Sí, vivimos en la Casa de Nariño.
O vivimos metidos en la casa presidencial. Se sabe que es la casa de todos los
colombianos, pero como trabajamos en ella, la consideramos nuestro segundo hogar. Diríamos que no tiene nada de
diferente a trabajar en cualquier otro lugar. Aunque la gente piensa que la
emoción de hacerlo dura toda la vida. Lo que sí se mantiene es el honor de
hacerlo, que además comporta una responsabilidad, como los apellidos.
Lo cierto es que la casona en la
que trabaja el mandatario tiene más de una historia. Y nunca faltan exageraciones que es bueno desechar.
Vamos por partes. El Palacio de
Nariño se llamó primero Palacio de la Carrera, por estar situado en la Calle de
la Carrera, que es un pedazo de la actual carrera Séptima que tomó ese nombre
porque en ella se libraban carreras de caballos. Y de allí se empezó a llamar
genéricamente carreras a las avenidas que iban de sur a norte en la ciudad.
El llamado palacio se construyó
en el lugar donde quedaba la casa natal del precursor Antonio Nariño. Desde
luego que Nariño no nació en el Palacio de Nariño, ni siquiera en el Palacio de la
Carrera, como parecen creer algunos.
Es más, el actual palacio no
tiene nada que ver con aquello. Porque aquella sede presidencial, cuya
construcción fue ordenada por Rafael Reyes en 1908, solo ocupaba un pequeño
pedazo de terreno con frente a la carrera Séptima.
Con el tiempo, esa casa con
frente neoclásico, llamada con bastante generosidad palacio, se fue extendiendo
hacia la parte trasera e incluso tuvo una entrada para carruajes y luego
automóviles por la carrera Octava. El 9 de abril de 1948, por ejemplo, cuando
era presidente Mariano Ospina Pérez, aun tenía ese tamaño largo y angosto que
impedía ampliaciones apenas adecuadas.
Por eso cuando niños y grandes
visitan la sede presidencial piensan que en sus salones transcurrió la historia
de varios siglos, cuando en realidad diríamos que más de un 70 por ciento del
edificio es nuevo, es decir, tiene solo unos treinta y tantos años de
construido.
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Terminada la obra, los peatones podían cruzar frente al
Palacio. Poco tiempo después se instalaron las verjas de seguridad |
Porque lo que se conoce como Casa
de Nariño prácticamente viene de 1979, cuando se empezó a utilizar la obra
hecha con amplitud y generosidad y derroche de piedra bogotana, en lo que
durante años estuvo casi abandonado, desde 1954, cuando Rojas Pinilla decidió
irse al Palacio de San Carlos y hasta 1980, cuando el presidente Turbay Ayala
regresó a una obra impulsada por su antecesor López Michelsen (1974-78), que
sin embargo había comenzado en 1972 pero con ambiciones mucho menores.
Y en esos 25 años tuvo distintos
destinos, principalmente sede de la Cancillería, ya que el salón Amarillo o de credenciales, que aún lleva ese nombre, era el lugar indicado para recibir a los nuevos embajadores. La ley 10 de 1949 ordenó la construcción de la sede presidencial y el despeje de varias manzanas
del centro bogotano para conformar una zona de edificios públicos, lo cual
finalmente se hizo a medias y se concretó en el llamado Centro Administrativo
Nacional (CAN).
Pero volvamos a la historia.
La citada ley ordenó construir en
Bogotá el nuevo palacio para residencia de los Presidentes de Colombia, “aprovechando
para ello el sitio ocupado actualmente por el edificio llamado Palacio de la
Carrera, y las zonas adyacentes de propiedad particular, comprendidas entre las
carreras séptima y octava, así como las demás que juzgue necesarias”.
La norma (art.
2°, declaró de utilidad pública la adquisición de las
edificaciones necesarias para edificar sobre ellas el palacio y facultó al
Personero Municipal de Bogotá para proceder a la compra o expropiación, si
fuere el caso, de dichos inmuebles.
El artículo
3 establecía que el gobierno podría ocupar inmediatamente las edificaciones de
propiedad particular comprendidas entre las carreras séptima y octava y las
calles séptima y octava, y procedería a indemnizar de acuerdo con la ley a las
personas naturales o jurídicas que las ocupaban el 28 de abril de 1948. La misma ley dispuso
incluir en las apropiaciones para la vigencia de 1950 “una partida no
menor de un millón de pesos” con destino a los gastos que demandara la obra.
Del antiguo palacio queda solo el
ala oriental, que fue agrandada hasta ocupar toda la manzana, lo que exigió
demoler casas antiguas, entre ellas la que fuera residencia de Camilo Torres y
un viejo taller de vehículos oficiales que había en lo que hoy es el extremo suroccidental
del palacio. Y también durante varias décadas, como lo señalan las fotografías,
lo que hoy es la plaza de armas de la Casa de Nariño fue parqueadero de
automóviles luego de que se demolieran las construcciones que allí existieron.
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En los 50, luego de demoler las casas, la manzana que hoy es plaza de armas del
palacio sirvió de estacionamiento. Allí quedó la Casa de la Expedición Botánica. |
Cuentan los diarios de la época
que el palacio construido por Reyes hace más de cien años y que fue diseñado
por el francés Gastón Lelarge, costó 198.000 pesos. Y el barrio se conocía
entonces como barrio del Palacio, que así se llamaba por el palacio virreinal
que quedaba en sus inmediaciones. No La Candelaria, que queda algo lejos y
arriba, en la carrera 4ª. con 11. Incluso es más apropiado hablar del barrio de
La Catedral o de los cercanos barrios San Agustín, Santa Bárbara o Liévano.
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La construcción del actual Palacio
de Nariño estuvo a cargo de Estruco Limitada y tuvo un costo de 149 millones de
pesos de la época, de acuerdo con una crónica publicada en esos años en el
diario El Tiempo. Su interventor fue el arquitecto Fernando Alsina, del Ministerio de Obras Públicas y quien contó con la ayuda de la
también arquitecta Olga Tapias.
Otras fuentes históricas precisan que esta ampliación y reforma intervinieron Padilla, Trujillo y Cia. Ltda., que hizo el anteproyecto y estudio en 1968, con la asesoría de Manuel de Vengoechea De Mier, conocido arquitecto y exalcalde de la ciudad. Padilla presentó otro estudio en 1975 y finalmente se acogió la propuesta de Obregón, Valenzuela y Cia.
Entretanto el diseño del pórtico de columnas de orden jónico que se enfrenta con la parte trasera del Capitolio, fue responsabilidad de los arquitectos Carlos Schloss Pombo y Gabriel Uribe Céspedes. (2)
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Crónica de El Tiempo en 1979 |
A la antigua casa presidencial,
que tenía 5 mil metros cuadrados, se le
agregaron 27 mil metros cuadrados. 1
Entre los aspectos más llamativos
de la obra figura el uso de la piedra caliza muy conocida en la ciudad como
piedra muñeca o piedra bogotana, producida por la firma Canteras de Terreros, ubicada
en Soacha. Allí se utilizaron 4.134 metros de ese noble material.
También merecen destacarse las rejas
que circundan la casa casi en su totalidad y que fueron fabricadas por Talleres
Grijalba, como lo atestigua la inscripción que llevan algunas torres de esa verja,
que anota el año de 1979.
Es de recordar que esa empresa
tuvo importante actividad en las décadas de 1940 y 50. Incluso tras los sucesos
del 9 de abril de 1948, la empresa Grijalba publicó un aviso en la prensa
lamentando los hechos y ofreciendo sus servicios, como puede verse en la imagen.
La dotación e inventario del
palacio darían para otra crónica. Baste decir que funcionarios de la
administración Turbay Ayala causaron una polémica cuando viajaron a Europa a
comprar muebles y alfombras.
Pocos son los objetos realmente
originales e históricos dentro del palacio y no hay prácticamente nada que haya
sido de Bolívar, Santander o Nariño, como a veces se afirma con ligereza. La
prensa consultada para este escrito afirma que el tríptico de Andrés de Santa
María colgado en palacio estaba avaluado por aquella época en 30 millones de
pesos, en tanto que el cuadro del venezolano Tito Salas, que aún adorna uno de
los pasillos, estaba avaluado en 12
millones de pesos.
Otras leyendas urbanas aseguran
que el palacio tiene una galería de túneles subterráneos e incluso hay quien
afirma que Rojas Pinilla tuvo uno que llegaba hasta el aeropuerto para
facilitar su huida en caso necesario. No tantos misterios. Si acaso sea cierto
que el palacio tiene ventanas blindadas y que fue diseñado con bastante sentido
del futuro y la duración, con materiales muy resistentes y paredes de gran
grosor, con la experiencia de aquellos años en que se temía un ataque como el
que se intentó en el Bogotazo.
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Esta foto publicada por El Siglo en 1979 comparaba
la sede presidencial bogotana con la Casa Blanca |
El palacio pronto se quedó
pequeño y ya en 1987 el gobierno de Virgilio Barco comenzó a buscar para dónde
crecer, lo que logró en principio incorporando al Departamento a Administrativo
de la Presidencia de la República el edificio adjunto, que era de la
Superintendencia Bancaria, y otro más que fue el hotel Imperial y que se
utilizó pocos años como sede del Ministerio de Minas.
Por eso les será difícil a los
transeúntes de hoy creer que alguna vez esa obra fue considerada signo de
opulencia y de riqueza, cuando hoy en día es apenas un lugar digno para el
despacho presidencial y hace años resulta insuficiente.
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Patio de los Novios. Este sitio marca el fin de la casa
original del Palacio de 1908. Hacia el oeste todo es nuevo. |
No parece probable que el palacio
deje de serlo por lo pronto, ni que se vaya para otra parte de la ciudad. Hay
que destacar que la presencia del gobernante en la zona sirve para mantener la
seguridad de ese sector bogotano y ha ayudado a que tenga vida.
Aun así, los transeúntes de hace
treinta y no sé cuántos años, cuando pasaban frente a la obra en construcción, se mostraban maravillados de su tamaño y recordamos que un día, aún
adolescentes, hicimos una expedición a
la distante región del centro, y escuchamos a un camionero que, al volante de su
vieja y polvorienta volqueta, comentaba: “¿Van a
vivir mal los berracos, no?"
(1)
El Tiempo, abril 29 de 1979 pág. 8 A