viernes, 7 de febrero de 2014

Embajadas en Colombia

Las casas de los embajadores pueden ser uno de los submundos fascinantes ocultos dentro de las ciudades. Desde los tiempos de la infancia, las residencias diplomáticas parecían decirnos algo de cada país, de su riqueza y cultura. Y ello sucede igual en Washington que en París, en Brasilia que en Tokio, en El Cairo que en Madrid.

Así por ejemplo, las sedes diplomáticas estadounidenses usualmente muestran grandes despliegues de seguridad, las europeas algo de la grandeza de antiguos imperios, las de países lejanos parecen exóticas –Japón, por ejemplo–, las hay misteriosas –Rusia y Cuba en algún tiempo– u ostentosas, como las de ciertos países del Medio Oriente. Y de nuestras vecinas y hermanas repúblicas vemos en sus embajadas el deseo de emular con los poderosos y rodear de esplendor la misión que ocupan temporalmente los que conquistan las mieles de la diplomacia y disfrutan de años sabáticos en el exterior.

Bogotá no es la excepción y desde el siglo pasado se destacaron sectores de la ciudad favoritos para establecer las casas de embajada, que se mantienen a grandes rasgos en la actualidad.

Casa de Ecuador. Obra del español Alfredo Rodríguez Orgaz.
 

Intentamos acercarnos al origen de las casas de embajadas en nuestra ciudad y si bien la historia no está escrita, hay material valioso para  esa asignatura pendiente.

En algunos casos  hay que diferenciar la sede de la Embajada y la residencia del embajador. Nos dedicaremos casi exclusivamente a las casas residenciales

Sobre el tema, Villegas Editores publicó hace seis o siete años un volumen sobre Casas de Embajadas en Washington D.C.

Y por cierto Estados Unidos tiene mucho que mostrar en casas diplomáticas. Su embajada en La Haya es obra de Marcel Breuer y la de ese país en Atenas estuvo a cargo de Walter Gropius. (1)

Nuestra propia Colombia, por ejemplo, tiene anécdotas interesantes en la materia. Basta citar la embajada en Brasilia, obra del arquitecto caleño César Barney, establecido en esa ciudad hace muchos años, y localizada en el llamado “Setor de Embaixadas”, al lado de la de Venezuela y las restantes.

Pero sin alejarnos, a finales del siglo XIX había en Bogotá un buen número de consulados y legaciones, como se llamaban entonces las embajadas. Por entonces las dependencias oficiales eran precarias y modestas, y los viajeros anotaban que ni siquiera había una sede digna para los mandatarios, cuya casa recibía el pomposo nombre de palacio.

El Atlas Histórico de Bogotá, que conocimos por su autor, Alberto Escovar, ofrece las direcciones exactas de una docena de sedes extranjeras, pero no se precisa si eran solo oficinas o incluían la vivienda de los diplomáticos. (2)


El diario El Tiempo publicó esta imagen de la Legación
Británica en la Belle Epoque. No ubicamos el lugar de la mansión 
El Atlas señala las direcciones exactas de las misiones en 1891, todas en el centro histórico de la ciudad, lo cual nos permite ubicarnos en  el lugar.

Así por ejemplo, la de Alemania quedaba en la 8ª con 13, donde hoy hay un edificio de parqueaderos; la de España en San Victorino, la de Estados Unidos en la 7 con 13, donde ahora hay almacenes de ropa y zapaterías, la de Francia en la 16 con 9ª, donde hoy se venden discos y libros piratas en el espacio público; y la legación inglesa en la carrera 10ª con 10ª, sitio arrasado para ampliar la avenida 10ª frente a San Victorino.

Alcides Arguedas, cuyo libro “La danza de las sombras” es un verdadero retrato de los colombianos de comienzos del siglo pasado, vivió en un hotel del centro bogotano (Hotel del Pacífico) mientras fue ministro (embajador) de Bolivia en un año crucial en el que terminó el gobierno de Abadía Méndez (y con él la Hegemonía Conservadora– y empezó la República Liberal con Enrique Olaya Herrera.

La costumbre de residir en hoteles, pensiones y hostales era habitual entonces entre los diplomáticos, El mismo Arguedas relata que en el hotel coincidió con el poeta Guillermo Valencia y con otros diplomáticos. (3)

Por tradición el cuerpo diplomático tiene como decano al nuncio apostólico y su casa, es decir, la Nunciatura ha sido una sede de importancia. Aún lo es pero el 9 de abril de 1948,  cuando quedaba en la calle 11 con carrera Cuarta, fue incendiada y quedó reducida a escombros.

El esplendor de las casas de embajada vendría en los años 40. Los bogotanos acaudalados emigraron hacia el norte y las embajadas siguieron el mismo curso y de igual manera terminaron en amplios y confortables chalets de estilos que iban desde el Tudor hasta el moderno.

Con todo, muchas veces las embajadas no fueron construidas de nueva planta, sino que las casas de personalidades o de los ricos terminaban siendo adquiridas por otros gobiernos para destinarlas a residencias de sus embajadores.

Era una época en la que los grandes empresarios se destacaban por sus casas de generosos espacios y diseños.


Aquí estuvo la Embajada de Ecuador

Y así  sobresalieron varias zonas, que enseguida revisamos, sin ser exhaustivos.

En los 50 hubo residencias de embajadas en la avenida Caracas, como la de Brasil, ahora sede universitaria, o la de Ecuador, en una casa que ha tenido varios cambios de destinación.

Casa de los embajadores de Italia

Otro punto de encuentro de moradas diplomáticas está en la carrera Séptima entre 77 y 85, zona de embajadas como las de Italia, España, Perú y Venezuela.

La de los embajadores de Venezuela, también de Herrera Carrizosa

En los altos del barrio Los Rosales, están o estaban las de Estados Unidos, Rusia y China. Y otro punto de encuentro, también en Rosales, es el de la carrera 4ª con 74 (Brasil, Suecia y Chile).
 
 
Uno de los puntos de esplendor –aún algo se conserva– fue el de la avenida 87 entre 8a. y 10,  donde coincidían las casas de los embajadores de Francia, Holanda y Gran Bretaña, y en una época la de México.
 

La casa del Embajador de España, situada en la carrera Séptima no. 78-01, obra del arquitecto Manuel de Vengoechea, fue de Gregorio Obregón, un empresario barranquillero que además de la empresa familiar de tejidos, fue directivo de la cervecería Germania y  de Avianca, y alcalde de Bogotá en 1949, además de miembro de numerosas juntas directivas.


La casa del embajador de España fue de propiedad del 
empresario Gregorio Obregón y la construyó Vengoechea
Como hemos reseñado en otra ocasión, a ésta mansión se le subió hacia 1977 la tapia que la circundaba, cuando comenzaron los problemas de seguridad de este país y se amplió la vía, cercenándole parte del antejardín. Además, fueron talados dos grandes pinos que había en el andén. Más recientemente se dañó un poco la fisonomía de la casa con  vidrios blindados, una garita de vigilancia, concertinas y cámaras de TV.



Guillermo Herrera Carrizosa construyó varias de las grandes residencias bogotanas que hoy alojan casas de embajadas. Entre ellas las casas de dos de los hermanos Salazar Grillo, que pasaron a mediados del siglo pasado a ser el Club del Comercio y la residencia de la Embajada de Venezuela, respectivamente.

La actual sede del Club del Comercio fue alguna vez Embajada
de Rusia y antes residencia de la familia Salazar
 
También de su propia residencia, ahora sede del Jockey Club de Bogotá, en la carrera 4a. con calle 72.

Al lado de la casa de Guillermo Herrera y frente la una de la otra, las bellas casas de Jorge Camacho Reyes, actual embajada de Brasil, y la casa de Salvador Camacho Reyes, embajada de Suecia, de estilos muy diferentes.


Residencia del Embajador de Brasil, una de las tres
 obras de Herrera Carrizosa en la carrera 4 con calle 74
 
Como decíamos la Embajada de Ecuador tuvo en los años 70 del año pasado como residencia una de las tres casas  del arquitecto  Manuel de Vengoechea, construidas para las hijas de don Leo Kopp. Fue en los años 70 del siglo pasado Embajada de Ecuador, que ahora se encuentra en la carrera 10ª con calle 94.

Y como anticipábamos, dos de las más grandes casas dedicadas a esta función fueron obra de Guillermo Herrera. Se trata de la de Venezuela, en la Séptima con 85, que también fue tocada por la ampliación de la avenida hace 35 años; y la de Rusia, que en 1948, cuando Colombia rompió con Moscú, cambio de uso para ser el Club del Comercio, en la misma avenida a la altura de la calle 62.

La casa del Perú, de Víctor Schmid, también sufrió por la
ampliación de la Séptima. Ahora se utiliza para las oficinas

La Embajada de Perú  estuvo hasta hace unos años en la casona de la Séptima con 80 diseñada por Víctor Schmid, a la cual también le pasó por las narices la ampliación de la avenida en 1978. Ahora están allí las oficinas y el embajador se fue a vivir en lo alto del Chicó.

La casa del embajador de Francia, literalmente afrancesada y construida en la 87 con 9ª, es obra de Manuel de Vengoechea. Muy cerca de allí está la de los Países bajos, con frontis y columnas.

Y al final de esta calle señorial y sombreada, la de Gran Bretaña, que es tal vez una de las más grandes y suntuosas. Ocupa una manzana entera, fue diseñada por Vengoechea y perteneció al político Camilo De Brigard Silva, secretario de la IX Conferencia Panamericana que deliberaba en Bogotá cuando ocurrieron los hechos del 9 de abril de 1948.


Corte y estado actual de la casa de la Embajada de Gran Bretaña
 
Una residencia de embajada que alcanzamos a conocer en pie antes de ser demolida era la de Canadá, en la carrera 13 con 91. Fue demolida para levantar una edificio de apartamentos de Luis Restrepo.
 
La casa de Japón es reciente y se edificó sobre una
hermosa mansión de los 70, que fue demolida
 
Ojalá no ocurra eso con la de Argentina, que sobrevive rodeada de edificios en una sinuosa calle de Rosales, carrera 1ª. con 70, cerca del lecho de la quebrada La Vieja y que entre sus comodidades tiene una piscina.


Residencia moderna del Embajador
de Chile, también en Rosales
 
Hubiéramos querido detenernos en la Embajada de Estados Unidos, que queda en Rosales y cuyos linderos dan hacia la avenida Circunvalar, en la parte oriental, y hacia la carrera 4ª al occidente. No es fácil obtener datos de esta amplia sede, por elementales razones de seguridad.
 

Casa del embajador de EEUU, un 4 de julio

 
Notas

(1) Loeffler, Jane C. The Architecture of Diplomacy: Building America's Embassies. Princeton Architectural Press. New York, 1998.
 
(2) Escovar, Alberto et al, Atlas Histórico de Bogotá 1538-1910. Editorial Planeta, Bogotá, 2004.

(3) Arguedas, Alcides. La danza de las sombras. Banco de la República, Bogotá, 1982.


 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 
 
 
 
 

 

 
 
 

 
 

 

 


 

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