miércoles, 10 de agosto de 2016

Una casa moderna sobrevive a las puertas de una clínica

Foto de Revista Proa
 
Hace algunos años, cuando Bogotá comenzó a destruir su patrimonio arquitectónico, en particular la riqueza correspondiente a la vivienda y lo que supone de memoria urbana, comenzaron a brillar las riquezas de sectores como el Antiguo Country.

Este barrio surgió en la década de 1950 en los alrededores de la calle 85 con carrera 15, en los predios que pertenecieron al Country Club y su vieja casona de estilo vasco diseñada por Vicente Nasi.

Con el crecimiento de la ciudad y la llegada de las nuevas tendencias de la vivienda norteamericana, el Antiguo Country se pobló de casas de dos pisos y algunos edificios de apartamentos de 4 o 5 plantas.

El conjunto incluyó servicios complementarios  como los de salud, representados por la Clínica del Country; comerciales, como el supermercado Carulla  y algunos locales para bancos, restaurantes, farmacias y ópticas; de entretenimiento, como el desaparecido Teatro Almirante, y religiosos, como la capilla de Santa Rita de Cassia.

No fue el Antiguo Country un barrio de mansiones, como sí lo fueron sus vecinos del oriente ­–La Cabrera– y del norte, donde estaba el Chicó. Pero fue lugar para confortables residencias de clase prácticamente alta, con tamaños no tan grandes, salvo algunas excepciones.  

A estas alturas, en el 2016, se cuentan con los dedos las viviendas que sobreviven en el sector, hoy convertido en zona netamente comercial y en  gran parte de servicios médicos. En particular la Clínica del Country se expandió hacia el occidente construyendo nuevas sedes, el teatro fue demolido y en su lugar se construyó el edificio Almirante Colón, e incluso los edificios de tres plantas han desaparecido para dar paso a consultorios, laboratorios y centros de especialistas.

Algunas construcciones de la zona, como la bella casa de Nicolás Rocha (1957), en la calle 83 con carrera 17, fueron hechas por Ricaurte, Carrizosa y Prieto.


Esa firma, activa entre los 50 y los 70, fue constituida por los arquitectos Santiago Ricaurte Samper, Manuel Carrizosa Ricaurte y José Prieto Hurtado y entre sus realizaciones más importantes se recuerda el edificio Avianca, alguna vez el más alto del país.

La casa que nos ocupa, que se mantuvo en impecables condiciones hasta hace pocos años quedó estrangulada por edificios médicos. Hasta la década pasada sirvió con la esplendorosa blancura de su fachada como casa de familia y es una lástima no poder tener más datos sobre sus últimos propietarios.

Lo que sí sabemos es el origen de la construcción, reseñada en 1957 por la Revista Proa. (1)


“Esta casa semiurbana fue construida recientemente, al norte de la ciudad, en la nueva urbanización del Country Club”, señala la edición de Proa de la época y añade que en esta obra “corresponde el estudio de sus dos plantas a las necesidades preconizadas en Bogotá para familias poco numerosas”. Eso para la época, aclaramos, pues hoy el área resulta bastante generosa.

La publicación arquitectónica resalta “una holgada acomodación en las zonas sociales del primer piso y un sentido de comodidad y confort en la planta alta”.

Señala también que “la arquitectura de sus fachadas, sin tener particularidades ni atractivas especiales, es grata por la franqueza en su expresión. Nada de trucos ni componendas arbitrarias”.

Finalmente sostiene que “es una lástima que en este tipo de urbanizaciones que llaman modernas, la extensión de los solares no sea de mayor superficie. Así se podría disponer de jardines y recreos interiores con la consiguiente valorización del conjunto”.

Llamaba la atención el balcón de la segunda planta, que vemos en los planos publicados por Proa. La terraza formada por las vigas de concreto de la cubierta permite la entrada de la luz al salón familiar situado encima de la sala del primer piso y protegido por una amplia puerta corrediza.
 

Sobre Ricaurte, Carrizosa y Prieto, que también construyeron en la 85 con 16 la sede del Banco Industrial Colombiano, BIC (ahora sucursal de Bancolombia), nos detendremos en próxima ocasión.


Con nostalgia por la desaparición de esta y muchas casas más, en el Country y más allá, publicamos en esta entrada imágenes propias y prestadas de esa casa de la 83.   

Y animamos a los conocedores de la Bogotá de hace medio siglo, a los antiguos moradores y a los amantes del tema a que complementen la historia, que como otras publicadas, aspiran a convertirse en fuente informativa y a preservar la memoria urbana de nuestra querida ciudad.

 

Notas
1.Revista Proa. Edición 112 septiembre de 1957

 
 

 

 

 

 

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