Campanario de la iglesia de Santa Bibiana, ubicada en el barrio Santa Ana, cerros orientales |
El arquitecto de origen suizo Viktor Schmid, fallecido en Bogotá hace
dos décadas, dejó un sello en el paisaje urbano de la ciudad, pero su obra
lastimosamente ha sido arrasada casi hasta el exterminio.
Schmid, quien nació en Saint Gallen en 1909, tuvo un valor agregado y es que, más que trabajar en una corriente de moda, creó su propia escuela, el entre nosotros llamado (y copiado) estilo suizo.
Ese estilo es el que aprendimos a reconocer de jóvenes en la pequeña
iglesia de Santa Bibiana, los estudiantes en el colegio Helvetia, los amigos
de las familias que vivían en casas de Bogotá y o pasaban temporadas en fincas diseñadas
por el maestro, o simplemente los transeúntes que pasamos frente a sus
construcciones, de las cuales quedan muy pocas.
Edificio en La Candelaria |
Y ese valor agregado del arquitecto se lo daba, además de la riqueza de
sus trabajos –que incorporaban los materiales del lugar, como nuestra tapia
pisada–, el hecho de ser además un maestro
en los oficios de la ebanistería y la forja.
Entonces su labor no se limitaba a planear y construir, sino que se
extendía a crear también muebles, puertas, lámparas, chimeneas, herramientas, canales y bajantes, e
incluso elaborarlos con sus propias manos.
Nuestra primera referencia de Schmid salió de una entrevista que le
hizo en los 80 Antonio Morales Riveira pocos años antes de su muerte para la
revista Diners (1).
El recorte de la publicación, que conservo, se ilustra con una estupenda foto del
arquitecto encendiendo su pipa, que más parece un capitán de barco de Julio
Verne.
“230 obras todas demolidas, quedan solo 17”, me dice a pocos días del
2015 su hijo, el también arquitecto Urs Schmid, gestor de la Fundación Víctor
Schmid, y quien vela por lo que queda del
legado.
Esta casa de Schmid, con techo de paja, es parte hoy de la Universidad El Bosque |
Pero sigamos con la historia. Schmid, que había estudiado arquitectura
en Colonia (Alemania), llegó de carambola
a Colombia en 1940, a bordo del buque “Conte Biancamano”.
El entonces joven arquitecto huía de la guerra en Europa y pensaba
llegar a Río de Janeiro, pero terminó quedándose en Colombia durante una escala
en Buenaventura. Fue allí donde se topó con el cónsul suizo Walter
Röthlisberger, que la abriría las puertas de la altiplanicie bogotana, en la
que ya había una colonia de paisanos helvéticos.
Después de sus primeras construcciones, Viktor Schmid se asoció en 1945
con Alfonso Dávila Ortiz y otros bogotanos, que fundaron la empresa Construcol.
Alcanzamos a recordar en años de adolescencia aun en pie varias obras
de Viktor Schmid, que cayeron sin piedad por intereses económicos, sin importar
su valor urbanístico.
Casa en la calle 74 con carrera 4a
A finales de los 50, el arquitecto decidió regresar a su país, pero no logró acoplarse y volvió pocos años más tarde a Colombia. Dicen sus amigos que se sentía como un refugiado en su propio lugar de origen y por eso decidió retornar a Colombia, con 60 años a cuestas.
“Colombia para mí era y es mi versión del Edén”, dijo Schmid en la
citada entrevista. Esa vez declaró también que para él “la arquitectura debe
incluir ser constructor al tiempo que diseñar”.
En cuanto a los materiales y técnicas de la tierra, afirmó que “una pared de tapia pisada vale tres veces
menos que un muro de ladrillo y resiste más”.
“Mi modo de ver la arquitectura es casi antropológico”, expresó Schmid,
que tenía la necesidad de hacer todo con las manos.
Esa vez confesó que tenía guardadas cajas con cuentos y novelas inéditos
y una autobiografía.
Muchas creaciones de Schmid fueron encargos de la burguesía bogotana de
la época, no solo de la colonia suiza. “Mi
padre le ofreció un toque de diferencia exótica, exclusividad y la elegancia de
lo rústico”, dijo alguna vez su hijo. (2)
Así, salieron de su lápiz la Casa Röthlisberger (1941), que desafía
honrosamente las posibilidades multimillonarias del negocio inmobiliario desde
la esquina suroriental de la carrera 11 con calle 85.
Del mismo año es la finca El Refugio, de Rómulo Lara, situada en Sasaima,
y en la cual funciona hoy en día un hotel spa.
Esta casa parece una granja europea enclavada en el barrio la Cabrera |
Siguen en la lista la modernista casa del pintor Sergio Trujillo Magnenat
(1946) en la calle 58 con 3a, restaurada hace poco; la de Gabriel Toro (1946), en la carrera 8ª no 87-43,
que parece una granja de algún cantón extraviada en La Cabrera; y la de Alberto Isaza (1948), en la calle 74 con 7a, que conocimos pocos
años antes de su demolición.
Esta construcción de la 7a con 74 cayó a pesar de los llamados para conservarla |
“Nadie pudo salvar la joya de Schmid”, publicó El Tiempo al registrar
la demolición para dar paso a un edificio de apartamentos construido por Camilo
y Nicolás Samper.
Algún libro de arquitectura menciona detalles de la casa de Marcelo
Uribe (1950) en la 81 con 5a , que tenía 8 habitaciones y capilla. Y que ya no
existe.
Son obras de Schmid el Colegio Helvetia (1952), la casa de Aurelio
Samper (1952) en la calle 75 con 15, y la de Jorge Castello (1953), ahora Embajada
de Perú, en la 7ª con calle 81.
La casa Castello, actual Embajada de Perú |
La vivienda de Aurelio Samper se salvó. Ahora es parte de la sede norte de la Universidad Central |
Como también el edificio ubicado en plena zona histórica de La
Candelaria, en la calle 11 con carrera 2a., que se conserva en buen estado.
Por ser quizá su única obra de tipo religioso, nos detenemos en la
capilla de Santa Bibiana (1957), que se edificó sobre antiguas pesebreras de la
hacienda de Tomás Rueda Vargas, Santa Ana.
Otras vistas de Santa Bibiana, capilla que nació de antiguos establos de la casa de don Tomás Rueda Vargas |
La capillita de la carrera 1ª. con 108, bautizada en memoria de doña Bibiana Vargas de Rueda, ha sido sitio de moda para matrimonios y tiene las funciones adicionales de eje de circulación y parque.
Urs Schmid también me indicó que él y su grupo la restauraron y
recuperaron el esplendor de varios alteraciones infligidas por alguno de los
párrocos.
Casa Carrizosa, también en Santa Ana |
Y para terminar citamos las casas de Ernesto Carrizosa (1962), hoy
camuflada entre mallas de alambre y setos en Santa Ana, muy cerca de Santa
Bibiana –para protegerse de la inseguridad– de Jaime Correal (1962), en la carrera 14 con
94, hasta hace poco restaurante de mariscos; y la de Humberto Vegalara (1963).
Todo ello sin olvidar sus objetos, como los que decoran el interior del
edificio Casa Medina. Todo lo que influenció a arquitectos locales que
pergeñaron el estilo suizo y hasta mueblerías que intentaron ofrecer sus
diseños. Mecedoras, mesas y repisas con canales de color rojo, camas y sillas con espaldares con un corazón
en el centro, y lámparas de cobre y pergamino.
Casa del pintor Sergio Trujillo Magnenat |
A finales de 1991, el Museo Nacional de Colombia organizó la exposición ‘40 años de Viktor
Schmid arquitecto’.
“¡Lástima que no se haya entendido suficientemente el valor de su
arquitectura y que el afán de lucro para hacer más rentables los terrenos haya
permitido la demolición!”, manifestó entonces su amigo y socio Alfonso Dávila. (5)
Y Bogotá, que le debe un homenaje al maestro, puede empezar por
comprometerse a que vivan para siempre las obras de Viktor Schmid que
sobrevivieron al exterminio. Y a estimular esa especie de “schmidsonian” que podría
ser su museo en Bogotá. (6)
Notas
1.Morales Riveira, Antonio. Víctor Schmid. En Revista Diners, Junio de
1980
2.En pocas palabras. Juan Manuel Pombo Abondano. Revista Cambio.
Septiembre 15 de 2002
3.Nadie pudo salvar la joya de Schmid. El Tiempo, viernes 27 de
noviembre de 1992. Pág. 1D
4.Rozo, Eugenia Catalina. Víctor Schmid, Arquitecto y artista.
Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2011. Trabajo inédito publicado en
la web de la entidad y en la biblioteca digital Issu.
5. Dávila Ortiz, Alfonso. Folleto de la exposición "40 años de Víctor
Schmid Arquitecto", Museo Nacional, Bogotá, septiembre de 1991.
6. Guillén, Gonzalo, Revista Plan B. Noviembre 2006.