El Pasaje Hernández, una galería de comercio construida a finales del siglo XIX, es considerado el primer centro comercial que hubo en Bogotá. Este pasadizo situado en la carrera 8a. (antigua calle de Florián) con calle 12, se complementó en 1918 con el edificio Hernández, inaugurado en 1918.
2018.
Estas construcciones se inscribieron en el deseo de modernidad de las nuevas burguesías bogotanas.
La zona se desarrolló hacia el norte en la década de los 30 y a los lados del pasaje se construyeron los edificios del Banco Comercial Antioqueño y de la Compañía Colombiana de Seguros, con frente sobre la calle 13. Pero antes, en 1928, se levantó en el interior de la manzana una interesante construcción de seis plantas, de propiedad del empresario Moris Gutt y de don Marco D. Dávila, conocido como Edificio Gutt Dávila, de acuerdo con la investigación de Enrique Martínez Ruiz, en su libro Quinta Sion, los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogotá”. 1
Gutt, de origen ucraniano, que llegó al país a comienzos del siglo XX con su hermano Salomón –fueron importantes constructores– y Dávila adquirieron el 10 de noviembre de 1928 cuatro lotes en el límite del Pasaje Hernández, desde donde arranca el Pasaje Gamba, nombre que debe a su propietario, Emilio Gamba.
Allí se desprendía una calle peatonal hacia el occidente, que se pensaba que saldría hacia la carrera 9a., con el nombre de Pasaje Colombia, lo cual nunca se hizo realidad.
En el terreno sur de este último punto se levanta desde entonces el Edificio Gutt Dávila.
Este edificio fue considerado como uno de los más altos de la ciudad en su tiempo.
La fachada se caracteriza por una rica ornamentación, ventanas con molduras y antepechos con balaustres, y una esquina curva con pilastras de yeso.
En el primer piso tenía locales comerciales. A partir del segundo piso, había oficinas, un ascensor y áreas de circulación con piso de ladrillos de vidrio conocidos como Vitro Block, lo cual facilitaba la iluminación natural en las zonas de circulación de cada planta.
La fachada se caracteriza por una rica ornamentación, ventanas y antepechos con balaustres, y una esquina con pilastras de cemento.
Entre tanto, a pocos metros de la zona, se consolidaba un sector bancario que tendría preponderancia durante casi todo el siglo XX, en esa zona funcionaban numerosos establecimientos comerciales pertenecientes a miembros de la comunidad sirio-libanesa en la carrera 9a. entre calles 11 y 12, especialmente de textiles.
En 1933, Gutt y Dávila vendieron el inmueble a la Compañía Colombiana de Seguros, que, como decíamos, tenía su sede en un edificio situado a pocos metros sobre la entonces calle 13, actual calle 12 B.
La torrecita se conoció más tarde como Edificio Quintana, ya que allí funcionó durante un tiempo la Inmobiliaria A. Quintana y Cia.
Después de un largo abandono, a comienzos de esta década la parte baja del edificio tuvo la mala fortuna de convertirse en estacionamiento de motocicletas y el pasaje la desgracia de volverse una moto vía. Es raro el día que los transeúntes podemos caminar por allí en paz y que no nos toque saltar a un lado de la vía para no ser atropellado por los motociclistas abusivos, a pesar de que un letrero instalado a la entrada indica que las motos deben entrar apagadas.
El edificio que nos ocupa tiene uno de los locales en litigio que ojala se resuelva. Así lo señala un cartel de notificación judicial colgado en su fachada.
En 2024, una vez más, las autoridades bogotanas anunciaron su intención de renovar el centro, para rehabilitar y aprovechar edificaciones valiosas, por medio de la empresa de renovación Renobo.
La ahora denominada calle 12 B, antigua calle de los bancos de la ciudad, es quizá la de mayor potencial de recuperación patrimonial del centro de Bogotá y con un esfuerzo de la empresa privada podría ser parte del renacimiento del centro capitalino.
Y esta edificación en particular, Gutt Dávila, actualmente medio abandonada, podría ser un formidable hotel o sede de restaurantes.
Infortunadamente, hace pocos años las paredes de ladrillo a la vista fueron cubiertas con pintura y, tal como acabamos de anotar, la entrada del edificio ahora es guarida de motocicletas.
Pero, soñar no cuesta nada.
Notas
1.Martínez Ruiz, Enrique. Quinta Sión, Los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogotá. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana.








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