lunes, 21 de julio de 2014

Más de medio siglo después, el norte de Bogotá se comunica


La extensión de la carrera 11 en su extremo sur,
cuando atraviesa la Universidad Militar Nueva Granada
La carrera 11 entre calles 100 y 106 de Bogotá, una vía que estuvo interrumpida más de medio siglo, será por fin una realidad luego de una batalla legal en la que las Fuerzas Militares se opusieron a permitir que la vía se comunicara por los extremos y pasara por los predios del llamado Cantón Norte, conjunto de destacamentos militares establecido hace más de 70 años cerca de Usaquén, que aún no había sido absorbido por Bogotá.

En la década de 1960 se desarrollaron la zona norte del Chicó por el sur y los barrios Miranda, Santa Ana y Los Molinos por el norte, pero la carreras 11 nunca siguió su curso hacia el norte, debido a la férrea oposición de las Fuerzas Militares.

A medida que la ciudad crecía y se densifica, se hacía imperioso eliminar ese tapón que se constituyó como una especie de pequeño Muro de Berlín y que dividió  el nororiente de Bogotá y contribuyó a la congestión de sus vías circunvecinas, la carrera Séptima, la calle 100, entre otras.



Desde la 106, en agosto de  2014 ya se veía el trayecto,
dividido el Cantón, y atrás el Chicó. Por fin se comunican


Fue por allá en 1995 que la alcaldía bogotana de entonces resolvió coger el toro por los cuernos y comenzó a cobrar valorización por obras que iban a emprenderse, incluida esta de la ampliación de la 11. Pero se interpusieron los abogados del Ministerio de Defensa y frenaron el trabajo, aduciendo riesgos para la seguridad de su guarnición, a la que años antes se habían metido guerrilleros del M-19 y robado 5.000 armas de una bodega.

El hecho es que el cobro de la valorización por esta obra tuvo que ser devuelto y pasaron más de 20 años antes de que se resolviera el asunto.

Recuerdo que antes de esta batalla, Juan Agustín Carrizosa, que había sido Presidente de la desaparecida Corporación de Ahorro y Vivienda Granahorrar, sostuvo que el mejor negocio que podrían hacer las Fuerzas Armadas era trasladarse a otro lugar fuera de la ciudad y vender por una cuantiosa suma esos predios, que se convertirían en un nuevo barrio de apartamentos de clase.

El proceso llegó en 2003 a un fallo favorable al Distrito Capital, que expropió por vía administrativa la franja necesaria para pasar la vía y tasó en 11.648 millones de pesos la compensación a Mindefensa, que  no aceptó el arreglo.

El proceso legal continuó y finalmente el Ministerio obtuvo hace dos años el pago de más de 37 mil millones más. Y la obra empezó en 2013.

Para lograr vencer este tapón, fue necesario modificar o cercenar pedazos  del Colegio de Bachillerato Patria, la Escuela Superior de Guerra y la Universidad Militar Nueva Granada, en tanto que el Grupo Mecanizado Rincón Quiñones, fue trasladado a Larandia (Caquetá). Por otro lado, se construyeron nuevos edificios dentro del destacamento, cuyas construcciones en muchos casos eran viejas y obsoletas.

La avenida tendrá dos calzadas de tres carriles cada una, en un tramo de 600 metros, separador central, andenes de 3,5 metros de ancho y ciclorruta en el costado occidental.

Los trabajos, por un  valor cercano a los 18 mil millones de pesos,  se adjudicaron en diciembre de 2012 al consorcio Alianza Once, formado por Yamil Sabbagh, Uribe Construcciones y Obras públicas S.L. (1)

Al final, la 11 se podrá recorrer ininterrumpidamente de la calle 127 a la 63, donde el parque e iglesia de Lourdes dan final a la avenida entrando en Chapinero. Aún no se sabe en cuál sentido iría este corredor ya que actualmente es norte-sur a partir de la 100.

A estas alturas, julio de 2014, la obra lleva un alto porcentaje terminado, incluyendo el puente sobre la carrera 11 con 108, básico para llevar la vía hasta el sector de Santa Bárbara, en proximidades de Unicentro.


El puente sobre la NQS en construcción en 2012



El mismo puente terminado, para llevar la 11
al norte, o sea al barrio Santa Bárbara Central

Dicho puente duró casi dos años terminado, sin conducir a ninguna parte, pues se estrellaba al descender en dirección norte-sur con la pared del Grupo Mecanizado Rincón Quiñones, lo que a los ojos del público lo convertía en un elefante blanco como los que a menudo ocurre n en nuestras zonas petroleras. Claro que no es el caso.

Nadie en su sano juicio podría argumentar que esta vía no es necesaria para aliviar el embotellamiento crítico de la ciudad y en concreto de esa zona, en especial en horas pico.



El puente que se estrellaba contra el
Cantón Norte antes de concluir las obras

Fernando Rojas, experto en movilidad y profesor de las universidades del Rosario y Javeriana, considera que la obra traerá un importante respiro a esa zona de la ciudad.

“Si bien la conexión que generará esta ampliación será un respiro para la movilidad de la Calle 100, hay que buscar un plan de manejo de tráfico para que se optimice ese recurso al máximo”, según Rojas. (2)




Estado de las obras en mayo de 2014,
vistas desde la calle 100 hacia el sur

Las autoridades distritales indicaron que la nueva avenida probablemente estará lista en agosto de este año, lo cual ya no podrá cumplirse. (2)

Pero lo más seguro es que se dé al servicio antes de finalizar 2014. Para entonces sabremos el impacto, ojalá favorable, de tan esperada obra.



Vista del puente en sentido sur-norte

 
Notas

(1)  “Adjudican ampliación de carrera 11 sobre Cantón Norte”. El Espectador, 28/12/2012
(2)   “Ampliación de la Carrera 11 será un respiro para la movilidad: Experto”. http://aciem.org/home. Página de la Asociación Colombiana de Ingenieros. Consultado el  3/6/2014 a las 2:28 pm.
(3)  “En agosto terminaría la ampliación de la carrera 11”.  www.eltiempo.com. Consultado el 2/5/2014 a las 8:21 pm.
 

 
 

 

viernes, 18 de julio de 2014

Lourdes: Un milagro en grande que se hizo en silencio

Nos admira ver a Lourdes limpio, cremoso
                                                                                 de tinte, en el esplendor de sus detalles




                                                                      Lorenzo Madrigal. El Espectador, Feb 3 /2014 (1)


La remodelación integral que hace poco terminó discretamente en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, o iglesia de Chapinero, como dicen sencillamente muchos bogotanos, anima a dedicar unos apuntes a este templo considerado por expertos como la única construcción verdaderamente de estilo gótico en Bogotá.

La portada con arcos ojivales recuperó su esplendor.
La verja fue instalada para proteger el templo del vandalismo

 Fueron cerca de cinco años de trabajos que salvaron del deterioro en que se encontraba esta joya del neogótico nuestro. Y el mismo tiempo de polémica por los más de 3.000 millones de pesos invertidos, por la presencia del párroco metido a ingeniero y otras críticas más, al parecer todas infundadas.

 Para comenzar es importante señalar que este templo de grandes dimensiones es

el más grande de la ciudad después de la Catedral y su larga construcción comenzó a finales del siglo XIX, cuando la zona de Chapinero se empezaba a perfilar como una de los primeros destinos de los bogotanos que abandonaron el centro histórico. (2)

La iglesia vista desde su parte posterior. Ca 1940

En ese lugar un zapatero español, Antón Hero de Cepeda, fabricaba sus famosos zapatos llamados chapines en el siglo XVII. 

Según distintos historiadores, antes de Lourdes hubo uno una finca de esa zona bogotana una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción, dependiente del templo capitalino de Las Nieves. Esto era en proximidades de la actual carrera Séptima con calle 60, donde también quedaba la casucha del “chapin Hero”, o el que hacía “chapines”.

Don Primo Groot de Vargas Machuca, quien fuera corregidor de Zipaquirá y administrador de la mina de sal de Nemocón,  y su esposa Francisca de Urquinaona y Pardo donaron en 1812 el terreno para la construcción de una ermita en Chapinero.

El hecho es que la capilla bogotana empezó a construirse en  1875, si bien los planos cambiaron en 1917, año de grandes sucesos mundiales.

En su interior la iglesia bogotana reproduce detalles de la original de Francia, construida en la región en la que la fe sitúa la aparición de la Virgen a Bernardette Soubirous en 1858 y que sufrió el año pasado los devastadores efectos de las lluvias. Incluso se dice que Vicente Arbeláez, el obispo que sacó adelante el proyecto de la capilla,  tenía en su poder planos del templo francés.

Julián Lombana, quien dirigió la construcción y de quien una placa instalada en la entrada principal de la iglesia asegura que no quiso cobrar emolumento alguno, no era arquitecto, pero aprendió el oficio del antillano Thomas Reed, el diseñador del Capitolio Nacional y del Museo Nacional, que antes panóptico.

Se atribuyen a Lombana el Colegio y la capilla de María Auxiliadora (en la zona del actual Centro Internacional), y el edificio de la Alcaldía, en la calle 10 abajo de la carrera Octava.

De la lectura histórica se sabe que la obra ordenada por el arzobispo Vicente Arbeláez en 1875  tuvo muchos tropiezos en sus comienzos, como temblores que hicieron caer una de las torres.  En el proceso de construcción apareció el concreto armado que cambió las condiciones iniciales.
 
Y la iglesia tardó más de tres décadas en construirse, sin llegar a ser una réplica en Bogotá de la eterna catedral de Gaudí en Barcelona, hasta su terminación definitiva en los años 60.

Arturo Jaramillo Concha fue el autor del proyecto, con la colaboración de Giovanni Buscaglione. Y la construcción terminó en 1954.

Sin embargo los vitrales del artista alemán Walter Wolff con escenas evangélicas, tardaría hasta el trágico 1948, la instalación del órgano alemán por  la casa Oskar Binder hasta 1950 y la casa cural hasta 1964. El lugar se llamaba entonces plaza de Argentina y las calles circundantes tenían tráfico de vehículos.

Para el 2009, Lourdes se encontraba en un avanzado estado de deterioro y se anunció la restauración más a fondo de su historia, con un plazo estimado en dos años.

Cabe anotar que los alrededores de la iglesia, el Chapinero apacible de comienzos del  siglo XX, un siglo más tarde era un vecindario peligroso, escogido como zona de bares de mala muerte, y la plaza escenario de artistas callejeros, prestidigitadores y cuentachistes vespertinos, vándalos de aerosol y practicantes de saltos en monopatín por el atrio y las escalinatas de piedra.

Es decir, la iglesia no era y aún no es, de uso exclusivo de fieles, pues hay más de un visitante peligroso en el área, pese a su uso universitario actual.  

El proyecto de restauración estuvo a cargo de los arquitectos Max Ojeda Gómez (director) y German González Páez (interventor) y el ingeniero Fernando Pachón, asesorados por el abogado Germán Oviedo Moreno.

Las obras incluyeron la reparación de la cubierta, el reforzamiento estructural de toda la construcción, la recuperación de vitrales. La reconstrucción pisos y redes eléctrica, la eliminación del muro de cerramiento sobre la calle 63 y la reubicación de la gruta de la Virgen de Nuestra Señora de Lourdes, ubicada en el costado norte, sobre una calle peatonal.



Para la restauración fue necesario instalar una estructura metálica y una cubierta provisionales.



La iglesia de Lourdes a comienzos de 2014, en medio de las obras
 

En marzo de 2014 se dio al servicio de nuevo el templo y se cerró un período de críticas que incluyeron publicaciones escandalosas y que fustigaron sin piedad no solo al párroco, sino a la propia Iglesia, remontándose a la época del medioevo.

La sección investigativa del periódico El Tiempo aseguró haber descubierto que el párroco Adolfo Vera era quien dirigía las obras y lo acusó de incurrir en fallos que restaban  valor histórico al templo, todo con ironías  como que el cura había cometido unos “pecados”.

El sacerdote se defendió aduciendo que era ingeniero civil.

Por supuesto los investigadores no deben saber que quien levantó la iglesia de San Ignacio, una de las más importantes construidas en la antigua Bogotá, fue el cura italiano Juan Bautista Coluccini.


La calle 63, antes estacionamiento, y ahora zona
peatonal utilizada para ferias artesanales

O que el templo del Carmen, más reciente en las historia, es obra del hermano salesiano Giovanni Buscaglione, que además era arquitecto.

Y mucho menos que fray Domingo de Petrés, español, hizo la catedral y la iglesia de la Concepción, y como si fuera poco el Observatorio Astronómico, todo eso en la capital colombiana.

 
Busto del arzobispo Arbeláez, en el parque posterior al templo 
Pero qué importa. Lo que verdaderamente nos satisface es que la iglesia recuperó su esplendor y reabrió sus puertas a los fieles, que soportaron estos años de incomodidades.

Como dato curioso, cuando buscábamos información para estos datos supimos por Wikipedia las coordenadas de este templo de Bogotá:

4°38′58″N 74°3′45″O
 

__________

 Notas

(1)  http://www.elespectador.com/opinion/lourdes-y-patrimonio-columna-472418
(2)  www.arquibogota.org.co/?idcategoria=2191
Consultado el 17 de julio de 2014.

 

 

 
 

 
 
 
 
 

miércoles, 16 de julio de 2014

Urbanidad y urbanistas (11) . Tras las huellas de Camacho y Guerrero

Hace algunos meses Jaime Camacho Fajardo y Julián Guerrero Borrero recibieron un galardón del sector de la construcción a la vida y obra.

Se trataba de un homenaje a la destacada tarea resumida en Camacho y Guerrero, empresa homónima que establecieron en 1963.

Camacho Fajardo nació en Estados Unidos, pero procede de una familia de Puente Nacional, Santander, en tanto que Guerrero es caleño. El primero estudió en el Colegio de San Bartolomé y se graduó de arquitecto a mediados de los 50 en la Universidad Nacional, de la cual fue profesor de esa institución durante mucho tiempo.


Conjunto Geronia, un grupo e casas construido
en 1964 por C y G en el sector de El Nogal.
Impresiona el aprovechamiento escalonado el terreno.
Guerrero, por su parte, estudió en el Colegio Berchmans, de la capital vallecaucana y también estudió en la Nacional, para luego especializarse en Italia y Gran Bretaña.

La firma se asoció en sus comienzos al famoso ingeniero calculista Guillermo González Zuleta.


Edificio Mobil, que incorpora una pequeña estación de
gasolina. Antes hubo una bomba en el mismo lugar.
Al adentrarnos en su trayectoria resalta la especialización en edificios empresariales, corporativos, institucionales y deportivos, lo cual habla de un trabajo extenso y metódico.

Ente las obras iniciales de la firma se recuerdan los talleres y garajes para la Empresa de Trolleys de Bogotá (1956), la central telefónica de la Ciudad Universitaria (1956), la sede de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, la central telefónica de El Chicó (1959), 150 casas en  Niza (1965) y el Coliseo Cubierto El Salitre.

Pero en el ámbito nacional, son fruto del trabajo de este dúo la Plaza de Toros de Cali, el coliseo cubierto de Pasto, el hospital psiquiátrico de Barranquilla; en Cali o sus alrededores la plaza de toros de Cañaveralejo, el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, Carvajal y Compañía y la Gobernación del Valle del Cauca, así como la  Penitenciaría de Occidente en Popayán y más recientemente el Club Campestre Payandé, en Villeta (Cundinamarca).

Decía hace pocos años Aura Lucía Mera en El País, de Cali, hablando de Camacho y Guerrero, que “afortunadamente el destino quiso reunirlos”. (1)


Esta imagen agrupa tres obras seguidas de C y G,
situadas en la zona financiera de la 72, en Bogotá

“Creo que en ese momento ni ellos mismos sabían que le darían un vuelco definitivo a la arquitectura y al diseño en Colombia y que el humilde ladrillo se convertiría en protagonista principal”, comentó.

Y es que las obras de C y G aparecen desde la misma llegada del viajero a Bogotá y lo saludan a medida que se adentra en la capital colombiana.

Así desfilan Carvajal, Kodak y Legis, y más allá El Salitre y luego la zona financiera de la 72 que en pocas manzanas reúne los edificios Mazuera, Mobil, Coca-Cola  y Colmena, construidos en los 80 y 90.

Julián Guerrero le confesó a la columnista caleña citada que empezó a enamorarse del ladrillo cuando hacía estudios de posgrado en Roma y al regresar vio que el material bogotano es de óptima calidad.

Edificio Fernando Mazuera, originalmente conocido
como Multifinanciera, en plena Avenida de Chile.

Es poco lo que podemos agregar en estas notas de Jaime Camacho y Julián Guerrero. Sus realizaciones nos han acompañado desde la infancia, aunque entonces nada sabíamos de sus creadores y tal vez aún muchos cohabitantes de este altiplano siguen sin saberlo.

Hace poco la feria de Expoconstruccion y Expodiseño, de Bogotá, les entregó a C y G el Premio Nacional al Diseño, Investigación y Construcción de obras en arcilla por el edificio Colmena, situado en la carrera 7 con calle 78 en  Bogotá. (2)







“Las cualidades urbanas, arquitectónicas de este edificio son un ejemplo de la trayectoria profesional de sus autores, caracterizada por la seriedad, el conocimiento y el excelente manejo del ladrillo”, señaló el jurado.












martes, 15 de julio de 2014

Urbanidad y urbanistas (10). Tras las huellas de Pablo de la Cruz

 

Pablo de la Cruz nació en Medellín en 1894 y murió en Bogotá en 1954. Representante de la generación centenarista, se  graduó como arquitecto en la Universidad Católica de Chile.

Fue director de Edificios Nacionales para la época de la inauguración de la sede de la Biblioteca Nacional (1938), obra de Alberto Wills Ferro.
 
A De la Cruz se le conoce principalmente por varios edificios estatales y una que otra residencia particular.

Desde el punto de vista histórico y político, es de destacar el Palacio de Justicia, o mejor, el primer palacio de justicia, que diseñó este arquitecto y que existió desde 1920 hasta 1948 en la esquina de la carrera 5a. con calle 11, donde hoy se encuentra la sede del Fondo de Cultura Económica o Centro Cultural Gabriel García Márquez.

La calle 11 entre los siglos XVI y XIX tuvo una gran importancia social. Partiendo de los lados de la catedral en sentido occidente-oriente, en esa equina quedó una capilla y el convento de La Enseñanza, aparte de la iglesia de La Candelaria y la Casa de la Moneda. 

Muchos años más tarde se establecieron allí el Ministerio de Gobierno, el Palacio Episcopal y la Nunciatura Apostólica, dependencias que como el propio Palacio de Justicia fueron incendiadas y destruidas el 9 de abril de 1948. Después del Bogotazo, los escombros del palacio se  recogieron y allí funcionó por cuarenta años un estacionamiento de vehículos oficiales, hasta que México encargó a Rogelio Salmona la que fue tal vez su última obra. 

 
Palacio de Justicia  incendiado el 9 de abril de 1948

El edificio del Instituto pedagógico Nacional (hoy Universidad Pedagógica Nacional, situado en la avenida de Chile y del que subsiste más o menos la mitad de la construcción original,   se construyó entre 1927 y 1932 y fue fruto de un acuerdo municipal que estipulaba la entregaba del  terreno a cambio de becas.

Los que queda del Instituto, deteriorado  por el uso y abuso de ese centro educativo, es escenario de vez en cuando de pedreas y manifestaciones que fastidian a los habitantes y transeúntes de esa zona empresarial y financiera del norte de Bogotá.
 
Pero vale la pena citar otras creaciones suyas como el edificio Manuel Peraza (1920), ubicado en la antigua avenida Colón, hoy calle 13, que fuera la perta de entrada a la ciudad, por su proximidad a la estación del ferrocarril. Suele decirse que ese edificio de …. Pisos fue el  primero de la ciudad en tener ascensor.
 
También el edificio Nohora, actualmente conocido como Edificio Malkita, en la carrera 9ª. con calle 12, a espaldas de la alcaldía bogotana, en un sitio en el que hoy en día predominan negocios de propiedad de la comunidad sirio-libanesa.

El Instituto Pedagógico, en la calle 72, del cual
 hoy queda medio edificio desfigurado estéticamente
 
Esta construcción afrancesada fue encargada por el comerciante libanés de telas Melhem Nohora y sirvió de sede de una tienda de textiles de nombre Malkita.
 
De la Cruz recorrió varias zonas del país en plan profesional. Fue también interventor de las obras de reconstrucción del centro de  Manizales luego del incendio de 1925,  que fue confiado a la Casa Ullen.

Igualmente participó en la construcción de la plaza de mercado de la Concepción, principal mercado capitalino hasta comienzos de la década de 1950, cuando la ampliación de la carrera Décima obligó a su demolición. Este mercado se hallaba en la manzana comprendida entre las calles 10 y 11 y las carreras homónimas, y se levantó desde mediados del siglo XIX en predios que pertenecieron al Convento de la Concepción. Allí queda ahora la zona comercial de San Victorino.


Edificio Malkita, antes Nohora, actualmente vacío

 
Otro diseño de Pablo de la Cruz es una parte del Hospital San Juan de Dios, de la Hortúa, institución actualmente cerrada, que se edificó entre 1914 y 1926 en el lugar que hoy corresponde a la avenida Caracas con calle 1ª. Este centro asistencial también sufrió reformas cuando se amplió la Décima.
 
Seguimos en este recorrido por la obra de De la Cruz mencionando la Estación del Ferrocarril del Sur (1923), contigua a la de la Sabana y que fue demolida parcialmente.
 
Por último, Pablo de la Cruz fue el diseñador del Parque Nacional Olaya Herrera, construido en los años 30 del siglo pasado por el Ministerio de Obras Públicas y complementado con acierto por un lado con el barrio La Merced y sus casas de corte inglés al sur de ese pulmón urbano de Bogotá, y en tiempos más recientes por el conjunto de edificios empresariales al oeste.
 
¿Qué sería de Bogotá sin ese parque que algunos europeos asocian con sus ciudades?

El parque ocupa un terreno de 47 hectáreas en el que se construyeron una pérgola de piedra, vías de circulación y una gran alberca circular, se instalaron faroles y bancas y se erigió un monumento en honor de Rafael Uribe Uribe.
 
Por cierto, De la Cruz escribió sobre el Parque Nacional lo siguiente: “Para mí el principal objeto de un parque no es el de darle pulmones a la ciudad y demás palabrerías, sino que debe tener un fin educativo. (…) El parque es para el pueblo y el pueblo debe enseñarse a cuidarlo como se cuida su propiedad”.

Por último nos referimos al arquitecto para abogar por una obra suya que vivió tiempos de esplendor y que hace años se deteriora lentamente ante la indiferencia oficial y extraoficial, que terminará n por facilitar su demolición, que quizá es lo que en el fondo se busca por obvios intereses mercantiles.

Se trata de Villa Adelaida, la  casa de don Agustín Nieto Caballero, que data de 1914, cuando Chapinero era un suburbio distante poblado de quintas apacibles de aire europeo.
La casa de don Agustín Nieto Caballero en la antigua
 Carretera Central del Norte, hoy al borde de derrumbarse


Villa Adelaida dejó hace varias décadas de ser la residencia del ilustre pedagogo que fundó el Gimnasio Moderno, sirvió de sede del restaurante El Gran Vatel, luego de parqueadero y quedó sumida en la ruina. Se habló de construir allí un hotel, un centro comercial o edificios de apartamentos, e intervino el Ministerio de Cultura en 2001 para declarar el inmueble como bien de interés cultural. Desde entonces la casa se cae en medio de un limbo legal.

Su amplio terreno produce apetito a los empresarios y constructores, máxime si se tiene en cuenta que está enclavado en el centro financiero y a pocos metros del nuevo distrito gastronómico capitalino, la famosa Zona G.
 
El debate se extinguió y la casa se desvanece en medio de la basura, los rayones y blasfemias de aerosol, y es muy probable que un día decidan darle el tiro de gracia. El mismo expediente al que se acudió en el último medio siglo para destruir tanto patrimonio y tanta riqueza urbana de Bogotá.

 
 
 
Notas:

Para este perfil se consultaron varias fuentes bibliográficas, entre ellas:
 
 
Historia de las Arquitectura en Colombia, Escala, 1985
Atlas Histórico de Bogotá