lunes, 25 de febrero de 2013

Vamos a tumbar a Bogotá. Historia de las demoliciones

                                          En la situación actual el romanticismo no funciona.
                                                                                              Germán Téllez (*)
 
A Bogotá la están demoliendo literalmente. El desmadre administrativo que sufre la ciudad desde hace varios alcaldes y que con el actual ha alcanzado su máxima expresión, tiene entre sus víctimas el patrimonio urbano de la capital de Colombia.

Sin saber cómo y sin darnos cuenta, las normas que protegían los bienes de conservación prácticamente desaparecieron para dar patente a la acción voraz de las picas y martillos que se están llevando valiosas muestras de la arquitectura nacional para dejar el terreno libre a los constructores, con el argumento de que no hay tierra suficiente para urbanizar.

Están tumbando en Chapinero casas que alguna vez fueron parte de los bienes de conservación, arrasando las pocas casas que quedan en el Chicó y Santa Bárbara, conjuntos completos de casitas en Cedritos y, lo que más aterra, edificios enteros de apartamentos, para reemplazarlos por otros más altos y por supuesto más rentables, pero muchísimo más rentables.

Ignoramos si exista una historia de las demoliciones, una tesis de grado sobre este procedimiento en nuestro medio. Pero en los manuales de historia y en las fotografías de la Bogotá antigua están dispersos los testimonios de construcciones que fueron derribadas o se cayeron solas.

La Catedral de Bogotá, de 1803, no es por supuesto la original, y en el parque Santander había una iglesita, la capilla del Humilladero, demolida antes de que se viniera al suelo. Y los temblores frecuentes en la Santafé de los siglos XVI, XVII y XVIII dieron al traste con numerosas construcciones, generalmente endebles, que fueron sustituidas por otras más resistentes y con mejores materiales que la tapia pisada.




Obras notables demolidas fueron el convento de la Enseñanza, en la calle 11 con 6ª, donde hoy está el Fondo de Cultura Económica, y el Palacio de Justicia que hubo en el mismo terreno hasta 1948. También se derribaron el convento de Santo Domingo, donde hoy está el mediocre edificio Murillo Toro, sede del Ministerio de Comunicaciones.

El Hotel Granada, joya de estilo francés de Manrique Martín –dicen que el diseño lo hizo en parís el arquitecto colombiano Diego Suárez–, dio paso a finales de los 50 al Banco de la República, de Rodríguez Orgaz.

Capítulo aparte merece la labor colosal que supuso abrir la carrera Décima, que tuvo que llevarse por delante construcciones valiosas como el edificio Salgado, la iglesia de Santa Inés y muchas casas bajas.
 
Algo similar pero en menor escala ocurrió al abrir la calle 19 o Ciudad de Lima, que era una calle angosta, alrededor de 1970. E incluso la carrera Séptima entre la 32 y a 72 fue ampliada en ese mismo tiempo recortando los antejardines u obligando a tumbar algunas cosas. Y algo así tuvo lugar en 1978 en la misma Séptima de la 72 a la 100.

Antes se había abierto la avenida Caracas en el centro demoliendo un costado de la víaa. Es por eso que se entiende que en muchas zonas de Bogotá los edificios sean bastante estrechos y no tengan fondo o que apenas haya aceras.

De seguro las demoliciones fueron casi manuales en sus comienzos. Pero,  hablando en términos modernos, las demoliciones más o menos técnicamente realizadas aparecieron hacia la década de 1940. De hecho los derrumbamientos de construcciones florecieron en 1948, luego de los destrozos del 9 de abril.

Entre los recuerdos de infancia figuran los letreros de finales de los 70 con el nombre de Manuel Vicente Fetecua, cuya firma compraba cuanta demolición apareciera y se encargaba de vender los materiales.

Tampoco olvidamos cómo cayó un pequeño edificio de la Séptima con 24, en el sitio conocido como Terraza Pasteur –hoy deteriorado y desprestigiado–. Aquí se incluye un recorte de prensa que lamenta la demolición y revela que ese fue el primer edificio de concreto armado que hubo en la ciudad y que lo hizo la compañía Cemento Samper.

La prensa informaba en 1973 sobre la caída de este edificio de la
Terraza Pasteur, hoy sustidido por un lamentable centro comercial

En los 70, 80 y 90 se dictaron algunas normas de conservación urbanística –hubo un famoso acuerdo del Concejo–, ya que para entonces se había desatado una de esas fiebres demoledoras para hacer edificios, oficinas y locales donde antes hubo grandes residencias.

Teusaquillo, La Magdalena, La Soledad y otros barrios cercanos al centro alcanzaron a sufrir daños y el sacrificio fue irreparable, pero se salvaron verdaderas obras de arte como La Merced, área homogénea de casas de estilo Tudor y testimonio de una era de pujanza y ascenso de la clase dirigente, así como una parte de Quinta Camacho. 

Casa del arquitectro Gabriel Serrano en la 7a. con 83. Hoy en su lugar
hay una estación de servicio. Lucía una obra del brasileño Cándido Portinari

No corrieron con tan buena suerte la riqueza de Rosales, El Nogal, la Cabrera y El Retiro, de los que poco queda.

El Chicó fue un referente del nuevo estilo nacional de los 60, un lapso de prosperidad y tranquilidad, lo más parecido al American Way of Life.

Este pequeño edificio del Chicó, a punto de ser demolido, fue
residencial y al final sirvió de oficina de Pizano, Pradilla, Caro y Restrepo.


En ello tuvo mucho que ver la empresa Ospinas y Compañía, que hace poco cumplió 75 años.

Pero de El Chicó no queda nada. Excepto, claro, la casa de la hacienda que fuera de doña Mercedes y otros herederos de don Pepe Sierra.

Lo que queda bien podría llevar un letrero parodiando un programa de televisión. “También caerán”.

Y la última moda en demoliciones está cerca de lo que se ve en las fotos de las agencias de noticias: cargas explosivas para tumbar más rápido moles de mayor tamaño para que varias plantas caigan como naipes.
 


Son las que se hacen a gran escala, como se ve en este 2013 en el Chicó y El Retiro. Se anuncia la demolición, no de uno, sino de dos edificios al tiempo. Debe ser por aquello de las economías de escala.
 
Difícil dar crédito a lo que vemos en la Séptima, donde varios edificios de vivienda aún considerados de alta gama exhiben vallas amarillas de esas de la curadurías urbanas, que anuncian a los vecinos la demolición inminente y su reemplazo por el doble de la altura. Algo impensable hace pocos años.

Dos edificios de apartamentos  de la 7a. con 80,
antes de caer, y el proyecto que los sustituirá

Preocupa la laxitud de las autoridades en materia de conservación urbana y parece que hubieran cedido ante el mercantilismo de los edificadores.

En materia normativa, el famoso acuerdo 6 de 1990, fue reglamentado por varios decretos que, entre otras, declaraban zonas de conservación las áreas de Teusaquillo, Bosque Izquierdo, La Merced y las subsedes de El Retiro, El Nogal, La Cabrera-Rosales y Quinta Camacho-Granada.



Así desaparecía la casa reservada para la vejez de los
arzobispos de Bogotá, en la 8a. con 85. Cayó en los 90.


Estas casitas, de referencias británicas, ocupaban
un terreno en la 8a con 76, cerca del Gimnasio Moderno


Desde entonces, una sucesión de normas ha incluido y excluido bienes de la lista de los que se deben conservar y muchos de ellos han sido demolidos mientras llega la orden. O se abandonan hasta que la ruina obliga a demolerlos. (Ver recuadro).

Hay quienes dicen que el Consejo Asesor de Patrimonio de Bogotá estudia cada año 50 solicitudes de exclusión de la lista. Parece fácil entonces el procedimiento. Y la que pierde es la ciudad.

El arquitecto Germán Téllez asegura que en Rosales desaparecieron en los últimos veinte años al menos 55 paradigmas de la arquitectura moderna del período 50-70. (1)
 


Esta casa de Rosales existió hasta los 80


Y esta otra, de Manuel de Vengoechea, fue la casa de Antonio
José  Uribe  Portocarrero. Allí se encuentra hoy el edificio ING.

En esto cabe recordar una anécdota del mismo Téllez sobre Eduardo Balén, propietario de una casa en la calle 70 arriba de las Séptima, quien sostenía que no podía “continuar viviendo sentado sobre tres cuartos de millón de dólares”. Por ahí pasó, diríamos a los precios actuales.

Téllez calculaba entonces que de los 750 mil predios de la ciudad, 3.800 eran joyas urbanas.

Cierto es que, como dice Carlos Niño Murcia, “ante el eterno conflicto entre tradición y cambio no se puede embalsamar el pasado y cerrarse a toda renovación”.

Desde luego que hay áreas de Bogotá que merecen renovarse. Pero muchas merecen conservarse.


 
Apéndice

7 mil inmuebles en la lista

Bogotá cuenta con aproximadamente 7 mil inmuebles públicos y privados declarados patrimoniales, que se conservan debido a sus valores arquitectónicos, artísticos o históricos, incluyendo 133 monumentos nacionales, según el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Por patrimonio se entienden obras individuales de arquitectura habitacional, institucional, comercial, industrial, militar y religiosa. (2)

Los inmuebles ubicados en el Centro Histórico se encuentran inventariados por el decreto 678 de 1994 y los que se encuentran fuera de este por el decreto 606 de 2001.

El decreto 678 de 1994 reglamenta el Acuerdo 6 de 1990 y asigna el tratamiento especial de conservación histórica al Centro Histórico y a su sector sur del Distrito Capital. Los BIC del Centro Histórico están clasificados en:

Categoría A (Monumentos Nacionales): son los inmuebles declarados como tales por Resolución del Consejo de Monumentos Nacionales o de las entidades competentes.

Categoría B (Inmuebles de conservación arquitectónica): son aquellos que por sus valores arquitectónicos, históricos, artísticos o de contexto, deben tener un manejo especial de conservación y protección.

Categoría C (Inmuebles reedificables y lotes no edificados): son aquellos que pueden ser modificados sustancialmente, o demolerse, y aquellos no construidos susceptibles de tener desarrollo por construcción.

Categoría D (Inmuebles de transición): son aquellos ubicados en el sector sur, de que trata el artículo 1º del Decreto 678 de 1994.
 

Notas:

(*) El Tiempo. Lecturas Dominicales, Julio 8 del 2006

(1)  Revista Cambio, mayo de 2008
(2)  Web del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.



Este pequeño edificio de apartamentos de El
Retiro (8a. con 84) espera turno de demolición






Casa del arquitecto caleño Humberto Vásquez (1970),
en ruinas poco antes de la demolición.
 
Calle 92 con 19 en enero de 2013.
Este edificio ya no existe. Se construye otro.
 


6 comentarios:

  1. Vivo en europa y hace poco el Terraza Pasteur en Bogotá. Qién es el arquitecto? Es para denunciarlo públicamente en todo el mundo; ojalá publiquen una foto del tipo (o tipa) para que lo reconozcan en todos los aeropuertos del mundo. Qué esperpento de edificio! Al animal arquitecto no se le ocurrió otra cosa que meter un espantoso entablamento dizque clasicoide, con todo y columnas. Tomé varias fotos para mostrarlas por todo el mundo; sólo me falta la foto del animal disegnbador de semejante vómito.

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  2. Agradezco el comentario. Para fines de documentación, Wikipedia informa que el edificio en cuestión fue diseñado por la firma Arquitectura Urbana Ltda, de Libardo Cuervo Quevedo.

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  3. Buenas noches soy hijo del sr Manuel Vicente fetecua Chavarro quisiera saber más de cosas de el

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    1. Infortunadamente no conozco a fondo la historia de don Manuel Vicente Fetecua, con excepción de los avisos de lata que veía en la década de 1970 en las demoliciones en algunas zonas de Bogotá.
      Por otra parte, algunos estudiosos de la historia y del lenguaje de la ciudad afirman que del señor Fetecua proviene el verbo "fetecuar", refiriéndose a demoler, como se ve en este link:

      http://www.tubabel.com/definicion/7348

      Gracias por su mensaje y un cordial saludo.

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    2. Hola soy nieta de Manuel Vicente, si quieres contacnos.

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  4. Excelente obra histórica... Muy ilustrativa... Gracias

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