En la situación actual el romanticismo no funciona.
Germán Téllez (*)
A
Bogotá la están demoliendo literalmente. El desmadre administrativo que sufre
la ciudad desde hace varios alcaldes y que con el actual ha alcanzado su máxima
expresión, tiene entre sus víctimas el patrimonio urbano de la capital de
Colombia.
Sin
saber cómo y sin darnos cuenta, las normas que protegían los bienes de
conservación prácticamente desaparecieron para dar patente a la acción voraz de
las picas y martillos que se están llevando valiosas muestras de la
arquitectura nacional para dejar el terreno libre a los constructores, con el
argumento de que no hay tierra suficiente para urbanizar.
Están
tumbando en Chapinero casas que alguna vez fueron parte de los bienes de
conservación, arrasando las pocas casas que quedan en el Chicó y Santa Bárbara,
conjuntos completos de casitas en Cedritos y, lo que más aterra, edificios
enteros de apartamentos, para reemplazarlos por otros más altos y por supuesto
más rentables, pero muchísimo más rentables.
Ignoramos
si exista una historia de las demoliciones, una tesis de grado sobre este
procedimiento en nuestro medio. Pero en los manuales de historia y en las
fotografías de la Bogotá antigua están dispersos los testimonios de
construcciones que fueron derribadas o se cayeron solas.
La
Catedral de Bogotá, de 1803, no es por supuesto la original, y en el parque
Santander había una iglesita, la capilla del Humilladero, demolida antes de que
se viniera al suelo. Y los temblores frecuentes en la Santafé de los siglos XVI,
XVII y XVIII dieron al traste con numerosas construcciones, generalmente
endebles, que fueron sustituidas por otras más resistentes y con mejores
materiales que la tapia pisada.
Obras
notables demolidas fueron el convento de la Enseñanza, en la calle 11 con 6ª,
donde hoy está el Fondo de Cultura Económica, y el Palacio de Justicia que hubo
en el mismo terreno hasta 1948. También se derribaron el convento de Santo
Domingo, donde hoy está el mediocre edificio Murillo Toro, sede del Ministerio
de Comunicaciones.
El
Hotel Granada, joya de estilo francés de Manrique Martín –dicen que el diseño
lo hizo en parís el arquitecto colombiano Diego Suárez–, dio paso a finales de
los 50 al Banco de la República, de Rodríguez Orgaz.
Capítulo
aparte merece la labor colosal que supuso abrir la carrera Décima, que tuvo que
llevarse por delante construcciones valiosas como el edificio Salgado, la
iglesia de Santa Inés y muchas casas bajas.
Algo
similar pero en menor escala ocurrió al abrir la calle 19 o Ciudad de Lima, que
era una calle angosta, alrededor de 1970. E incluso la carrera Séptima entre la
32 y a 72 fue ampliada en ese mismo tiempo recortando los antejardines u
obligando a tumbar algunas cosas. Y algo así tuvo lugar en 1978 en la misma
Séptima de la 72 a la 100.
Antes
se había abierto la avenida Caracas en el centro demoliendo un costado de la víaa.
Es por eso que se entiende que en muchas zonas de Bogotá los edificios sean
bastante estrechos y no tengan fondo o que apenas haya aceras.
De
seguro las demoliciones fueron casi manuales en sus comienzos. Pero, hablando en términos modernos, las
demoliciones más o menos técnicamente realizadas aparecieron hacia la década de
1940. De hecho los derrumbamientos de construcciones florecieron en 1948, luego
de los destrozos del 9 de abril.
Entre
los recuerdos de infancia figuran los letreros de finales de los 70 con el
nombre de Manuel Vicente Fetecua, cuya firma compraba cuanta demolición
apareciera y se encargaba de vender los materiales.
Tampoco
olvidamos cómo cayó un pequeño edificio de la Séptima con 24, en el sitio
conocido como Terraza Pasteur –hoy deteriorado y desprestigiado–. Aquí se
incluye un recorte de prensa que lamenta la demolición y revela que ese fue el
primer edificio de concreto armado que hubo en la ciudad y que lo hizo la
compañía Cemento Samper.
La prensa informaba en 1973 sobre la caída de este edificio de la Terraza Pasteur, hoy sustidido por un lamentable centro comercial |
En
los 70, 80 y 90 se dictaron algunas normas de conservación urbanística –hubo un
famoso acuerdo del Concejo–, ya que para entonces se había desatado una de esas
fiebres demoledoras para hacer edificios, oficinas y locales donde antes hubo
grandes residencias.
Teusaquillo,
La Magdalena, La Soledad y otros barrios cercanos al centro alcanzaron a sufrir
daños y el sacrificio fue irreparable, pero se salvaron verdaderas obras de
arte como La Merced, área homogénea de casas de estilo Tudor y testimonio de
una era de pujanza y ascenso de la clase dirigente, así como una parte de
Quinta Camacho.
Casa del arquitectro Gabriel Serrano en la 7a. con 83. Hoy en su lugar hay una estación de servicio. Lucía una obra del brasileño Cándido Portinari |
No
corrieron con tan buena suerte la riqueza de Rosales, El Nogal, la Cabrera y El
Retiro, de los que poco queda.
El
Chicó fue un referente del nuevo estilo nacional de los 60, un lapso de
prosperidad y tranquilidad, lo más parecido al American Way of Life.
Este pequeño edificio del Chicó, a punto de ser demolido, fue residencial y al final sirvió de oficina de Pizano, Pradilla, Caro y Restrepo. |
En
ello tuvo mucho que ver la empresa Ospinas y Compañía, que hace poco cumplió 75
años.
Pero
de El Chicó no queda nada. Excepto, claro, la casa de la hacienda que fuera de
doña Mercedes y otros herederos de don Pepe Sierra.
Lo
que queda bien podría llevar un letrero parodiando un programa de televisión.
“También caerán”.
Y
la última moda en demoliciones está cerca de lo que se ve en las fotos de las
agencias de noticias: cargas explosivas para tumbar más rápido moles de mayor
tamaño para que varias plantas caigan como naipes.
Son las que se hacen a gran escala, como se ve en este 2013 en el Chicó y El Retiro. Se anuncia la demolición, no de uno, sino de dos edificios al tiempo. Debe ser por aquello de las economías de escala.
Difícil dar crédito a lo que vemos en la Séptima, donde varios edificios de vivienda aún considerados de alta gama exhiben vallas amarillas de esas de la curadurías urbanas, que anuncian a los vecinos la demolición inminente y su reemplazo por el doble de la altura. Algo impensable hace pocos años.
Dos edificios de apartamentos de la 7a. con 80, antes de caer, y el proyecto que los sustituirá |
Preocupa
la laxitud de las autoridades en materia de conservación urbana y parece que
hubieran cedido ante el mercantilismo de los edificadores.
En
materia normativa, el famoso acuerdo 6 de 1990, fue reglamentado por varios decretos
que, entre otras, declaraban zonas de conservación las áreas de Teusaquillo,
Bosque Izquierdo, La Merced y las subsedes de El Retiro, El Nogal, La
Cabrera-Rosales y Quinta Camacho-Granada.
Así desaparecía la casa reservada para la vejez de los arzobispos de Bogotá, en la 8a. con 85. Cayó en los 90. |
Estas casitas, de referencias británicas, ocupaban un terreno en la 8a con 76, cerca del Gimnasio Moderno |
Desde
entonces, una sucesión de normas ha incluido y excluido bienes de la lista de
los que se deben conservar y muchos de ellos han sido demolidos mientras llega la
orden. O se abandonan hasta que la ruina obliga a demolerlos. (Ver recuadro).
Hay
quienes dicen que el Consejo Asesor de Patrimonio de Bogotá estudia cada año 50
solicitudes de exclusión de la lista. Parece fácil entonces el procedimiento. Y
la que pierde es la ciudad.
El
arquitecto Germán Téllez asegura que en Rosales desaparecieron en los últimos
veinte años al menos 55 paradigmas de la arquitectura moderna del período 50-70.
(1)
Esta casa de Rosales existió hasta los 80 |
Y esta otra, de Manuel de Vengoechea, fue la casa de Antonio José Uribe Portocarrero. Allí se encuentra hoy el edificio ING. |
En esto cabe recordar una anécdota del mismo Téllez sobre Eduardo Balén, propietario de una casa en la calle 70 arriba de las Séptima, quien sostenía que no podía “continuar viviendo sentado sobre tres cuartos de millón de dólares”. Por ahí pasó, diríamos a los precios actuales.
Téllez
calculaba entonces que de los 750 mil predios de la ciudad, 3.800 eran joyas
urbanas.
Cierto
es que, como dice Carlos Niño Murcia, “ante el eterno conflicto entre tradición
y cambio no se puede embalsamar el pasado y cerrarse a toda renovación”.
Desde
luego que hay áreas de Bogotá que merecen renovarse. Pero muchas merecen
conservarse.
7 mil inmuebles en la
lista
Bogotá
cuenta con aproximadamente 7 mil inmuebles públicos y privados declarados
patrimoniales, que se conservan debido a sus valores arquitectónicos,
artísticos o históricos, incluyendo 133 monumentos nacionales, según el
Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Por patrimonio se entienden obras
individuales de arquitectura habitacional, institucional, comercial,
industrial, militar y religiosa. (2)
Los
inmuebles ubicados en el Centro Histórico se encuentran inventariados por el
decreto 678 de 1994 y los que se encuentran fuera de este por el decreto 606 de
2001.
El
decreto 678 de 1994 reglamenta el Acuerdo 6 de 1990 y asigna el tratamiento
especial de conservación histórica al Centro Histórico y a su sector sur del
Distrito Capital. Los BIC del Centro Histórico están clasificados en:
Categoría
A (Monumentos Nacionales): son los inmuebles declarados como tales por
Resolución del Consejo de Monumentos Nacionales o de las entidades competentes.
Categoría
B (Inmuebles de conservación arquitectónica): son aquellos que por sus valores
arquitectónicos, históricos, artísticos o de contexto, deben tener un manejo
especial de conservación y protección.
Categoría
C (Inmuebles reedificables y lotes no edificados): son aquellos que pueden ser
modificados sustancialmente, o demolerse, y aquellos no construidos
susceptibles de tener desarrollo por construcción.
Categoría
D (Inmuebles de transición): son aquellos ubicados en el sector sur, de que
trata el artículo 1º del Decreto 678 de 1994.
Notas:
(*) El Tiempo. Lecturas Dominicales, Julio 8
del 2006
(1)
Revista
Cambio, mayo de 2008
(2)
Web
del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.Este pequeño edificio de apartamentos de El Retiro (8a. con 84) espera turno de demolición |
Casa del arquitecto caleño Humberto Vásquez (1970), en ruinas poco antes de la demolición. |
Calle 92 con 19 en enero de 2013. Este edificio ya no existe. Se construye otro. |