El Chicó es el barrio moderno de
Bogotá por antonomasia. Al menos para nuestras generaciones, las que crecimos
en las décadas de los 60, 70 y 80.
Este pedazo de ciudad que hoy en día
ya es viejo, pero vibrante, existe en los libros de historia al menos desde el
siglo XVII.
Sin
querer ser exhaustivos, encontramos datos del Chicó tan precisos como sus
coordenadas, que según Wikipedia, son: 4°40′53″N 74°02′49″O y su superficie,
que es de 0,38 km². (1)
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La imagen tomada del libro Ospinas 75 Años muestra, desde la carrera 8a. hacia el occidente, la
primera fase de El Chicó, que tuvo como eje la calle 90. De esto no queda ni el 5 por ciento. |
El sector limita por el norte con la calle 100, por el oriente con los
cerros, por el occidente con la Autopista Norte y por el sur con la quebrada La
Cabrera –hoy conocida como El Virrey– o calle 88. Es un territorio plano,
exceptuando las manzanas ubicadas en las estribaciones de los Cerros Orientales.
Su nombre procede del vocablo muisca chicú, que significa
"nuestro aliado" y que era el nombre de la quebrada que baja de las
montañas. (2)
La
historia de la hacienda colonial se remonta a 1620, cuando sus propietarios
eran Juan de Olmos y su esposa Catalina Caicedo. La estancia perteneció después
a varias personas, varias de ellas militares, hasta 1911, cuando la adquirió el
empresario antioqueño José María Sierra.
Don Pepe Sierra (1848-1921) había
comprado la propiedad a la familia Saiz en 1911 en 34.000 pesos.
Anuncios publicitarios de los constructores del barrio en la revista Proa en los 50
Son conocidas las anécdotas sobre don
Pepe y las críticas a la conveniencia del negocio. Algunos dicen que
Sierra contestaba que había comprado tierra sobre la Séptima, avenida que
entonces no llegaba a la zona, ni siquiera más allá del Parque Nacional. Este
era pues el llamado Chicó Saiz o Chicó Urretabizque.
Esto último porque la Estancia El
Chicó, cuya tradición de propiedad apareció por primera vez en 1620, fue vendida por Juan de Olmos a
Gonzalo Suárez de San Martín, que a su vez la vendió en 1652 a Francisco de
Urretabizque. (3)
Dos años más tarde Pepe Sierra, que
era muy ágil para los negocios, pese a ser analfabeta, adquirió por 20.000
pesos la finca Chicó Chiquito, o Chicó Manrique, colindante con la otra
propiedad, a Amelia Fernández de Manrique.
Ambas haciendas limitaban por el oriente con los cerros y por el occidente con el antiguamente llamado camellón,
más tarde Autopista Norte.
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En esta foto de Rudolf se ve el barrio de norte a sur y la
izquierda la carrera 15 con 94. Nótense las calles ciegas. |
Al morir don Pepe, sus hijas Mercedes y
Clara Sierra Cadavid heredaron El Chicó y El Chicó Chiquito, respectivamente.
Mercedes
Sierra, más tarde señora de Enrique Pérez Hoyos, heredó de su padre la visión
para los negocios, a la que sumó el gusto por los viajes y un espíritu
filantrópico. El matrimonio Pérez Hoyos no tuvo descendencia y la hacienda El
Chicó fue heredada por la Sociedad de
Mejoras y Ornato de Bogotá, de la cual llegó a ser vicepresidenta de honor por
más de diez años.
Doña
Mercedes falleció en 1953 en Girardota (Antioquia) y su casa quedó convertida
en Museo de artes decorativas, en tanto que en los jardines se estableció un
parque infantil abierto a los bogotanos, que hoy en día es un pulmón de
inestimable valor.
Ya para entonces la firma Ospinas y
Compañía, fundada por Tulio y Mariano Ospina, presidente de la República de
1946 a 1950, había entrado en negociaciones con doña Mercedes Sierra de Pérez,
dueña de los terrenos de la hacienda Chicó Grande o Saiz.
Para ello se constituyó en 1950 la
sociedad Urbanización El Chicó Ltda., si bien diversos factores, como la
necesidad de infraestructura y problemas de sucesión, retardaron las obras. (5)
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Dos casas de la carrera 16 entre 88 y 90, que fotografié en 1997,
en el estilo inconfundible de los primeros años del barrio |
La
sociedad se creó "a fin de realizar una moderna urbanización en las 150
fanegadas de la propiedad. Esta fue una de las primeras grandes urbanizaciones
de lujo con que Bogotá en el sector del norte", señala uno de los tomos
de la Historia de Bogotá. Recuerda
que "en 1952, cuando empezó la venta de los primeros lotes de la
urbanización El Chicó, la publicidad subrayaba como ventaja que quedara a
kilómetro y medio de la avenida Chile en dirección norte". (5)
"Para la época, los barrios El Chicó, Antiguo Country y El Lago se empezaban a desarrollar como lugares de habitación para la burguesía Bogotá en un ambiente suburbial de amplios lotes con casas de uno o dos oídos e. Medio de amplios jardines. Las primeras casas de estos arquitectos, de una enorme sencillez espacial, formal y constructiva, se convirtieron inmediatamente en referentes arquitectónicos y de ellas llegaron a construirse más de cuarenta en un relativamente corto lapso de tiempo", señala el profesor Marc Jané. (6)
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Casa de la primera época. demolida en 2016. |
Añade que la zona "fue trazada con base en lotes para viviendas unifamiliares de cerca de 800 m2, para casas de uno o dos pisos de altura". (7)
Solo en 1957 comenzó la construcción
del sector residencial por parte de Ospinas, rodeada del prestigio de haber
desarrollado grandes sectores como Palermo, Marly, La Merced y Bosque Calderón.
“Estos
barrios, ubicados al norte de Bogotá, se urbanizaron a partir de los años
cincuenta por obras de la firma constructora Ospinas & Cia., del expresidente de la República Mariano Ospina Pérez, que adquirió la finca El Chicó
(de 200 hectáreas) y otras aledañas para parcelarlas según el principio de la
Ciudad Jardín, con el sistema de manzanas
tradicionales y lotes de gran tamaño que fueron ofrecidos a familias de
estratos altos para la construcción de casas unifamiliares”, señala un interesante
estudio. (8)
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La 92 de la 7a hacia el occidente,
un verdadero tesoro de la ciudad |
Ospinas también adquirió prestigio por
construcciones de la calidad del Seminario Mayor, para el cual doña Mercedes
donó el terreno del frente de su hacienda, hoy carrera 7ª con 94. La obra fue
diseñada por José María Montoya Valenzuela, quien fuera aliado de Ospinas y
Cia.
"Esta operación fue gran
importancia para la firma, al convertirse en uno de los mejores negocios del
momento, gracias a la localización del predio y a la localización del terreno,
que hicieron que se valorizara rápidamente y despertara el interés de muchos
inversionistas, que entendieron sus posibilidades económicas", se relata
en la historia escrita de Ospinas y compañía, publicada cuando la firma cumplió
tres cuartos de siglo. (9)
Ospinas comenzó entonces la venta de
lotes de terreno, al tiempo que diversas razones sociales emprendían la
edificación de modernas y amplias casas, la mayoría de una sola planta.
El Chicó "incorporó al urbanismo
elementos nuevos para la transformación de la ciudad y se presentó como la
oportunidad de generar un modelo de urbanización de alto nivel con estricto
sentido residencial, lo cual se pudo asegurar mediante la reglamentación municipal
que impedía en esta urbanización casas de más de dos pisos y usos diferentes de
la vivienda", lo cual permitió la creación de zonas
comerciales, y algunos centros comerciales. (10)
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Nadie reconocería hoy este sitio de El Chicó, fotografiado por Paul Beer. |
El primero de ellos fue el Chicó, (15
con 92) diseñado por Valenzuela y Roca, y caracterizado por su cubierta de concreto en forma de membrana. Allí estaba un supermercado de abastecimiento
(Carulla) que aún se mantiene, si bien esa y la manzana adyacente están en
proceso de demolición y construcción de nuevos edificios comerciales.
Empresas como Sudarsky y Menéndez,
Obregón y Valenzuela, Cleves Nariño, Angulo Benincore, García y Yamhure, y Beltran, Carrillo Obando, Mercado y Pastrana; Jiménez y Cortés Boshell, y Enrique Triana y muchos otros aparecieron con sus modernas residencias
de una planta y generalmente garaje de doble puerta corrediza, y en algunos
casos de dos plantas. Y obras distintas, como las del suizo Viktor Schmid.
El Chicó se construyó en varias fases.
La primera iba de la carrera 7a., entonces Carretera Central del Norte hasta la
Autopista Norte, tomando de los cerros hacia el occidente, y de las 88 (borde de
la quebrada) a la 92A.
Posteriormente vendrían Chicó
Reservado (1965), Chicó Norte y por último Chicó Oriental a finales de los 60.
Luego serían Rincón del Chicó y Chicó Navarra, ya fuera de los linderos
originales de la hacienda.
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La 92, el concepto de parkway |
Si algo caracterizó al Chicó fueron
sus avenidas-ejes, que aún se conservan. De oriente a occidente la 92 y la 94,
anchas y sombreadas por urapanes. La 90, menos amplia, pero muy rica en
arquitectura. En todos los casos, las mansiones cayeron para dar paso a
edificios de apartamentos y, en muchas ocasiones, a locales comerciales, bancos,
clínicas, restaurantes, hoteles y concesionarios de vehículos.
La carrera 15 fue su principal vía
comercial, y aunque perdió parte de su esencia en los 80, al quedar de una sola
vía, aún se mantiene como arteria.
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La sencillez y las líneas puras aquí son contundentes. Sigue
siendo casa de familia, aislada por consultorios médicos |
Detalles muy del Chicó fueron las
calles ciegas, terminadas como plazoletas o cul
de sac. Y el barrio se mantuvo relativamente a salvo arquitectónicamente
hasta esa década precisamente, ya que la vía férrea y la Autopista lo mantenían
separado del resto del mundo en su extremo occidental. Pero la construcción del
puente de la 92 con Autopista y la avenida NQS, causaron un impacto demoledor
sobre el sector en materia de seguridad y conservación.
Los bogotanos de edad madura recuerdan
los Bolos Chicó, el restaurante Pollo Dorado, la panadería Palace y otros hitos
urbanos.
En otras zonas del moderno distrito se
levantaron la iglesia de la Inmaculada Concepción (el último templo, diseñado
por Pablo Tovar Parra, se terminó en 1976) y su comercio de conveniencia
contiguo, con locales como el famoso Restaurante Eduardo, del peruano Eduardo
Quispe, hoy reemplazado por un hotel.
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Este edificio de la 11 con 90 espera hace
años turno de demolición y cambio de uso |
La 90 fue otra de sus arterias, a pesar
de ser más angosta, y de ella se desprendían hacia el sur varias carreras ciegas o en herradura, que terminaban en la 88 (hoy Parque El Virrey) y hacia el norte
incluía otras que comunicaban con la 92 subiendo a la 11 y 7ª. o bajando hacia
la 15, que como decíamos sería luego la arteria comercial.
Llamaba la atención en la 90, a la
altura de la carrera 13, una enorme construcción inconclusa, de la cual se
afirmaba que era una mansión que no alcanzó a terminar la familia del general Rojas
Pinilla, cuando fue depuesto a finales de los 50.
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Aunque tardía, esta bella casa de la 90 con 19 sobrevivió hasta el 2012, más
o menos, cuando la tumbaron para hacer -qué ironía- el edificio Camacol |
Entre las casas del Chicó destacaban
algunas por su diseño y dimensiones espectaculares, como la del constructor
Ignacio Martínez Cárdenas en la 8ª. con 88, que más tarde fue el Centro Cultural
Hontanar y finalmente la Embajada de Japón. Cien metros más abajo, la bellísima
casa de Carlos Pérez Norzagaray, demolida torpemente hace pocos años, y que fue
diseñada por el italiano Bruno Violi.
En los años 70 el capitán Jaime Duque construyó una decena de edificios
en los lotes esquineros remanentes de las calles 92 y 94 entre carreras 11 y 19
En las principales avenidas del barrio, que como hemos dicho eran la 92 y la 94, quedaron unos lotes de terreno sin construir durante varios años, generalmente esquineros. Allí se construyeron en la década de 1970 una decena de edificios de apartamentos promovidos por la Fundación Jaime y Yolanda, impulsada por el aviador y filántropo Jaime Duque Grisales. La mayoría de ellos aun existen.
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Un antes y después de la calle 90 con carrera 18 hacia 2012. Escoja usted.
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Por varias partes de El Chicó había
embajadas o residencias de embajadas, entre ellas las de Israel (12 con 89), Ecuador
(10 con 94), Cuba (9ª con 91), Italia (93B con 8ª) y España (92 con 13).
Luego vendrían en 1980 el Centro 93 (reemplazó
al Liceo de Cervantes, que cubría la manzana entera) y en los 90 el desarrollo
descontrolado del Parque de la 93, que por tres décadas había sido un tranquilo
parquecito de barrio con una pequeña cancha de basquetbol, rodeado de bellas
residencias, todas desaparecidas.
Por esa zona vivían personalidades
como Alfonso Palacio Rudas (y su inmensa biblioteca en la 93 con 11A), el médico Salomón Hakim, empresarios de origen
hebreo y muchos más.
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Edificios de la 90 abajo de la 15, costado norte |
Merece recordar otro sector de El Chicó caracterizado por edificios de apartamentos, cuyo eje fue la calle 92, con su amplio separador ajardinado a lo largo de más de un kilómetro. Casi todos estos edificios, que hoy parecen pequeños, aún existen, si bien hacia 2012 comenzó un plan de empresas de ingeniería para demolerlos y edificar otros más altos, con estándares de lujo.
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Desde el 2012 los edificios de la 92 caen para dar cabida a otros más altos y costosos |
Durante
medio siglo, El Chicó dio para muchas cosas y su nombre se convirtió en un
tiempo en un genérico para referirse a los barrios de ricos.
Las
gentes que viven en otras partes de la capital de Colombia creen que El Chicó
es toda la parte de estratos altos de la ciudad. Pero El Chicó no es el Antiguo
Country, ni El Lago, ni Rosales, ni El Retiro, ni La Cabrera, ni Santa Bárbara,
como a menudo confunden habitantes y medios de comunicación.
La casa pura de El Chicó. Una planta, garaje
doble. Las rejas vendrían en los 80
Recordamos
haber escuchado alguna vez en una visita al Tolima hablar de “el Chicó de Armero”, es decir, la zona de
las casas más costosas y modernas. Y hay un equipo de fútbol que fue bautizado como
Boyacá Chicó.
Incluso se habló de "guerrilleros
del Chicó", un poco equivocadamente, pues, queriendo encasillar a jóvenes rebeldes sin
causa, o simpatizantes de ideas de moda, metieron en esa categoría a algunas
personas por entonces contestatarias, que nunca fueron guerrilleros ni tampoco
vivieron en El Chicó.
Pero es poco lo que queda del barrio
original, cuyas casas cayeron en un abrumador porcentaje para construir edificios
comerciales o residenciales. Muchas de ellas las hemos visto caer en las últimas
décadas, y tomar una fotografía antes de la demolición muchas veces se
convierte en la única forma de preservar su memoria, como cuando uno conversa
con un amigo al borde de la muerte.
Notas
(2) http://www.museodelchico.com/museo-de-el-chico/. Consultado el 2 de mayo de 2018.
(4)
Molina Londoño Luis Fernando et al. Ospinas 75 años. Bogotá, 2008
(5) Varios autores, director Fabio Puyo
Vasco, Historia de Bogotá 3
tomos: Tomo I - Conquista y Colonia, Tomo II - Siglo XIX, Tomo III - Siglo XX,
Bogotá, 2007. ISBN 978-958-8293-31-8. La información utilizada viene del tomo III, escrito
por Fabio Zambrano Pantoja.
(6) Jané Más, Marc. Ernesto Jiménez: arquitecto Bogotá: Universidad de Los Andes,
Departamento de Arquitectura, Ediciones Uniandes, 2008. pag. 21
(7) Jané. Op cit. pag. 152
(8)
Del Castillo Daza, Juan Carlos y otros. Bogotá años 50: el inicio de la
metrópolis. Bogotá: Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia, 2008. En
dearq 07 Diciembre de 2010. Bogotá, pp 45-65 http://dearq.uniandes.edu.co
consultado el 10 de abril de 2018.
(9) Molina Londoño, op. cit.
(10) La transformación de Bogotá, desde
sus haciendas hasta sus barrios. la hacienda El Chicó, parte de la
evolución.
Trabajo presentado para otra el título
de magister en Historia por Adolfo Enrique Suárez Gómez y dirigido por el
historiador Germán Mejía Pavony.
(http://www.javeriana.edu.co/biblos/tesis/csociales/tesis49.pdf
Consultado
el 11 de abril de 2018.
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Sobre estas líneas, casas del Chicó Reservado de
varios tipos, en la 97 con 21, que aún estaban en pie en 2015 |