Estatua de Simón Bolívar hecha por Pietro Tenerani en Europa. La base fue diseñada por Fernando Martínez. Ahora en el segundo milenio, cambia la leyenda después de cada manifestación. |
Hace pocos días el maestro Fernando Botero entregó a los habitantes de un sector popular de su ciudad una de sus esculturas monumentales de bronce. Esta vez se trató de un enorme gato, con los bigotes correspondientes a su tamaño. No pasaron muchas horas antes de que alguien se robara uno de los pelos enormes. El pedazo del gato ya fue repuesto, pero queda aún la sensación de que los obras de arte de propiedad de la comunidad no pueden dormir tranquilas, porque ronda el peligro.
Los historiadores sitúan el surgimiento de los monumentos históricos en el Renacimiento, si bien es cierto que en el Imperio Romano y en Grecia abundaron las estatuas. En los pueblos latinoamericanos la costumbre de erigir monumentos tuvo auge tras las guerras de independencia y también hubo exaltación de héroes en el siglo XX, tiempos de definición de las jóvenes repúblicas.
Los historiadores sitúan el surgimiento de los monumentos históricos en el Renacimiento, si bien es cierto que en el Imperio Romano y en Grecia abundaron las estatuas. En los pueblos latinoamericanos la costumbre de erigir monumentos tuvo auge tras las guerras de independencia y también hubo exaltación de héroes en el siglo XX, tiempos de definición de las jóvenes repúblicas.
En la época de nuestros abuelos solía guardarse gran respeto a los monumentos, tanto que en alguna época se consideraba una ofensa cruzar frente al busto de un prócer sin quitarse el sombrero. Ni qué decir de arrojar una colilla, escribir o escupir en esos monumentos. Los viejos decían que la cultura de un pueblo se medía por el respeto los símbolos históricos.
Monumento a O'Higgins en la Avenida Chile |
El cronista culto y gracioso que fue Alfredo Iriarte decía que el respeto por los monumentos mide el grado de cultura o barbarie de una civilización.
11 con calle 70, de Bogotá. Ya no existe. |
Pero esa parte del amoblamiento urbano entró paulatinamente en desuso y salvo excepciones, poco importa hoy en día a las autoridades la suerte de bustos, estatuas y esculturas, muchas de la cuales han sido profanadas, quedaron en ruinas o sencillamente se las llevaron, algunas veces con pedestal y todo.
En Bogotá se roban las placas, pintarrajean las estatuas y ensucian iglesias de cuatro siglos de historia, cuando no convierten los monumentos en orinales o basureros.
Los estudiosos del problema afirman que se debe a la aparición de tribus urbanas y a cambios culturales. Pero lejos de ser un problema nuestro, el vandalismo contra monumentos afecta otros países, no solo del tercer mundo. El problema se ve incluso en países europeos.
En Bogotá se roban las placas, pintarrajean las estatuas y ensucian iglesias de cuatro siglos de historia, cuando no convierten los monumentos en orinales o basureros.
La iglesia bogotana de La Tercera, que se terminó de construir en 1780, con nuevo testimonio gráfico de las cavernas. |
Los estudiosos del problema afirman que se debe a la aparición de tribus urbanas y a cambios culturales. Pero lejos de ser un problema nuestro, el vandalismo contra monumentos afecta otros países, no solo del tercer mundo. El problema se ve incluso en países europeos.
Hace dos años, Atilio Caorsi, del Consejo de Monumentos Nacionales de Chile, declaraba al diario El Mercurio que este fenómeno está pasando en todos los centros urbanos del mundo. “Es difícil de revertir, nació con el destrozo del muro de Berlín y no se ha podido detener”, dijo.
Estatua de Carlos Lleras Restrepo en la avenida Jiménez. Fue instalada hace tres años, tras un concurso, y ya sirve para expresiones anárquicas. |
Y esta falta de urbanidad tampoco es exclusiva de los países subdesarrollados. En la ciudad española de Valencia, ante la magnitud del problema se creó el Cercle Obert de Benicalap ante la proliferación de actos vandálicos contra monumentos y bienes culturales, pese a existir normas y dependencias para evitar los ataques contra bienes protegidos.
No hace mucho en Estados Unidos, un monumento erigido en memoria de los veteranos de la primera guerra mundial fue atacado la víspera del día de la independencia.
El problema es de ignorancia pero también de falta de autoridad, porque los agresores del aerosol que se ceban en el Bolívar de Tenerani, en las paredes de los templos de San Francisco y La Veracruz, o en la estatua de Carlos Lleras Restrepo instalada recientemente en la avenida Jiménez, lo hacen frente a sedes oficiales y en áreas vigiladas. Y se amparan en la inutilidad de quienes están obligados a defender el patrimonio de los ciudadanos.
No hace mucho en Estados Unidos, un monumento erigido en memoria de los veteranos de la primera guerra mundial fue atacado la víspera del día de la independencia.
Busto del expresidente Carlos E. Restrepo en la carrera 13 con calle 43, de Bogotá |
En el caso de nuestra ciudad, da vergüenza el ataque recurrente a lugares como la plaza de Bolívar. Y es triste ver pedestales descabezados o monumentos rayados en los barrios tradicionales.
La Rebeca, la mujer desnuda, traída de París, que se baña en una alberca y que usaban los gamines para hacer lo mismo hace tres décadas, fue restaurada hace algunos años de la barbarie. Pero una vez más, esta mujer desnuda que escandalizaba a algunos transeúntes del desparecido parque del Centenario, en sus comienzos, cambiará una vez más de entorno cuando acaben -si es que algún día acaban- las obras de Transmilenio por la 26. Por el momento está convertida en momia, es decir, forrada en lienzo.
No vale la pena entrar a discutir el caso de la estatua construida hace algunos años por una empresa privada en el norte de Bogotá en homenaje a Américo Vespucio, atacada una y otra vez. Y las esculturas Mariposa, de Negret, ubicada en San Victorino, y Rita 5.40, de Grau, instalada hace más de diez años en el parque Nacional, son testigos de los bajos institntos de ciertos capitalinos.
La Rebeca, del escultor quindiano Henao Buriticá, lleva varios años convertida en momia, esperando que termine la obra eterna. |
No vale la pena entrar a discutir el caso de la estatua construida hace algunos años por una empresa privada en el norte de Bogotá en homenaje a Américo Vespucio, atacada una y otra vez. Y las esculturas Mariposa, de Negret, ubicada en San Victorino, y Rita 5.40, de Grau, instalada hace más de diez años en el parque Nacional, son testigos de los bajos institntos de ciertos capitalinos.
Estatua de José M. Carbonell, del escultor Bernardo Vieco, en la calle 63 con carrera 8a. |