lunes, 31 de diciembre de 2018

Un barrio inglés, su merced

Una de las primeras casas edificadas fue la de don Benjamín
 Moreno y mira hacia el Parque Nacional
 
Quienes crecimos en Bogotá siempre creímos que esas casas de ladrillo, ventanas enmarcadas en piedra y puertas de madera con cierta forma ojival, llamadas casas inglesas, eran traídas de Inglaterra o en todo caso idénticas a las viviendas británicas.
 

Para comenzar, en Gran Bretaña no hay casas iguales a esas, si bien las nuestras tienen un aire british.  Y lo que es más grave, quienes impusieron esa moda en Bogotá y otras ciudades, como Santiago de Chile, en realidad fueron arquitectos chilenos, a los que luego se sumaron varios colombianos.

 
 
Se trata en realidad del estilo Tudor, que ya analizamos más detenidamente en estas páginas. Variaciones sobre un mismo tema.

 
La Merced resume como ningún sitio de la ciudad ese estilo pretendidamente inglés que estuvo de moda entre las clases pudientes latinoamericanas en la primera mitad del siglo pasado.

 
Este barrio, que sobrevive decorosamente, a un lado del Parque Nacional y en las faldas de los cerros orientales, pese a la pérdida de valor residencial de sus casonas, se construyó sobre un antigua hacienda de los jesuitas, llamada La Merced, donde se construyó el Colegio de San Bartolomé en la década de 1940 (Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas) y donde los miembros de la comunidad de San Ignacio de Loyola aseguran que estuvo la primera cancha de fútbol de la ciudad.


 
 

El proyecto fue promovido por José María Piedrahita, quien adquirió el terreno a la Compañía de Jesús. (1)

 
Son siete manzanas comprendidas entre las calles 34 y 36 y las carreras 5ª y 7ª, que limitan por el norte con el parque nacional, por el oriente con el Colegio de San Bartolomé, por el sur con La Perseverancia y por occidente con la 7ª y los  predios de Teusaquillo. La sinuosa diagonal 34 atraviesa de arriba a abajo el sector, como principal arteria. 

 
Un anuncio de la época decía que La Merced era “el barrio que dará la ley en belleza, confort, higiene, elegancia”.


 
 
La primera casa edificada fue la de Benjamín Moreno, diseñada por chileno Arnoldo Michaelsen, de la firma Casanovas y Mannheim, y una de las más grandes de la zona. (2)
 
"La fascinación por Inglaterra provenía, tal vez, de las relaciones comerciales y de intercambio con ese país en la segunda parte del siglo XIX que se incrementaron a comienzos del XX con el desarrollo de la industria, especialmente del café, e incluyeron a los Estados Unidos, cuya atracción también se dejó sentir", señala Juanita Barbosa en un estudio sobre las casas inglesas en Bogotá.
 
Añade que "las nuevas élites querían parecerse a los ingleses y asumir sus modas para diferenciarse de los demás, a tal punto que algunos de ellos, como Benjamín Moreno, que se había trasladado a Bogotá para dirigir la sede de la Compañía Colombiana de Tabaco en la capital, encargó a Londres el proyecto de su nueva casa de 1.500 m2 de área en el barrio La Merced aunque finalmente, según parece, el desarrollo a nivel ejecutivo estuvo a cargo de la firma de arquitectos chilenos Casanovas y Mannheim que trabajaba en Colombia desde 1928. (3)
 
La Merced "posiblemente es el barrio más homogéneo en cuanto se refiere al tipo de arquitectura, y seguramente, uno de los más conservados del patrimonio cultural bogotano a nivel de sector histórico", sostiene Barbosa.

Dicken Castro señaló alguna vez que "en 1940, como reacción a este extremado individualismo, en el cual cada vivienda forma parte de una especie de mascarada arquitectónica, se determina que el barrio La Merced, en Bogotá, sea construido en estilo inglés, obteniéndose como resultado un grupo urbano de por sí exótico, pero de gran homogeneidad y calidad. Las amplias viviendas se convierten en poco tiempo en sedes de clubes, clínicas e instituciones comerciales".

 
Aunque el barrio lo promovió  Ospinas y Cia., también realizaron construcciones Manrique Martín, Child Dávila y Luzardo, Herrera Carrizosa Hermanos y Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas, José María Montoya Valenzuela y Cuéllar, Serrano y Gómez.

 
Entre finales de los 30 y de los 40, el sector que lleva el nombre de la Virgen catalana se llenó de amplias casas con baywindows (ventanas que sobresalen de las fachadas) y ricos trabajos de ladrillo en el exterior, y adentro piedra caliza trabajada en las chimeneas, enormes escaleras, estanterías y enchapes de madera, y baños con elementos de porcelana importados.

 
 
 
En La Merced conviven armónicamente las casas inglesas con varias intrusas y modernas. Es el caso de la que perteneció a Jaime Michelsen Uribe (obra de Gabriel Serrano), el pequeño edificio de apartamentos de Enrique Triana, otro de José María Montoya Valenzuela  y la casa diseñada por Ignacio Martínez Cárdenas, ahora llamada '"casa del cine", que tanto recuerda a Frank Lloyd Wright. 


El presunto ambiente londinense dio para que se grabaran en sus calles escenas ubicadas en la capital del imperio británico, como “María”, en los años 70.

 

 
 
 
 
 
Estas tres construcciones de Gabriel Serrano, Triana y Martínez Cárdenas
conviven con las casas Tudor, pese a ser de otros estilos
 
 

Fue en esa década que salieron las últimas familias de La Merced y las casas se convirtieron en sedes empresariales y universitarias.

 
En las casas de La Merced vivieron personajes como el político liberal Germán Zea Hernández (aún vive su hija Gloria) , Luis Lara Borrero, las familias Huertas, Reyes Llaña, Puyana, Umaña y Cabal, empresarios extranjeros como Mitchonik, y, siendo aún joven, el banquero Jaime Michelsen Uribe. (5) (6) (7)

 
Años más tarde se establecieron en la zona firmas como Thomas de la Rue, las casas fiscales de Antioquia, Santander, el Huila, el Valle del Cauca y otras regiones; Propaganda Sancho, la Cámara de Comercio Colombo-Americana, Fe y Alegría, la agencia de noticias Colprensa y varias residencias universitarias, entre ellas la Carlos V.

 
En los últimos años, La Merced se convirtió en zona de estudiantes, con la presencia del Cesa, el Colegio Mayor de Cundinamarca y más recientemente la entidad Universitaria de Colombia.






                     Aquí nació y aun funciona el Cesa, institución que preserva la zona con varias casas como sede

 
Precisamente el Cesa publicó este año un enorme volumen dedicado al barrio. Esta institución, que nació como Incolda, se ha ido haciendo poco a poco a un buen número de las casas de La Merced, que preserva con esmero.
 

Esta y otras iniciativas ayudan a preservar este interesante rincón urbano, que tanto aporta a la riqueza urbana de Bogotá y que nunca deja de impresionar a propios y extraños.

 
Notas

(1)  Molina Londoño, Luis Fernando y otros. Urbanismo, arquitectura, patrimonio. Ospinas 75 años. Bogotá, 2008.

(2) Ibidem

(3) Barbosa, Juanita. Casas Inglesas en Bogotá. Credencial Historia
http://www.revistacredencial.com/credencial/historia/temas/casas-inglesas-en-bogota
Consultado el 28 de diciembre de 2018.
 
(4) Castro, Dicken. Arquitectura hasta los años 30. En Historia del Arte Colombiano. Salvat, 1983. Tomo 10, página 1337.

(5) Sobre la obra de Ignacio Martínez Cárdenas, cfr.  http://www.urbanizar.net/imc.html

(6) Semblanza de Gabriel Serrano Camargo, Arquitecto. Cuadernos Proa 2. Ediciones Proa Ltda. 1983  

(7) Semblanza de Alberto Manrique Martín, Ingeniero y Arquitecto. Cuadernos Proa 6. Ediciones Proa Ltda. 1985
 










 
 
 
 
 
 

jueves, 20 de diciembre de 2018

El Bosque

Los Cobos Medical Center
 

A propósito del Centro Médico Los Cobos, inaugurado en este año que termina en predios de la Universidad El Bosque, esta institución situada en el nororiente de Bogotá tiene detrás una interesante historia.
 
Pero antes hay que indicar que la nueva clínica de 15 pisos, construida por El Bosque y Compensar en la avenida 9ª con 132, tiene un área de 50.000 metros cuadrados, más de 300 camas, será atendido por cerca de 1.100 profesionales y empleados, y demandó inversiones superiores a los 300 mil millones de pesos.

La clínica cuando comenzaron las obras en 2015
 
La actual Universidad El Bosque fue fundada en 1976 por un grupo de 25 médicos como Escuela Colombiana de Medicina y su sede fue una clínica siquiátrica ubicada en Usaquén, El Campito San José, que perteneció a la comunidad de religiosas de La Presentación, donde funcionó desde entonces la clínica universitaria.

El terreno de la clínica limitaba con la planta Contador de Cemento Samper, a la cual llegaban por un cable, desde La Calera, unos baldes con materia prima. Esta fábrica desapareció a mediados de los años 90, cuando se amplió la calle 134 y se construyeron las torres de apartamentos La Alameda.

Las obras del centro médico en el 2017 y a punto de terminar en mayo de 2018
 
Con el tiempo, la naciente escuela de medicina se amplió a los terrenos vecinos, incluyendo el Instituto Daza Dangond, un colegio de bachillerato que alguien llamó “una isla de la provincia del Cesar en la capital de la República”, casa que aún existe.

La casa de la institución académica, administrada por Alfonso Daza Dangond y su esposa Matilde, se anexó en 1980 y en 1985 se hizo lo propio con el Colegio Santa Mónica.

Una casa de techo de paja conocida como El Rancho, construida por el arquitecto suizo Viktor Schmid, pasó a ser parte de la universidad y al principio sirvió de  sede administrativa.

El Rancho
 
En 1997 la Escuela Colombiana de Medicina pasó a llamarse Universidad El Bosque.

Hoy El Bosque tiene más de 12.000 estudiantes y sus instalaciones se han ampliado progresivamente en fases, la última de ellas en el 2011, con el edificio principal situado al lado del nuevo centro médico.

Casas demolidas para ampliar la universidad en el futuro
 
El centro médico puede generar un desarrollo interesante en el sector y complementar los servicios para la población residente.

Y es deseable que no impacte las zonas residenciales vecinas ni afecte la tranquilidad de los sectores de Ginebra y Bella Suiza, en los que desde hace algunos años la universidad ha venido adquiriendo manzanas enteras de casas que se demolieron o desaparecerán para los próximos ensanches de la entidad.

En cuanto a la antigua clínica, al parecer el terreno será destinado a zonas verdes, lo cual sería una ganancia, porque dada su extensión y rentabilidad, el lote no deja ser atractivo para nuevas construcciones, incluyendo las que complementen la sede universitaria.

La clínica lista para su inauguración, en octubre de 2018

 
 
 

 

 

 

 
 

 


 

 

 
 

jueves, 23 de agosto de 2018

El Nogal


 

Ahí está viendo pasar el tiempo, como dice la canción. El nogal, que da nombre a todo un barrio, es el árbol vivo más antiguo que hay en Bogotá, según los historiadores capitalinos.



  El viejo árbol en la calle 77 con 9a.
                                                      
 

No es fácil creerlo, porque es un árbol enjuto y porque hay árboles mucho más grandes, altos y corpulentos en la ciudad. Pero este ejemplar que ocupa la alguna vez aristocrática esquina suroriental de la carrera 9ª con 77 tiene una edad que se calcula en dos siglos.

 

Es curioso que se conserve este árbol, pues hace cien años el paraje era una zona rural y uno se pregunta cómo hicieron para no tumbarlo al urbanizar.

 

Y también es muy afortunado que el árbol haya quedado justo en un andén, sin ser afectado por vías o construcciones.

 

Una fotografía de los años 40 muestra la entonces apacible y hermosa calle residencial, con villas de estilos europeos a lado y lado, entre la 7ª y la 11, y ya para entonces el árbol, un tanto espeluznante por épocas, era famoso.

 

“En la esquina de la calle 77 con carrera 9ª está el noble y veterano nogal, el árbol padre, ha estado enfermo como consecuencia de su avanzada edad pero con toda la memoria de la calle y el barrio al que le ha dado el nombre. El andén lo ha rodeado respetando sus años y su volumen así como los peatones que pasan por su lado. Este nogal tiene muchos años. No sabemos cuántos, más de cien, posiblemente doscientos. No importa. Es el árbol mayor, el árbol de la memoria”, afirman los estudiosos. (1)

 

A mediados del año pasado se informó que el árbol sería intervenido, pues presentaba señales de enfermedad. “A sus 200 años el árbol El Nogal, ubicado en la calle 77 con carrera 9a., se someterá a una cirugía preventiva para mantenerlo saludable”, informó El Tiempo. (2)

 

“Como si se tratara de una maniobra de reanimación, funcionarios del Jardín Botánico y de la Secretaría de Ambiente instalaron sensores en dos niveles del árbol; el primero en la base, a 10 cm del suelo y el segundo a 1.80 cm del suelo con el fin de obtener información del punto en donde se había observado una pudrición en la corteza”, explicó el periódico. (2)

 

Los resultados de las pruebas señalaron la necesidad de emprender acciones. Se retiró corteza de la base, se podaron las ramas dañadas y se aplicaron fertilizantes.

 

Este es el nogal más antiguo de Bogotá. Sus características físicas y su óptimo estado lo hacen único en la ciudad, recordó por su parte la Alcaldía. (3)

 

Y es que el nogal es el árbol insignia de Bogotá desde 2002, cuando el Concejo de Bogotá aprobó el Acuerdo número 69. (4)

 

Esta especie, que sustituyó como árbol insignia al caucho sabanero, “se destaca por su longevidad, resistencia a la contaminación y valor paisajístico e histórico”.

 

Tiene otros nombres: Noguera, Intzaurrtze, Nogueira.

 

Es una especie originaria de las cordilleras colombianas. Su madera es muy apreciada en ebanistería y en años recientes se seleccionó como una de las especies para arborizar la ciudad.   

El nogal visto en dirección al oriente 
 

En los alrededores de ese árbol vivieron colombianos notables, como Juan Uribe Holguín, doña María Currea de Aya,  el jurista Uribe Portocarrero y una manzana más abajo Nicolás Gómez Dávila y el Presidente Enrique Olaya Herrera frente al parque Benito Juárez.

 

En 1948 la firma Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas terminó en la carrera 7ª con 76 un elegante edificio de apartamentos de ocho pisos, al estilo de los neoyorquinos, que aún existe, Residencias El Nogal.

 

La esquina del nogal fue paso obligado para parte de alumnos del vecino Gimnasio Moderno que bajaban desde Rosales o venían de El Retiro y La Cabrera.

 

El Nogal ahora es el nombre de un club que tiene como escudo la flor de la especie y que fue blanco del terrorismo.

 

También es parte de la vía arteria que utilizan automóviles, taxis, motos y buses que no tienen problema en fumigar el árbol con el humo de sus tubos de escape.

 

Y no deja de dar tristeza que estemos hablando de un solo nogal. Debería haber decenas de ellos por toda la ciudad.

 

 

 

 

 

Notas

 
(1) Arboles Ciudadanos en la Memoria y en el Paisaje Cultural de Bogotá
Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Bogotá, 2010. Pg. 180

 
(2) 'Operan' al árbol más viejo de Bogotá
La idea es lograr 10 o 15 años más de vida. Tiene más de 200 años de antigüedad
El Tiempo 28 de junio 2017
Consultado el 20/8/2018
 

(3) http://www.bogota.gov.co/temas-de-ciudad/ambiente/arbol-mas-antiguo-de-bogota
Consultado el 13/8/18

 
(4) Acuerdo número 69 de 2002. Concejo de Bogotá.
 

(5) http://oab.ambientebogota.gov.co/es/con-la-comunidad//cual-es-el-arbol-insignia-de-bogota
Consultado 21/8/18

 

 
 
 
 


 

 

 

lunes, 23 de julio de 2018

Apuntes para una breve historia de El Chicó

El Chicó es el barrio moderno de Bogotá por antonomasia. Al menos para nuestras generaciones, las que crecimos en las décadas de los 60, 70 y 80.
 
Este pedazo de ciudad que hoy en día ya es viejo, pero vibrante, existe en los libros de historia al menos desde el siglo XVII.
 
Sin querer ser exhaustivos, encontramos datos del Chicó tan precisos como sus coordenadas, que según Wikipedia, son: 4°40′53″N 74°02′49″O y su superficie, que es de 0,38 km². (1)
La imagen tomada del libro Ospinas 75 Años muestra, desde la carrera 8a. hacia el occidente, la
primera fase de El Chicó, que tuvo como eje la calle 90. De esto no queda ni el 5 por ciento.
  
El sector limita por el norte con la calle 100, por el oriente con los cerros, por el occidente con la Autopista Norte y por el sur con la quebrada La Cabrera –hoy conocida como El Virrey– o calle 88. Es un territorio plano, exceptuando las manzanas ubicadas en las estribaciones de los Cerros Orientales.
 
Su nombre procede del vocablo muisca chicú, que significa "nuestro aliado" y que era el nombre de la quebrada que baja de las montañas. (2)
 
La historia de la hacienda colonial se remonta a 1620, cuando sus propietarios eran Juan de Olmos y su esposa Catalina Caicedo. La estancia perteneció después a varias personas, varias de ellas militares, hasta 1911, cuando la adquirió el empresario antioqueño José María Sierra.
 
Don Pepe Sierra (1848-1921) había comprado la propiedad a la familia Saiz en 1911 en 34.000 pesos.
 
 
Anuncios publicitarios de los constructores del barrio en la revista Proa en los 50

 
 
Son conocidas las anécdotas sobre don Pepe y las críticas a la conveniencia del negocio. Algunos dicen que Sierra contestaba que había comprado tierra sobre la Séptima, avenida que entonces no llegaba a la zona, ni siquiera más allá del Parque Nacional. Este era pues el llamado Chicó Saiz o Chicó Urretabizque.
 
Esto último porque la Estancia El Chicó, cuya tradición de propiedad apareció por primera vez  en 1620, fue vendida por Juan de Olmos a Gonzalo Suárez de San Martín, que a su vez la vendió en 1652 a Francisco de Urretabizque. (3)
 
Dos años más tarde Pepe Sierra, que era muy ágil para los negocios, pese a ser analfabeta, adquirió  por 20.000 pesos la finca Chicó Chiquito, o Chicó Manrique, colindante con la otra propiedad, a Amelia Fernández de Manrique.
 
Ambas haciendas limitaban por el oriente con los cerros y por el occidente con el antiguamente llamado camellón, más tarde Autopista Norte.
 
En esta foto de Rudolf se ve el barrio de norte a sur y la
izquierda la carrera 15 con 94. Nótense las calles ciegas.
 
Al morir don Pepe, sus hijas Mercedes y Clara Sierra Cadavid heredaron El Chicó y El Chicó Chiquito, respectivamente.
 
Mercedes Sierra, más tarde señora de Enrique Pérez Hoyos, heredó de su padre la visión para los negocios, a la que sumó el gusto por los viajes y un espíritu filantrópico. El matrimonio Pérez Hoyos no tuvo descendencia y la hacienda El Chicó  fue heredada por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, de la cual llegó a ser vicepresidenta de honor por más de diez años.
 
Doña Mercedes falleció en 1953 en Girardota (Antioquia) y su casa quedó convertida en Museo de artes decorativas, en tanto que en los jardines se estableció un parque infantil abierto a los bogotanos, que hoy en día es un pulmón de inestimable valor.
 
Ya para entonces la firma Ospinas y Compañía, fundada por Tulio y Mariano Ospina, presidente de la República de 1946 a 1950, había entrado en negociaciones con doña Mercedes Sierra de Pérez, dueña de los terrenos de la hacienda Chicó Grande o Saiz.

Para ello se constituyó en 1950 la sociedad Urbanización El Chicó Ltda., si bien diversos factores, como la necesidad de infraestructura y problemas de sucesión, retardaron las obras. (5)


Dos casas de la carrera 16 entre 88 y 90, que fotografié en 1997,
en el estilo inconfundible de los primeros años del barrio


La sociedad se creó "a fin de realizar una moderna urbanización en las 150 fanegadas de la propiedad. Esta fue una de las primeras grandes urbanizaciones de lujo con que Bogotá en el sector del norte", señala uno de los tomos de la Historia de Bogotá. Recuerda que "en 1952, cuando empezó la venta de los primeros lotes de la urbanización El Chicó, la publicidad subrayaba como ventaja que quedara a kilómetro y medio de la avenida Chile en dirección norte". (5)

"Para la época, los barrios El Chicó, Antiguo Country y El Lago se empezaban a desarrollar como lugares de habitación para la burguesía Bogotá en un ambiente suburbial de amplios lotes con casas de uno o dos oídos e. Medio de amplios jardines. Las primeras casas de estos arquitectos, de una enorme sencillez espacial, formal y constructiva, se convirtieron inmediatamente en referentes arquitectónicos y de ellas llegaron a construirse más de cuarenta en un relativamente corto lapso de tiempo", señala el profesor Marc Jané. (6)


Casa de la primera época. demolida en 2016.
 

Añade que la zona "fue trazada con base en lotes para viviendas unifamiliares de cerca de 800 m2, para casas de uno o dos pisos de altura". (7)
 
Solo en 1957 comenzó la construcción del sector residencial por parte de Ospinas, rodeada del prestigio de haber desarrollado grandes sectores como Palermo, Marly, La Merced y Bosque Calderón.

“Estos barrios, ubicados al norte de Bogotá, se urbanizaron a partir de los años cincuenta por obras de la firma constructora Ospinas & Cia., del expresidente de la República Mariano Ospina Pérez, que adquirió la finca El Chicó (de 200 hectáreas) y otras aledañas para parcelarlas según el principio de la Ciudad Jardín, con el sistema de manzanas  tradicionales y lotes de gran tamaño que fueron ofrecidos a familias de estratos altos para la construcción de casas unifamiliares”, señala un interesante estudio. (8)

La 92 de la 7a hacia el occidente,
un verdadero tesoro de la ciudad

 
Ospinas también adquirió prestigio por construcciones de la calidad del Seminario Mayor, para el cual doña Mercedes donó el terreno del frente de su hacienda, hoy carrera 7ª con 94. La obra fue diseñada por José María Montoya Valenzuela, quien fuera aliado de Ospinas y Cia.
 
"Esta operación fue gran importancia para la firma, al convertirse en uno de los mejores negocios del momento, gracias a la localización del predio y a la localización del terreno, que hicieron que se valorizara rápidamente y despertara el interés de muchos inversionistas, que entendieron sus posibilidades económicas", se relata en la historia escrita de Ospinas y compañía, publicada cuando la firma cumplió tres cuartos de siglo. (9)
 
Ospinas comenzó entonces la venta de lotes de terreno, al tiempo que diversas razones sociales emprendían la edificación de modernas y amplias casas, la mayoría de una sola planta.
 
El Chicó "incorporó al urbanismo elementos nuevos para la transformación de la ciudad y se presentó como la oportunidad de generar un modelo de urbanización de alto nivel con estricto sentido residencial, lo cual se pudo asegurar mediante la reglamentación municipal que impedía en esta urbanización casas de más de dos pisos y usos diferentes de la vivienda", lo cual permitió  la creación  de zonas comerciales, y algunos centros comerciales. (10)
 
Nadie reconocería hoy este sitio de El Chicó, fotografiado por Paul Beer.
 
 
El primero de ellos fue el Chicó, (15 con 92) diseñado por Valenzuela y Roca, y caracterizado por su cubierta de concreto en forma de membrana. Allí estaba un supermercado de abastecimiento (Carulla) que aún se mantiene, si bien esa y la manzana adyacente están en proceso de demolición y construcción de nuevos edificios comerciales.

Empresas como Sudarsky y Menéndez, Obregón y Valenzuela, Cleves Nariño, Angulo Benincore, García y Yamhure, y Beltran, Carrillo Obando, Mercado y Pastrana; Jiménez y Cortés Boshell, y Enrique Triana y muchos otros aparecieron con sus modernas residencias de una planta y generalmente garaje de doble puerta corrediza, y en algunos casos de dos plantas. Y obras distintas, como las del suizo Viktor Schmid.
 
El Chicó se construyó en varias fases. La primera iba de la carrera 7a., entonces Carretera Central del Norte hasta la Autopista Norte, tomando de los cerros hacia el occidente, y de las 88 (borde de la quebrada) a la 92A.
 
Posteriormente vendrían Chicó Reservado (1965), Chicó Norte y por último Chicó Oriental a finales de los 60. Luego serían Rincón del Chicó y Chicó Navarra, ya fuera de los linderos originales de la hacienda. 
 
La 92, el concepto de parkway
 
Si algo caracterizó al Chicó fueron sus avenidas-ejes, que aún se conservan. De oriente a occidente la 92 y la 94, anchas y sombreadas por urapanes. La 90, menos amplia, pero muy rica en arquitectura. En todos los casos, las mansiones cayeron para dar paso a edificios de apartamentos y, en muchas ocasiones, a locales comerciales, bancos, clínicas, restaurantes, hoteles y concesionarios de vehículos.
 
La carrera 15 fue su principal vía comercial, y aunque perdió parte de su esencia en los 80, al quedar de una sola vía, aún se mantiene como arteria.
 
La sencillez y las líneas puras aquí son contundentes. Sigue
siendo casa de familia, aislada por consultorios médicos 
 
Detalles muy del Chicó fueron las calles ciegas, terminadas como plazoletas o cul de sac. Y el barrio se mantuvo relativamente a salvo arquitectónicamente hasta esa década precisamente, ya que la vía férrea y la Autopista lo mantenían separado del resto del mundo en su extremo occidental. Pero la construcción del puente de la 92 con Autopista y la avenida NQS, causaron un impacto demoledor sobre el sector en materia de seguridad y conservación.
 
Los bogotanos de edad madura recuerdan los Bolos Chicó, el restaurante Pollo Dorado, la panadería Palace y otros hitos urbanos.
 
En otras zonas del moderno distrito se levantaron la iglesia de la Inmaculada Concepción (el último templo, diseñado por Pablo Tovar Parra, se terminó en 1976) y su comercio de conveniencia contiguo, con locales como el famoso Restaurante Eduardo, del peruano Eduardo Quispe, hoy reemplazado por un hotel.
 

Este edificio de la 11 con 90 espera hace
años turno de demolición y cambio de uso
 
La 90 fue otra de sus arterias, a pesar de ser más angosta, y de ella se desprendían hacia el sur varias carreras ciegas o en herradura, que terminaban en la 88 (hoy Parque El Virrey) y hacia el norte incluía otras que comunicaban con la 92 subiendo a la 11 y 7ª. o bajando hacia la 15, que como decíamos sería luego la arteria comercial.
 
Llamaba la atención en la 90, a la altura de la carrera 13, una enorme construcción inconclusa, de la cual se afirmaba que era una mansión que no alcanzó a terminar la familia del general Rojas Pinilla, cuando fue depuesto a finales de los 50.
 

Aunque tardía, esta bella casa de la 90 con 19 sobrevivió hasta el 2012, más
o menos, cuando la tumbaron para hacer -qué ironía- el edificio Camacol
 
Entre las casas del Chicó destacaban algunas por su diseño y dimensiones espectaculares, como la del constructor Ignacio Martínez Cárdenas en la 8ª. con 88, que más tarde fue el Centro Cultural Hontanar y finalmente la Embajada de Japón. Cien metros más abajo, la bellísima casa de Carlos Pérez Norzagaray, demolida torpemente hace pocos años, y que fue diseñada por el italiano Bruno Violi.



En los años 70 el capitán Jaime Duque construyó una decena de edificios
 en los lotes esquineros remanentes de las calles 92 y 94 entre carreras 11 y 19

En las principales avenidas del barrio, que como hemos dicho eran la 92 y la 94,  quedaron unos lotes de terreno sin construir durante varios años, generalmente esquineros. Allí se construyeron en la década de 1970 una decena de edificios de apartamentos promovidos por la Fundación Jaime y Yolanda, impulsada por el aviador y filántropo Jaime Duque Grisales. La mayoría de ellos aun existen.
 
 

Un antes y después de la calle 90 con carrera 18  hacia 2012. Escoja usted.
 
Por varias partes de El Chicó había embajadas o residencias de embajadas, entre ellas las de Israel (12 con 89), Ecuador (10 con 94), Cuba (9ª con 91), Italia (93B con 8ª) y España (92 con 13).
 
Luego vendrían en 1980 el Centro 93 (reemplazó al Liceo de Cervantes, que cubría la manzana entera) y en los 90 el desarrollo descontrolado del Parque de la 93, que por tres décadas había sido un tranquilo parquecito de barrio con una pequeña cancha de basquetbol, rodeado de bellas residencias, todas desaparecidas.
 
Por esa zona vivían personalidades como Alfonso Palacio Rudas (y su inmensa biblioteca en la 93 con 11A),  el médico Salomón Hakim, empresarios de origen hebreo y muchos más.
 
Edificios de la 90 abajo de la 15, costado norte

Merece recordar otro sector de El Chicó caracterizado por edificios de apartamentos, cuyo eje fue la calle 92, con su amplio separador ajardinado a lo largo de más de un kilómetro. Casi todos estos edificios, que hoy parecen pequeños, aún existen, si bien hacia 2012 comenzó un plan de empresas de ingeniería para demolerlos y edificar otros más altos, con estándares de lujo.


Desde el 2012 los edificios de la 92  caen para dar cabida a otros más altos y costosos

Durante medio siglo, El Chicó dio para muchas cosas y su nombre se convirtió en un tiempo en un genérico para referirse a los barrios de ricos.
 
Las gentes que viven en otras partes de la capital de Colombia creen que El Chicó es toda la parte de estratos altos de la ciudad. Pero El Chicó no es el Antiguo Country, ni El Lago, ni Rosales, ni El Retiro, ni La Cabrera, ni Santa Bárbara, como a menudo confunden habitantes y medios de comunicación.

 
La casa pura de El Chicó. Una planta, garaje
doble. Las rejas vendrían en los 80

 
Recordamos haber escuchado alguna vez en una visita al Tolima hablar  de “el Chicó de Armero”, es decir, la zona de las casas más costosas y modernas. Y hay un equipo de fútbol que fue bautizado como Boyacá Chicó.
 
Incluso se habló de "guerrilleros del Chicó", un poco equivocadamente, pues, queriendo encasillar a jóvenes rebeldes sin causa, o simpatizantes de ideas de moda, metieron en esa categoría a algunas personas por entonces contestatarias, que nunca fueron guerrilleros ni tampoco vivieron en El Chicó.
 
Pero es poco lo que queda del barrio original, cuyas casas cayeron en un abrumador porcentaje para construir edificios comerciales o residenciales. Muchas de ellas las hemos visto caer en las últimas décadas, y tomar una fotografía antes de la demolición muchas veces se convierte en la única forma de preservar su memoria, como cuando uno conversa con un amigo al borde de la muerte.
 

Notas

(1) Wikipedia.  https://es.wikipedia.org/wiki/El_Chic%C3%B3. Consultado el 11 de abril de 2018.
 
(2)  http://www.museodelchico.com/museo-de-el-chico/. Consultado el 2 de mayo de 2018.

(3) Proyecto Recuperación Integral de las Quebradas de Chapinero. Secretaría Distrital de Ambiente, Alcaldía Local de Chapinero 2014. Edición digital. http://oab2.ambientebogota.gov.co/es/documentacion-e-investigaciones/resultado-busqueda/proyecto-recuperacion-integral-de-las-quebradas-de-chapinero.  Consultada el 18 de julio de 2018.
 
(4) Molina Londoño Luis Fernando et al. Ospinas 75 años. Bogotá, 2008

(5) Varios autores, director Fabio Puyo Vasco, Historia de Bogotá 3 tomos: Tomo I - Conquista y Colonia, Tomo II - Siglo XIX, Tomo III - Siglo XX, Bogotá, 2007. ISBN 978-958-8293-31-8. La información utilizada viene del tomo III, escrito por Fabio Zambrano Pantoja.

(6) Jané Más, Marc. Ernesto Jiménez: arquitecto Bogotá: Universidad de Los Andes, Departamento de Arquitectura, Ediciones Uniandes, 2008. pag. 21 

(7) Jané. Op cit. pag. 152

(8) Del Castillo Daza, Juan Carlos y otros. Bogotá años 50: el inicio de la metrópolis. Bogotá: Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia, 2008. En dearq 07 Diciembre de 2010. Bogotá, pp 45-65 http://dearq.uniandes.edu.co consultado el 10 de abril de 2018.

(9) Molina Londoño, op. cit.

(10) La transformación de Bogotá, desde sus haciendas hasta sus barrios. la hacienda El Chicó, parte de la evolución. 

Trabajo presentado para otra el título de magister en Historia por Adolfo Enrique Suárez Gómez y dirigido por el historiador Germán Mejía Pavony. 
(http://www.javeriana.edu.co/biblos/tesis/csociales/tesis49.pdf 
Consultado el 11 de abril de 2018.

 

 


 

 
Sobre estas líneas, casas del Chicó Reservado de
varios tipos, en la 97 con 21, que aún estaban en pie en 2015