domingo, 30 de septiembre de 2012

Urbanidad y urbanistas (3). Tras las huellas de Casanovas y Mannheim

Las obras de los arquitectos chilenos permanecen siete décadas
después firmadas con orgullo por sus autores en estas especies de tarjetas de presentación
 
Los arquitectos chilenos Julio Casanovas y Raúl Mannheim se establecieron en Bogotá en 1928. Poco se conoce de la vida de estos eminentes profesionales que dejaron una huella urbana en la capital colombiana, como no sea su magnífica obra, identificada siempre con su firma, una placa de piedra discretamente ubicada sin falta a un lado de las construcciones.


Casanovas y Mannheim  estuvieron en Bogotá hasta 1940 en Bogotá, donde brillaron no solo por grandes edificios como el hotel Granada –trabajo compartido con Manrique Martín e hijos–, sino por una extensa e intensa obra residencial que por fortuna se conserva en gran parte, aunque no de forma adecuada en muchos casos.

 

Casa de la Av. Caracas con calle 34, demolida de la peor
 forma para ampliación. Solo quedó la fachada como escenografía.
 
Otra en desgracia que pronto caerá. La placa
con los nombres de los arquitectos fue removida
Alberto Saldarriaga Roa señala a Casanovas y Mannheim como los “culpables”  de traer a Bogotá el estilo “inglés” que rápidamente tejió una red en barrios como Teusaquillo, La Merced, Quinta Camacho y El Nogal, y que se constituyó en una nueva forma de vida para el gusto de las clases adineradas, antes dominadas por líneas neoclásicas y por el estilo republicano. Ese estilo Tudor, de arraigo en otras ciudades latinoamericanas con clases altas flemáticas y deseos de vivir a imagen de las británicas, con Santiago y Buenos Aires, se propagaría por barrios bogotanos incluso de clase media.  Y estaban dadas las condiciones, por el cielo plomizo y el clima frío y eternamente lluvioso de la ciudad.
 

Los dos chilenos trabajaron en Colombia con su compatriota Arnoldo Michaelsen. De hecho algunos investigadores afirman que la firma de arquitectos se llamó Casanovas, Mannheim y Michaelsen.


Michaelsen,  nacido en Concepción en 1897, además de arquitecto fue un destacado acuarelista y expuso su obra en varias ciudades colombianas. Se trata de obras a plumilla con motivos coloniales de ciudades como Bogotá, Cartagena, Cali, Tunja, Villa de Leiva, Zipaquirá, Honda, Popayán y Cartago.  Murió en Bogotá el 27 de septiembre de 1963.

Apartamentos construidos por la firma en la cra. 5a. con 13
 
Alberto Escovar recuerda que entre los colaboradores del estudio de los arquitectos chilenos  figuró el español  Ricardo Ribas Seva (1907-2000), que llegó a Colombia en 1937 huyendo de la Guerra Civil.  Allí trabajo en varias obras, entre ellas el teatro Teusaquillo, aún en pie.

Otro de los colaboradores de los chilenos fue Gabriel Serrano Camargo.


Julio Casanovas nació en Santiago de Chile en 1885 y se graduó de arquitecto en Alemania en 1810. Fue profesor de la Nacional. En 1940 regresó a Chile. De Mannheim se conoce aún menos.
 

Una de las casas más bellas construidas por este dúo fue la de doña María Currea de Aya, en uno de los costados del Gimnasio Moderno. La casa afortunadamente es un bien de conservación y fue adaptada hace un año para el restaurante de Harry Sasson.
 
Casa de doña María Currea de Aya.
Hoy restaurante Harry Sasson
 
Con todo, la piedra con la firma de la casa de arquitectos fue removida al demolerse la tapia de ladrillo a la vista para el nuevo fin de la construcción.


El hotel Granada, el primer hotel de tipo internacional que tuvo la ciudad, no necesita presentación para los colombianos viejos, aunque quizá a los jóvenes no les diga nada el nombre de este edificio afrancesado que fue demolido para dar pazo a la ampliación de las avenidas Séptima y Jiménez.

 
En ese orden de ideas, los dos arquitectos australes también fueron los “culpables” del surgimiento  de toda una escuela de canteros, carpinteros y herreros diestros en la nueva escuela decorativa que generaba tanta demanda para elaborar dinteles, arcos, chimeneas, enchapes de madera, escudos tallados en piedra y cielorrasos.
 




Casanovas y Mannheim "colonizaron" la calle 34 con 14. Las casas a lado y
lado de la vía están dedicadas a centros de planificación familiar y servicios afines


La recopilación bibliográfica de la obra de Casanovas y Mannheim es una asignatura pendiente. La gráfica es relativamente fácil y queremos contribuir a ella, validos de la afortunada costumbre de estos arquitectos de firmar sus construcciones con placas de piedra. Tal como se ve en las imágenes que ilustran esta nota.
 







Una seguidilla de residencias de C y N en la
carrera 17 entre 36 y 37 

 

Casa de la calle 33 entre cras 13 y 14, en
buen estado de conservación


                                       Uno de los diseños más ricos y valiosos de C y M es
                                      este conjunto ubicado frente al parque de Teusaquillo



 
Su obra incluyó también conjuntos de
 casas, hoy cerrados, pero aún vivos
Antigua sede de la Fundación Compartir, de Pedro Gómez, esta
casa de la av. Caracas con 33, hoy permanece casi abandonada


 

 
 
 
 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Casa de Nariño: El segundo hogar de muchos colombianos




Sí, vivimos en la Casa de Nariño. O vivimos metidos en la casa presidencial. Se sabe que es la casa de todos los colombianos, pero como trabajamos en ella,  la consideramos nuestro  segundo hogar. Diríamos que no tiene nada de diferente a trabajar en cualquier otro lugar. Aunque la gente piensa que la emoción de hacerlo dura toda la vida. Lo que sí se mantiene es el honor de hacerlo, que además comporta una responsabilidad, como los apellidos.

Lo cierto es que la casona en la que trabaja el mandatario tiene más de una historia.  Y nunca faltan  exageraciones que es bueno desechar.

Vamos por partes. El Palacio de Nariño se llamó primero Palacio de la Carrera, por estar situado en la Calle de la Carrera, que es un pedazo de la actual carrera Séptima que tomó ese nombre porque en ella se libraban carreras de caballos. Y de allí se empezó a llamar genéricamente carreras a las avenidas que iban de sur a norte en la ciudad.



El llamado palacio se construyó en el lugar donde quedaba la casa natal del precursor Antonio Nariño. Desde luego que Nariño no nació en el Palacio de Nariño, ni siquiera en el Palacio de la Carrera, como parecen creer algunos.


Es más, el actual palacio no tiene nada que ver con aquello. Porque aquella sede presidencial, cuya construcción fue ordenada por Rafael Reyes en 1908, solo ocupaba un pequeño pedazo de terreno con frente a la carrera Séptima.


Con el tiempo, esa casa con frente neoclásico, llamada con bastante generosidad palacio, se fue extendiendo hacia la parte trasera e incluso tuvo una entrada para carruajes y luego automóviles por la carrera Octava. El 9 de abril de 1948, por ejemplo, cuando era presidente Mariano Ospina Pérez, aun tenía ese tamaño largo y angosto que impedía ampliaciones apenas adecuadas.


Por eso cuando niños y grandes visitan la sede presidencial piensan que en sus salones transcurrió la historia de varios siglos, cuando en realidad diríamos que más de un 70 por ciento del edificio es nuevo, es decir, tiene solo unos treinta y tantos años de construido. 
Terminada la obra, los peatones podían cruzar frente al
Palacio. Poco tiempo después se instalaron las verjas de seguridad
Porque lo que se conoce como Casa de Nariño prácticamente viene de 1979, cuando se empezó a utilizar la obra hecha con amplitud y generosidad y derroche de piedra bogotana, en lo que durante años estuvo casi abandonado, desde 1954, cuando Rojas Pinilla decidió irse al Palacio de San Carlos y hasta 1980, cuando el presidente Turbay Ayala regresó a una obra impulsada por su antecesor López Michelsen (1974-78), que sin embargo había comenzado en 1972 pero con ambiciones mucho menores.


Y en esos 25 años tuvo distintos destinos, principalmente sede de la Cancillería, ya que el salón Amarillo o de credenciales, que aún lleva ese nombre, era el lugar indicado para recibir a los nuevos embajadores. La ley 10 de 1949 ordenó la construcción de la sede presidencial y el despeje de varias manzanas del centro bogotano para conformar una zona de edificios públicos, lo cual finalmente se hizo a medias y se concretó en el llamado Centro Administrativo Nacional (CAN).
Pero volvamos a la historia.
La citada ley ordenó  construir en Bogotá el nuevo palacio para residencia de los Presidentes de Colombia, “aprovechando para ello el sitio ocupado actualmente por el edificio llamado Palacio de la Carrera, y las zonas adyacentes de propiedad particular, comprendidas entre las carreras séptima y octava, así como las demás que juzgue necesarias”. 
 
La norma (art. 2°, declaró de utilidad pública la adquisición de las edificaciones necesarias para edificar sobre ellas el palacio y facultó al Personero Municipal de Bogotá para proceder a la compra o expropiación, si fuere el caso, de dichos inmuebles.
 
El artículo 3 establecía que el gobierno podría ocupar inmediatamente las edificaciones de propiedad particular comprendidas entre las carreras séptima y octava y las calles séptima y octava, y procedería a indemnizar de acuerdo con la ley a las personas naturales o jurídicas que las ocupaban el 28 de abril de 1948.  La misma ley dispuso incluir en las apropiaciones para la vigencia de 1950 “una partida no menor de un millón de pesos” con destino a los gastos que demandara la obra.


Del antiguo palacio queda solo el ala oriental, que fue agrandada hasta ocupar toda la manzana, lo que exigió demoler casas antiguas, entre ellas la que fuera residencia de Camilo Torres y un viejo taller de vehículos oficiales que había en lo que hoy es el extremo suroccidental del palacio. Y también durante varias décadas, como lo señalan las fotografías, lo que hoy es la plaza de armas de la Casa de Nariño fue parqueadero de automóviles luego de que se demolieran las construcciones que allí existieron.

En los 50, luego de demoler las casas, la manzana que hoy es plaza de armas del
palacio sirvió de estacionamiento. Allí quedó la Casa de la Expedición Botánica.


Cuentan los diarios de la época que el palacio construido por Reyes hace más de cien años y que fue diseñado por el francés Gastón Lelarge, costó 198.000 pesos. Y el barrio se conocía entonces como barrio del Palacio, que así se llamaba por el palacio virreinal que quedaba en sus inmediaciones. No La Candelaria, que queda algo lejos y arriba, en la carrera 4ª. con 11. Incluso es más apropiado hablar del barrio de La Catedral o de los cercanos barrios San Agustín, Santa Bárbara o Liévano.



La construcción del actual Palacio de Nariño estuvo a cargo de Estruco Limitada y tuvo un costo de 149 millones de pesos de la época, de acuerdo con una crónica publicada en esos años en el diario El Tiempo. Su interventor fue el arquitecto Fernando Alsina, del Ministerio de Obras Públicas y quien contó con la ayuda de la también arquitecta Olga Tapias.

Otras fuentes históricas precisan que esta ampliación y reforma intervinieron Padilla, Trujillo y Cia. Ltda., que hizo el anteproyecto y estudio en 1968,  con la asesoría de Manuel de Vengoechea De Mier, conocido arquitecto y exalcalde de la ciudad. Padilla presentó otro estudio en 1975 y finalmente se acogió la propuesta de Obregón, Valenzuela y Cia.

Entretanto el diseño del pórtico de columnas de orden jónico que se enfrenta con la parte trasera del Capitolio, fue responsabilidad de los arquitectos Carlos Schloss Pombo y Gabriel Uribe Céspedes.  (2)


Crónica de El Tiempo en 1979

A la antigua casa presidencial, que  tenía 5 mil metros cuadrados, se le agregaron 27 mil metros cuadrados. 1
Entre los aspectos más llamativos de la obra figura el uso de la piedra caliza muy conocida en la ciudad como piedra muñeca o piedra bogotana, producida por la firma Canteras de Terreros, ubicada en Soacha. Allí se utilizaron 4.134 metros de ese noble material.

También merecen destacarse las rejas que circundan la casa casi en su totalidad y que fueron fabricadas por Talleres Grijalba, como lo atestigua la inscripción que llevan algunas torres de esa verja, que anota el año de 1979.

Es de recordar que esa empresa tuvo importante actividad en las décadas de 1940 y 50. Incluso tras los sucesos del 9 de abril de 1948, la empresa Grijalba publicó un aviso en la prensa lamentando los hechos y ofreciendo sus servicios, como puede verse en la imagen.
 


La dotación e inventario del palacio darían para otra crónica. Baste decir que funcionarios de la administración Turbay Ayala causaron una polémica cuando viajaron a Europa a comprar muebles y alfombras.


Pocos son los objetos realmente originales e históricos dentro del palacio y no hay prácticamente nada que haya sido de Bolívar, Santander o Nariño, como a veces se afirma con ligereza. La prensa consultada para este escrito afirma que el tríptico de Andrés de Santa María colgado en palacio estaba avaluado por aquella época en 30 millones de pesos, en tanto que el cuadro del venezolano Tito Salas, que aún adorna uno de los pasillos, estaba avaluado en  12 millones de pesos.

Otras leyendas urbanas aseguran que el palacio tiene una galería de túneles subterráneos e incluso hay quien afirma que Rojas Pinilla tuvo uno que llegaba hasta el aeropuerto para facilitar su huida en caso necesario. No tantos misterios. Si acaso sea cierto que el palacio tiene ventanas blindadas y que fue diseñado con bastante sentido del futuro y la duración, con materiales muy resistentes y paredes de gran grosor, con la experiencia de aquellos años en que se temía un ataque como el que se intentó en el Bogotazo.

Esta foto publicada por El Siglo en 1979 comparaba
la sede presidencial bogotana con la Casa Blanca


El palacio pronto se quedó pequeño y ya en 1987 el gobierno de Virgilio Barco comenzó a buscar para dónde crecer, lo que logró en principio incorporando al Departamento a Administrativo de la Presidencia de la República el edificio adjunto, que era de la Superintendencia Bancaria, y otro más que fue el hotel Imperial y que se utilizó pocos años como sede del Ministerio de Minas.

Por eso les será difícil a los transeúntes de hoy creer que alguna vez esa obra fue considerada signo de opulencia y de riqueza, cuando hoy en día es apenas un lugar digno para el despacho presidencial y hace años resulta insuficiente.



Patio de los Novios. Este sitio marca el fin de la casa
original del Palacio de 1908. Hacia el oeste todo es nuevo.
No parece probable que el palacio deje de serlo por lo pronto, ni que se vaya para otra parte de la ciudad. Hay que destacar que la presencia del gobernante en la zona sirve para mantener la seguridad de ese sector bogotano y ha ayudado a que tenga vida.

Aun así, los transeúntes de hace treinta y no sé cuántos años, cuando pasaban frente a la obra en construcción, se mostraban maravillados de su tamaño y recordamos que un día, aún adolescentes, hicimos una expedición a la distante región del centro, y escuchamos a un camionero que, al volante de su vieja y polvorienta volqueta, comentaba: “¿Van a  vivir mal los berracos, no?"



      (1)    El Tiempo, abril 29 de 1979 pág. 8 A
        Abril 30 de 1979, pág. Última A.

(2)  http://www.banrepcultural.org/exposiciones-itinerantes/Imagen_de_la_arquitectura