El barrio Santa Fe, el sector que lleva el nombre original de la capital del país, es también uno de los sectores de mayor desprestigio, inseguridad y degradación de la ciudad, y no hay nada más alejado de ese concepto religioso que la realidad de esta zona situada en el centro de Bogotá.
Pero
no fue así durante muchos años, desde que surgió ese sector, como atestiguan
sus ricas construcciones. El Santa Fe fue uno de los barrios que nacieron en la
década de 1940, cuando Colombia entró por fin en el siglo XX y la presión
demográfica obligó a ensanchar la ciudad pequeña de entonces.
La
nueva urbanización fue promovida por Ospinas y Compañía, durante mucho tiempo
la constructora más grande del país, que parceló los terrenos ubicados al
occidente de la naciente avenida Caracas, en inmediaciones del Cementerio
Central, luego de eliminarse la línea ferroviaria del Norte, que llegaba hasta
la estación del Ferrocarril del Nordeste, ubicada en la calle 17.
La
zona se diseñó como un sector mixto residencial y de pequeña industria, por lo
cual en algunos casos las construcciones se hicieron como depósitos, bodegas o
pequeñas fábricas, dotadas de vivienda. El concepto de vivienda taller.
Comenzó
entonces a desarrollarse un proceso urbanizador de casas y edificios bajos de
vivienda que siguieron los modelos de moda, con lo cual el Santa Fe se hizo con
líneas de la Bauhaus y algún detalle art deco, y en unos pocos casos,
con la moda de las viviendas de estilo inglés tan de moda en los 30 y 40 en
Bogotá.
Por
otra parte, con la inmigración —limitada pero importante— de europeos y judíos,
tras la Segunda Guerra Mundial, se abrieron nuevos frentes empresariales e
industriales que necesitaban locales y viviendas.
En
ese sentido, el barrio Santa Fe atrajo a la comunidad de origen judío europeo,
muchos de cuyos miembros optaron por levantar edificaciones en el sector, como
punto de residencia y como inversión.
Uno
de ellos, Nahum Spiwak, llegó a Colombia en 1929 y en 1942, en plena guerra, se
radicó en el barrio Santa Fe, donde cuatro años más tarde emprendió la
construcción de un edificio en la calle 23 con carrera 18.
Spiwak,
fallecido en 1966, fundaría más tarde el hotel Dann, en la avenida 19, primero
de la futura cadena del mismo nombre.
Un
sector homogéneo, distinguido por el color de la pierda amarilla de los
edificios, que recuerda la colonia Roma, de Ciudad de México.
En
1953 se levantó en el barrio la Iglesia Maria Reina, elemento aglutinante de la
comunidad por excelencia.
Por allí vivieron el poeta León de Greiff y la escultora lituana Nicole Sivikas con su hijo Antanas Mockus, futuro matemático y filósofo.
Pero
los males del barrio vendrían de la mano con eso que llaman eufemísticamente
los colombianos la vida alegre. Es decir, con la conversión de alguna casona en
casa de citas.
La
actividad floreció a partir de la década de 1960 en el Santa Fe. Incluso se
habla de que la legendaria madame Blanca Barón fue una las pioneras.
Y
así como en distintas partes de la ciudad el primer local de lámparas se
propagó hasta formar un barrio de tiendas del ramo, y tal como Bogotá tuvo
calle de plateros y ahora tiene calle de tipografías, cuadra de ópticas,
manzana de artículos eclesiásticos y barrio de repuestos para vehículos, el
Santa Fe se convirtió en área de prostitución.
El
barrio Santa Fe, perteneciente a la localidad de Los Mártires, engloba
alrededor de 13 hectáreas y en su perímetro predominan las pensiones, posadas,
residencias y moteles.
En
el 2002, la administración del entonces alcalde Antanas Mockus dispuso el
establecimiento de una Zona Especial de Servicios de Alto Impacto (Zesai), que
fue el detonante de la desvalorización y el abandono de residentes.
Para comienzos de la década, los lupanares se habían multiplicado exponencialmente y superaban el centenar. En esa actividad se ocupaban más de 3 mil personas.
Pero
el Santa Fe ofrece un espléndido campo para la recuperación, remodelación y
rehabilitación urbana, dada la calidad de los inmuebles y la ubicación cercana
al centro, con buenas vías y transporte.
Además,
a pocas manzanas se construyen obras como las altísimas torres Atrium, en la
avenida Caracas con 26, se reconstruirá el Centro de Convenciones Gonzalo
Jiménez de Quesada y unos metros al sur estará ubicada la estación principal
del Metro de Bogotá.
No
puede ser que una zona del corazón de la capital del país tan extensa esté
condenada para siempre y no merezca una segunda oportunidad.
Para conocer algo más, los invito a leer el cuento "Ciudad Burdel", uno de los 25 que componen mi libro "En la Ciudad del Águila Negra", con historias geniales de Bogotá.