martes, 24 de septiembre de 2019

Urbanidad y urbanistas (15).Tras las huellas de Uribe y García Álvarez (O Urigar)


Un aviso publicado en El Tiempo el 1° de marzo de 1926 anunciaba la firma “Uribe García Álvarez & co. Ingenieros. Edificaciones en cemento armado. Calle 14, número 83” (1)


Uribe y García Álvarez, también conocida como Urigar, fue la firma fundada los por los ingenieros César García Álvarez, y Luis Uribe Piedrahita, que tuvo una importante figuración en la Bogotá de la primera mitad del siglo pasado, con obras arquitectónicas que aún perduran en zonas antiguas de la ciudad.

A ellos se sumó Antonio Muñoz Toledo, de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional.

César García Álvarez nació en 1896 en Gigante (Huila) y murió en Neiva en 1973. Obtuvo el título de ingeniero civil en el City Engineering College, de Londres, en 1921. (2)

Además de congresista, fue ministro de Obras Públicas en el primer gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo (1934-38), en el que tuvo un importante desempeño. Más tarde presidió la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SCI). (3)

Luis Uribe Piedrahita, ingeniero de la Escuela de Minas de Medellín,  nació en la capital antioqueña. (4)

Muchas son las obras de Uribe García Álvarez que subsisten en Bogotá y que dan fe de la importante tarea profesional de la firma.


El Edificio Piedrahíta 1928, ubicado en la carrera 9ª con 12 y que hoy sirve como almacén de telas, tiene la particularidad de mezclar una mansarda afrancesada con columnas de piedra que no son clásicas, sino de un estilo que podríamos definir como indigenista.  (5)

Así mismo, en la calle 13 (hoy calle 12B), entre las carreras 8ª y 9ª,  costado sur, uno de los vestigios de la época dorada de la zona bancaria capitalina, es uno de los sucesivos edificios (paulatinamente más grandes) de la Colombiana de Seguros, Colseguros, desaparecida. Fue construido en 1934 por Uribe y García Álvarez, en llave con la firma de los chilenos Casanovas y Mannheim. Hoy funciona como bodega de la empresa de correos.


La misma fórmula profesional es autora del edificio Santa Fe, construido en 1936 en la avenida Jiménez con carrera Sexta. Eran dos bloques de cuatro pisos cada uno, con motivos Art Deco, de los cuales sobrevive solo uno. El otro fue demolido y para dar paso a la Plazoleta del Rosario, en 1970.  


Urigar es responsable del diseño y construcción de los edificios José Joaquín Vargas, Virrey Solís. Samper Madrid, Fray Juan de los Barrios y Rufino José Cuervo. 1941-43

Se trata de cinco bloques construidos entre 1941 y 43 en los terrenos del antiguo Hospital San Juan de Dios, de Bogotá, donde solo se conserva del conjunto original la iglesia del mismo nombre.
 

Estos edificios cambiaron de dueño en el 2010 y se agruparon en el denominado Complejo Kaysser. En uno de ellos, que hora es sede de juzgados, estuvo en la década de 1940 la Embajada de Estados Unidos en Colombia.

También es obra de Urigar el Edificio de los Ministerios, construido entre 1940 y 1950, y diseñado por Herrera Carrizosa Hermanos).

“Los Ministerios”, cuya silueta tiene algo de neoyorquina, guardadas las proporciones,  hoy solo alberga al de Hacienda. Comprende un área que fuera convento de San Agustín, del cual solo se conserva la iglesia del mismo nombre.


Unos años antes, hacia 1923 la empresa había construido la casona del Hotel del Salto, frente a la cascada de Tequendama, por la que cae el río Bogotá en busca de tierras templadas. La casa tuvo tiempos de esplendor, pero casi toda su vida ha estado abandonada y convertida en una especie de casa del terror.

En la década de los años 70, la casona  fue remodelada por el fundador y entonces director de Colsubsidio, don Roberto Arias Pérez. Pero años después volvió a caer en el abandono. (6)

También fueron obras suyas las dos casas de Lagos, ubicadas en la carrera Séptima con calle 65, y que llevan una década abandonadas, seguramente a la espera de la licencia de demolición.

Situadas en la carrera Séptima N° 64–43/59– fueron construidas en 1927 para Jorge Lagos Mendoza, y declaradas como bienes de interés cultural, mediante decreto 606 del 26 de julio de 2001. (7)

Sus últimos propietarios fueron una familia de apellido Samper y un extranjero.



Urigar también construyó una obra de carácter religioso, la Iglesia del Divino Salvador, en el barrio homónimo. Es parte del colegio y claustro situado en la calle 57 con carrera 17, que se construyó hacia 1950.

Vale la pena ahondar en el estudio de esta razón social, cuya obra. Por fortuna, aún puede recorrerse y apreciarse en la capital colombiana.




Notas

(1) El Tiempo, 1° de marzo de 1926.

Consultada el 3 de julio de 2019.

(3) Sociedad Colombiana de Ingenieros. http://sci.org.co/sci/presidentes.page, consultada el 3 de julio de 2019.



(5) Escovar Wilson-White, Alberto. Guía Bogotá Centro Histórico Bogotá, 2005. Ediciones Gamma S.A. Editorial Dos Puntos S.R.L.


Consultado el 23 de agosto de 2016



















miércoles, 18 de septiembre de 2019

Urbanidad y urbanistas (14). Tras las huellas de Obregón y Valenzuela



Un imborrable recuerdo de colegio es nuestra primera referencia sobre Obregón y Valenzuela. Eran los años 70, tiempos brillantes de la arquitectura moderna colombiana, y  nuestras aulas fueron las de un bello edificio construido por la firma, de la que se dijo fue  uno de los primeros talleres de diseño del país.



Los primos Rafael Obregón González y José María Obregón Rocha, y Pablo de Valenzuela y Vega, crearon una de las fórmulas más fructíferas de la arquitectura moderna colombiana, y su impronta permanece en el panorama urbanístico de Bogotá, pese al paso de los años y a la desaparición de algunas obras.

Para dar una idea a las nuevas generaciones del tamaño del trabajo de O y V, bastaría señalar que fueron los creadores de gran parte de los edificios que forman el conjunto conocido como Centro Internacional, de Bogotá, comenzando por los edificios de Bavaria. Ello en un tiempo en el que la arquitectura colombiana llegó a ser considerada una de las más destacadas del continente.

Obregón González nació en Barcelona en 1919, Obregón Rocha en Bogotá en 1920 y Valenzuela al año siguiente, también en la capital del país. 

Los tres estudiaron arquitectura en la Catholic University of America, de Washington D.C., y a su regreso al país crearon la compañía que lleva sus apellidos y que marcó una importante huella en el diseño y construcción de obras modernas, particularmente en el aspecto residencial de elite.


Pertenecientes a una conocida familia de origen catalán, los Obregón tuvieron estrechos  nexos en Barranquilla, por lo que esta razón social también construyó obras en la Puerta de Oro de Colombia. 

Dentro de la firma de arquitectos, los Obregón se dedicaron a los proyectos y Valenzuela a la gerencia. Valenzuela murió prematuramente. La sociedad se fundó en 1952 y se disolvió en 1982

Rafael Obregón, hijo del fundador del mismo nombre, y también arquitecto, cuenta que “eI registro de la obra realizada por Obregón y Valenzuela queda más claro si se estudia la personalidad de cada uno de los socios fundadores. También es útil anotar que el diseñar a 4 o 6 manos no es igual que hacerlo de forma individual”.

Curiosamente algunos estudiosos han menospreciado esa diferencia, al comparar la obra de Fernando Martínez o de Guillermo Bermúdez con la de Obregón y Valenzuela. Mientras para los dos primeros el quehacer profesional se tradujo en "escuela", marcándose una identidad propia, Obregón Valenzuela evolucionó hasta convertirse en uno de los primeros "Talleres de Diseño" del país'. (1)


Rodrigo Botero Montoya recordó alguna vez su amistad con Rafael Obregón, con quien promovió la construcción del Palacio de Nariño y el proyecto de renovación del área gubernamental  y política del centro de Bogotá.

“Rafael Obregón era un personaje fuera de serie, un hombre del Renacimiento: artista, navegante, constructor de barcos, ecologista, además de arquitecto y urbanista”, señaló el exministro de Hacienda en un discurso, curiosamente, pronunciado para celebrar un aniversario de Fedesarrollo, el prestigioso centro de pensamiento económico por él fundado. (2)

“Nos habíamos hecho amigos navegando a vela en La Tarena y haciendo pesca submarina en las Islas del Rosario. Por las noches, mientras saboreaba un extraño cóctel de agua de coco con Ron Blanco, Rafael me explicaba sus ideas sobre ecología y urbanismo, que eran geniales, y sus teorías políticas, que eran una versión aristocrática del anarquismo. Cuestionaba la utilidad del gobierno en general, y la del gobierno colombiano en particular”, continuó Botero.

El economista señaló esa vez que disfrutaba “sus ideas para proteger los arrecifes coralinos, para convertir a Cartagena en una Venecia caribeña, y sus diatribas contra los rascacielos y los automóviles en el centro de la ciudad”.  

Las realizaciones de O y V son de una riqueza proverbial y están allí, en las ciudades. Especialmente en Bogotá.


La firma diseñó también Seguros Bolívar en la zona donde comienza la zona turística de Bocagrande, en Cartagena.

Merece especial atención su obra residencial. Las casas William Villa Uribe y Alvaro López Holguín (demolidas) y que fueron objeto de estudio en varias revistas internacionales.

Casas modernas también en Barranquilla y Cartagena, y de recreo en, Barú o islas del Rosario. Y clubes como el Campestre, de Ibagué; el Rialto (Pereira) y el Manizales.

Y por supuesto, el antiguo Colegio Marymount, en Usaquén, construido en la década de 1960. Enclavado en las montañas nororientales capitalinas como  una especie de vigía, se convirtió pronto en el Gimnasio de los Cerros. De eso hace ya casi medio siglo. (3)

Rafael Obregón diseñó su propia casa de la calle 87 en Bogotá, buen ejemplo de lo que fueron las residencias de El Chicó.

La lista es larga e incluye el Banco Francés e Italiano (Avenida Jiménez con Octava), el Banco del Comercio (calle 13), el edificio Banco Comercial Antipquieño (calle 12 entre Séptima y Octava), la torre Colseguros (Décima con 17), Banco Popular (Séptima con calle 17) y el ahora abandonado edificio de Telecom (carrera 13 con calle 22).

Desde el viejo pasaje Hernáandez, se ve el edificio Banco del Comercio
formado por dos torres sobre una plataforma. con un pasaje comercial

O y V también tuvo que ver con el diseño de la Torre Colpatria, construida por Pizano, Pradilla, Caro y Restrepo en 1978, antes de convertirse en la firma Obreval, en 1982, en la cual fue clave el gran dibujante Edgar Bueno.

Además de las residencias, diríamos que el acierto de esta razón social (y profesional) se puede resumir en esos edificios con una plataforma básica que soporta el cuerpo de la torre, con voladizos, balcones, vanos, calados y celosías de hormigón. Y recuerda una época de oro en las que la arquitectura moderna de Bogotá emulaba con la de Rio de Janeiro y Caracas. (4)

Su obra –en especial  la tipología de sus viviendas– ha sido estudiada a profundidad en trabajos de investigación como el de los profesores Isabel Llanos y Edison Henao, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, que se centra en la firma O&V, obtuvo el premio de la XXV Bienal de Arquitectura de 2016 en la categoría de Teoría, Historia y Crítica, otorgado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos.

Estos arquitectos señalan que “entre 1946 y 1969 fueron construidas 127 residencias, consideradas pioneras de la arquitectura moderna local.   

Eso sí, lamentan que la firma “se constituye en una de las pioneras de la modernidad, que quizás, pese a sus obras, no tuvieron gran divulgación”. 

En la versión XXIV de la Bienal, ambos docentes habían obtenido el Premio Nacional en la categoría Divulgación y Publicaciones, con la exposición "Obregón & Valenzuela en Bogotá: 1949-1969 -Doce Arquitecturas Urbanas", acogida por la Universidad Nacional de Colombia. (5)

La obra de O y V merece preservarse y darse a conocer a las nuevas generaciones cultas. 


Notas

1.  Obregón, Rafael. El quehacer de Rafael Obregón G. Una visión personal. DEARQ - Revista de Arquitectura, núm. 2, 2008, pp. 45-53. Universidad de Los Andes. Bogotá, Colombia.

2. Invocación a la modestia. Rodrigo Botero Montoya. Revista Coyuntura Económica

3. Revista Proa, Edición no. 155 – Julio de 1962