jueves, 7 de junio de 2012

La carrera pésima



Una imagen de la Décima durante décadas. Buses, humo, ladrones, caos
La carrera Décima, la vía abierta en la década de 1950 para modernizar y desahogar al pueblo que era Bogotá entonces, significó la llegada de un estilo de vida, de la moda, del comercio y del trabajo,  pero poco tardó poco en convertirse en un reflejo del absurdo capitalino y en resumen de todas sus desgracias.

Pasaron rápido los años de las modernas torres de oficinas y de las tiendas al estilo americano y de las aceras limpias y el separador arborizado y el tráfico fluido de enormes taxis y unos pocos autobuses.

La avenida lleva el nombre del empresario que fue alcalde varias veces y que la impulsó la obra

Ya en la década de los 70 la inseguridad,  congestión y contaminación se reunían en la que alguna vez fuera una amplia vía, que cayó en un abismo de degradación y deterioro cada vez más hondo.


Imagen recurrente de la Décima. El desorden y la contaminación

No hay bogotano que no asocie la décima con el caos y numerosos documentales muestran esta avenida como un río de autobuses viejos, contaminantes, destartalados, ruidosos y agresivos que tardan horas en llegar, atravesar o abandonar el centro de la ciudad con destino al norte, al sur, el oriente o el occidente de Bogotá.

El panorama de esta zona que partió el centro de Bogotá en dos lo completaba una mancha interminable de vendedores ambulantes y la no menos incómoda de raponeros merodeando entre oficinistas y estudiantes atemorizados.

Esa vía construida sobre kilómetro y medio de casas antiguas, la mitad del mercado principal e incluso un templo colonial, alguna vez se  consideró “la carrera de la modernidad” –así se titula un magnífico estudio publicado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural en 2010– y a finales de la década pasada llegó al punto más bajo.

Víctimas principales de la postración de la Décima fueron sus edificios que pasaron a dividirse, desfigurarse, reformarse y subdividirse y degradarse. Así, las construcciones de oficinas y de apartamentos, ennegrecidas por la polución hasta perder el color del ladrillo, de la piedra, del aluminio o el vidrio, se convirtieron en improvisados centros comerciales, eso que la gente del medio conoce como “pajareras”, unos locales formados por perfiles de aluminio y vidrio en los caben la mercancía y una o dos personas de pie.

Edificios sobre el costado oriental de la Décima. Merecen un
baño y si se restauraran serían una  buena alternativa para vivienda
u oficinas. Sobre el aviso rojo de "Arde la brasa" funciona un burdel.

Y ya para terminar, los habitantes ilustres de la Décima se fueron a otras partes hastiados del caos. Primero se fueron la Sociedad de Agricultores de Colombia, Camacol, y el Banco Cafetero; y más tarde Colseguros, el Banco de Bogotá, y Colpatria, incluso la antigua Dirección de Prisiones, que quedaba encima de un almacén Tía. Y el más fiel de los moradores de la zona, Seguros Bolívar, que tenía estación de gasolina propia en el sótano, al estilo americano, resistió hasta el 2011, cuando salió de su imponente edificio de los 50 y se marchó a las nuevas zonas corporativas.

La torre del Banco de Bogotá, diseñada por Skidmore, Owings
& Merrill. Sufrió deterioro notable convertida en sede judicial
Hace unos cuatro años comenzó un largo y tortuoso camino para integrarla a la avenida a la fase 3 del sistema de autobuses articulados Transmilenio.

Este proceso lleva cuatro años causando incomodidades indecibles al centro de Bogotá y a sus residentes y visitantes, pero parece por fin que los trabajos van a terminar y que la vía va a tener una segunda oportunidad. Es difícil creer que la arteria enferma de tantos años pueda cambiar.

Sin haber sido inaugurada la fase 3 de Transmilenio,
los carriles de la Décima, hábitat de indigentes
Se espera que al entrar en operación los grandes vehículos y sus estaciones sobre la línea troncal, la Décima vuelva a ser la vía importante que debe ser y que una ciudad con tan precaria red vial como Bogotá necesita.

Con todo, esa nueva carrera Décima que la malicia popular convirtió en ‘carrera pésima’, sin haber sido inaugurada ya está sufriendo deterioro y absorbiendo indigentes que duermen tirados en los separadores, rasgan las bolsas de basura  y encienden fogatas en plena vía.

Muy pronto esta pared de la esquina de la Décima con Jiménez,
donde estuvo la primera Líbrería Panamericana, fue pintarrajeada.
Hay estaciones pintarrajeadas aún sin ser estrenadas y el trabajo arduo de las brigadas de aseo, cada mañana es arruinado por los vagabundos que enseguida riegan la basura en las calzadas como si fuera un deporte, como para dar su tono  al entorno, para marcar territorio.

Esta arteria es también blanco de los mamarrachos tan de moda pintados en paredes y puertas de los establecimientos comerciales. Y antes de darse al servicio, ya hay andenes destrozados por las ruedas de los viejos autobuses que se niegan a perder su reinado de humo negro y chatarra.

Vista al norte, hacia el hotel Tequendama. Al centro
el paso subterráneo entre estaciones de Transmilenio

Con todo, la inminente entrada en operación de las nuevas obras ha despertado las primeras reacciones y ya son varios los edificios que han lavado sus fachadas que para sorpresa de los transeúntes, muestran algo de su esplendor original.

Así lo hizo Residencias Colón, un edificio inmenso concebido para hotel, situado diagonal al Tequendama y que perteneció a la viuda de Pedro Nel Ospina. Su primer nombre fue Residencias El Parque. Edificio que por cierto y guardadas las proporciones, transportaba al observador a viejas películas de ambiente neoyorquino.


 
Residencias Colón, en un comienzo llamadas El Parque.
En mayo de 2012 fue el primer edificio "lavado"
del humo y la suciedad de la carrera Décima.
Es aventurado pensarlo pero ahora que Bogotá tiene déficit de terrenos para construir, la Décima tiene una gran capacidad instalada que, solo con algunas adecuaciones y la generosa inversión privada o estatal –una corporación que se empeñe en ese propósito de grandes dividendos–, podría volver a ser un buen vividero y un centro financiero y comercial. Falta que alguien dé el primer paso.



Frente al Parque Tercer Milenio, a dos cuadras del palacio presidencial,
cualquier parte de la avenida es buena como dormitorio de urgencia.

Poco antes de darse al servicio Transmilenio, así se veía un
día festivo la zona más concurrida de la Décima hacia el sur
Hacia el sur, la Décima se adentra en zonas de menor calidad urbana.

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