Los autobuses que circulan en las ciudades del mundo tienen generalmente una o dos puertas para entrar o salir. En algunos casos tres si los vehículos son muy grandes, como los articulados con fuelle intermedio.
Y como es lógico entender, esas puertas sirven para subir y bajar. Es más, por lo general una es para entrar y otra para salir. Pero a veces sirven para ambas cosas. Por ejemplo en Rio de Janeiro se ingresa a los autobuses por la puerta trasera y en Madrid por la delantera, mientras que en Londres los famosos Routemasters, los típicos vehículos rojos de dos pisos, tienen atrás una enorme puerta, una especie de estribo o vestíbulo que sirve para ambos propósitos.
Pero en Bogotá no operan esas leyes de la lógica. Por eso es normal que los pasajeros entren por la salida y eso tiene su historia. El caos propio de la incivilizada gente que habita en este valle y su vieja costumbre de hacerlo todo al revés, no podía dar nada diferente.
Los pasajeros se acostumbraron a entrar por la puerta de salida, la de atrás, y ese vicio empezó por culpa de los choferes deshonestos, que de esa forma se embolsillan el importe de los pasajes al no marcar la registradora, ese torniquete que tienen los autobuses en la puerta delantera y que contabiliza el número de pasajeros. Cuando lo tienen.
Pero no era suficiente deshonestidad. Y por eso en nuestro propio código de ética, para qué pagar el valor legal del pasaje, si se puede pagar menos, la cantidad que uno tenga? Ya sea que los estudiantes se hayan gastado el dinero en dulces o que al obrero no le hayan pagado a tiempo. Se paga lo que se pueda. Al fin y al cabo el chofer se transa, como si comprendiera la mala situación. O es dinero que se embolsilla.
Los pasajeros desde la calle enseñan al chofer un billete de mil como diciéndole: lléveme por “esto”, así el pasaje valga 1.450,oo.
O los estudiantes que se comieron el dinero del transporte, van más allá y dicen: nos lleva a los cuatro por 2.000? A lo que el conductor accede generosamente abriendo la puerta trasera para que entren por ella. Y de paso molesten a los pasajeros que pagaron el pasaje completo y que van parados en el pasillo del vehículo.
Pero si los pasajeros pagan incompleto, los choferes no pierden tampoco, porque muchas veces se quedan con las “vueltas” y si se suma la moneda de 50,oo que dejan de dar a cada pasajero, al final del día han reunido más ganancias.
Es que somos vivos, dirán. Acá siempre hallamos formas sencillas de burlar los inventos y métodos universales de organización o de simple ordenamiento social. Aquí conseguimos en las esquinas antenas “robacanales para no tener que pagar la factura de la televisión.
Y si los aparatos de juegos tienen restricciones de fábrica qué importa. Acá les ponemos “el chip” por 20 mil pesos y quedan siendo “universales”. Mucho menos importancia tendrá leer un libro pirata o comprar discos de música o películas chiviadas.
Entonces si el derecho es subirse a un bus por delante, es decir, entrar por la entrada, aquí se entra por la salida.
Y por la entrada, sin pagar, saltándose a la torera el torniquete de la registradora, suben a la brava vendedores, pedidores, músicos y cantantes.
Y los que tienen la mendicidad como forma de vida con su discurso chantajista, idéntico en todos los casos, para justificar lo que presentan como “mi forma de trabajo”.
“Yo prefiero no robar ni hacerles daño”.
Gracias, dice para sus adentros el pasajero.
Y apelan a la educación: "¡Buenas tardes!" Y claro, el que no conteste no es educado, como se lo enrostra el pedigüeño.
Y ni qué decir de las audiciones musicales sobre ruedas y en vivo, a volumen estridente. Música llanera por ejemplo, con arpa y todo dentro de una buseta, que antes de llegar al trabajo ya ha arruinado el día a los pasajeros. Y no estamos juzgando la manera de sobrevivir. Hemos estudiado durante meses este problema y ya vemos a diario las mismas caras en los mismos, sitios. Luego la actividad de alguna manera es rentable, es un verdadero modus vivendi.
Eso somos. Esa es nuestra cultura, así sea una total incultura.
Pero ni autoridades ni empresas ni los propias víctimas ciudadanas hacen nada para evitarlo.