu.co/hacolombia/2011/10/23/3-primera-fase-los-alardes-de-la-tecnica/
(5)  La casa del arquitecto. Revista Proa. Edición no. 135. Mayo 1960
(6)  https://www.taschen.com/pages/es/catalogue/architecture/all/48707/facts.the_architects_home.htm